Por Claudio Jacquelin
El verano de todo año electoral es siempre la estación
propicia para que prosperen, se exhiban y se pongan a prueba candidaturas,
precandidaturas y globos de ensayo. Es el escenario donde el peronismo ofrece
por estos días una vasta cartelera de puestas en escena.
Van desde las
expresiones de solistas audaces hasta composiciones corales, como la de
Alternativa Federal, en las que se alternan protagonistas varios sin que
ninguno termine por sobresalir o imponerse, por decisión propia o
circunstancias ajenas.
A diferencia de otros años, no hay grandes producciones. Ni
siquiera lo fue la aparición en Mar del Plata de "los alternativos".
Una de las opciones son las giras por el interior, con
pretensión de generar cercanía en distintos electorados y ambición de
viralización por las redes, como las que realiza Sergio Massa a instancias de
su asesor catalán, Antoni Gutiérrez Rubí. También, los anticipos fragmentarios
y minimalistas de posicionamientos electorales, en medio de actos de gobierno,
como los que suele representar el gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey. O las photo oportunity y la alimentación de
rumores que se dejan correr en los medios, como las que se permite el economista
Roberto Lavagna.
Los tres son hoy los principales aspirantes a ocupar ese
vacío de oferta sólida y consistente que enfrenta la demanda de, más o menos,
un tercio del electorado, según la mayoría de los expertos en opinión pública.
Massa y Urtubey son precandidatos concretos. Lavagna, casi
un holograma que aparece cada vez con más encarnadura. Aunque por ahora sea en
el imaginario de lo que el macrismo ha popularizado como el círculo rojo.
Muchos de sus integrantes impulsan su postulación por empatía generacional con
el economista, desencanto con el actual gobierno o temor a un abismo que ponga
en riesgo sus intereses.
En los últimos diez días, el estrecho círculo íntimo del
exministro de Duhalde y Kirchner ha empezado a frecuentar a formadores de
opinión, influyentes de distinta índole y tomadores de decisiones con el mensaje
de que el economista está entusiasmado con su eventual candidatura. Él ha
logrado, además, la adhesión o la oportuna visita de algunos dirigentes de
fuerzas variopintas y de posibles aspirantes a apalancar las chances de Lavagna
con candidaturas distritales.
También es cierto que nadie ha escuchado a Lavagna
relativizar las rígidas condiciones que puso para lanzarse desde que empezó a
menearse su eventual postulación, como no ir a una interna o ser el candidato
de una coalición que incluya al peronismo descontento, pero que exceda esa
frontera, casi la demanda de un operativo clamor de todos los que no
representan al macrismo o al kirchnerismo, pero sin excluir a ninguno que
quiera escindirse de esos espacios.
Sus demandas han reflotado una máxima que se le suele
atribuir al fallecido patriarca peronista Antonio Cafiero. "Para llegar a
algo importante en política hay que tener suficiente vanidad y ambición. Pero
la ambición siempre debe ser superior a la vanidad". Casi nadie duda de
que Lavagna tenga atributos para ser candidato presidencial. En las
proporciones está la incógnita.
Más allá de las intenciones y del volumen que vaya ganando
esa precandidatura, lo cierto es que aún no parecen dadas las circunstancias
para satisfacer las condiciones del exitoso extitular de Economía y fallido
candidato presidencial en 2007.
En el entorno de Massa, espacio en el que aún permanece
Marcos Lavagna, buscan relativizar la vocación del exministro para afrontar una
campaña. Atribuyen su instalación a una maniobra veraniega del sindicalista
Luis Barrionuevo, uno de los impulsores de lo que por ahora es una posible
precandidatura y para algunos un eficaz globo de ensayo, que va tomando altura.
"Urtubey pretendía aparecer en el verano como lo nuevo,
en medio de los nombres ya instalados y transitados. Por eso Barrionuevo lanzó
el de Lavagna para opacarlo y ocupar ese lugar, pero Luis juega con Massa y no
le perdona a Juan Manuel que, con su primo Dalmacio Mera, lo hayan dejado fuera
de juego en Catamarca", explican en el massismo. Internas de las internas
a las que tanto dice repelerle Lavagna. Es parte del juego.
Mientras tanto, Massa sigue disciplinadamente, como pocas
veces antes, las instrucciones de Gutiérrez Rubí, el mismo experto en marketing
electoral que en 2017 asesoró a Cristina Kirchner para las elecciones
legislativas en las que fue derrotada por Esteban Bullrich y Gladys González.
El tigrense recorre kilómetros y kilómetros en busca de recuperar la confianza
y la adhesión de una audiencia que se le ha ido reduciendo desde el batacazo de
2013 en el que puso freno a las ambiciones re-reeleccionistas de Cristina.
En cambio, Urtubey, el otro aspirante de este espacio, se
mueve con cierta morosidad, para sorpresa o inquietud de algunos asesores y
consultores externos, entre los que sobresale otro español: Antonio Sola. A
pesar de la estrepitosa devaluación de la moneda nacional en solo un año,
ciertas importaciones siguen en alza. Las reglas de la economía no siempre
rigen para los políticos.
En el reducido entorno íntimo del salteño justifican la baja
intensidad de su despliegue proselitista en la presunta condición de tiempista
que atribuyen a su jefe. Contra muchos que le aconsejan reforzar los ejercicios
de pretemporada, él arguye que no hace falta y les retruca con que las mismas encuestas
que le llevan revelan que va recortando la ventaja que le lleva Massa. Los
massistas lo desmienten acaloradamente con sus propios números. La
encuestología no es una ciencia exacta.
Por ahora ninguno de los dos está dispuesto a bajarse de una
elección interna. Habrá que ver si en un año en que el financiamiento de
campañas se prevé más austero es posible sostener precandidaturas de destino
incierto hasta el final del proceso.
Una Cristina para
cada gusto
Las renovadas menciones de una posible deserción electoral
de Cristina Kirchner que hacen circular algunos cristinistas (y hasta el propio
Massa, aunque por razones muy diferentes) tienen en vilo al peronismo, en
especial a varios de los que pretenden convertirse en contendientes de Macri.
También a los oficialistas menos temerarios.
La expresidenta ha sido siempre una exitosa cultora del
misterio en todo lo que a ella se refiere. Aunque en varios terrenos empiecen a
rasgarse muchos velos tras los que se protegía, sus feligreses mantienen la fe
y sostienen el culto. Los sondeos lo acreditan.
El Gobierno quiere creer que las expresiones sobre la no
presentación electoral de Cristina son solo rumores para confundir a opositores
incautos, con los que ella busca paralizar, como la cobra, a sus víctimas.
Operadores oficialistas no se privan de hacer circular
encuestas que a veces hasta exageran el potencial electoral de su principal
adversaria, a riesgo de alterar los nervios de muchos actores económicos que
temen que ese escenario agrave las dificultades.
En los santuarios del optimismo oficialista, con sedes en la
Casa Rosada y el Ministerio de Hacienda, confían en la evolución de la economía
a pesar de que los indicadores dados a conocer la última semana y los que se
difundirán en, al menos, los próximos dos meses parecen aportarles más
argumentos a escépticos y pesimistas.
El devenir de las causas judiciales en las que está
involucrada Cristina y los, como mínimo, cinco juicios orales que deberá afrontar
este año, a partir de la semana próxima, son para los oficialistas otra razón
para descreer de las versiones sobre el renunciamiento cristinista, destinado a
facilitar un armado opositor más amplio. No es lo mismo presentarse a un
tribunal como una candidata a presidenta con posibilidades reales de recuperar
el poder, con el que tuvo sometidos, domesticados o asociados a muchos
magistrados, que ser "la gran electora" de otro postulante, dicen.
Especulaciones.
Mientras tanto, a excepción de la hasta ahora segura
candidatura de Macri en busca de su reelección, seguirán abundando
precandidatos, postulantes y globos de ensayo. Las elecciones provinciales, que
empezaron ayer, ayudarán a delinear mejor la oferta.
©
La Nación
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