lunes, 11 de febrero de 2019

La buena salud de los machos alfa


Por Sergio Sinay (*)

Hay quienes lo llaman “modelo patriarcal”, y lo repiten hasta vaciarlo de significado, como suele ocurrir cuando creencias y esencialismos reemplazan al ejercicio de pensar. Otros, entre ellos pensadores como los británicos Terry Eagleton y Mark Fisher, la estadounidense Debra Katz o el indio Pantaj Mishra, lo denominan capitalismo tardío. 

Lo cierto es que el sistema actualmente hegemónico en Occidente tiene la capacidad de devorar todo, incluso aquello que lo cuestiona o amenaza, y de metabolizarlo y convertirlo en mercado y negocio. En ese sentido, lo “alternativo”, lo “independiente” y hasta lo aparentemente subversivo se convierten pronto en presas apetitosas. El Che Guevara es hoy una remera cuyos usuarios ignoran qué representa el retrato de la prenda, o las películas que se visten de “fuerte denuncia” suelen resultar candidatas al Oscar y reinas de la taquilla.

En la época de Me Too, Ni una menos, Mirá cómo nos ponemos y fenómenos sociales similares, las iniciativas feministas que no se piensen a sí mismas, y a su propósito, más allá de lo reactivo, de lo discursivo y de la repetición de consignas  pueden ser asimiladas y rentabilizadas por el sistema, como ocurrió en su momento con Sacco y Vanzetti o con los mártires de Chicago (pregunten al voleo por qué el 1º de Mayo es el día de los Trabajadores y es probable que ni los sindicalistas sepan responder). En un reciente e-book de descarga gratuita titulado Acuerdo en el desacuerdo (https://www.qejaediciones.com/libros/acuerdo-en-el-desacuerdo-qeja), sus cuatro autoras (Ingrid Sarchman, Flora Vronsky, Helga Fernández y Natalí Incaminato) escapan a la modorra mental y al fundamentalismo y plantean, desde el interior de la experiencia femenina, ideas que pueden prevenir ese riesgo. Una de ellas, Incaminato, advierte: “Los únicos que construyen y venden feminismo desproblematizado son las empresas o los partidos políticos de sesgo desideologizador”. Allí se cita también a la comunicadora Agustina González Carman (cuyo blog Libertad Condicional se propone desacralizar la maternidad), quien afirma que “hay muchos feminismos; el más visible mediáticamente no representa a la mayoría”.

Mientras prevalece la ausencia de debates profundos, capaces de explorar las inequidades y los dolorosos perjuicios que el sistema produce, desde lo económico hasta lo cultural, pasando por salud, educación, vínculos y mortalidad, en la mayoría de los seres humanos que viven en él, y mientras el ruido sustituye a las nueces y el oportunismo ventajero se impone a la empatía y el compromiso real, las cosas no cambian en los ámbitos en donde se cocina el estofado. El año electoral vuelve a ser temporada de caza para los machos alfa. Las mujeres a las que el marketing partidario o mediático suele presentar como “fuertes” e “independientes” (Vidal, Carrió, Bullrich, por ejemplo) se van acomodando, tras breves berrinches, a las prioridades de los hombres que mandan (Macri, Peña, Duran Barba). ¿Posibles candidatos a presidente del partido o frente que fuere? Todos hombres, ejemplares de los preceptos más arcaicos del machismo. La única potencial candidata demostró en el ejercicio del poder que es más macho y más alfa que los varones que hocicaron obsecuentemente ante ella, y que reinciden. ¿Candidatas a gobernadoras? Acaso Rossana Bertone, pero bien lejos, en Tierra del Fuego. O Vidal, pero bajo el techo de cristal fijado por designio masculino. Y es todo.

Antes de celebrar supuestos cambios y enfoques en los estereotipos femeninos y masculinos y en sus relaciones se requiere repasar las áreas de poder adjudicados a unas y otros. En la política, la economía, los negocios, el deporte, la tecnología y la ciencia siguen rigiendo las reglas masculinas (más allá de retoques cosméticos de ocasión). Educación, salud, crianza y administración emocional de los vínculos permanecen como áreas de responsabilidad femenina, excepto situaciones siempre aisladas y puntuales en ambos casos. Mientras no se entre a saco en estas cuestiones el sistema seguirá gozando de buena salud. Y fagocitando rebeliones.

(*) Periodista y escritor

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