Por Fernando Savater |
El otro deseaba que fueran más los españoles de las tascas que los del tumulto
en las calles. Y yo los leí —siempre los leo— mientras me disponía a marchar
bajo la lluvia a Andoain, lejos de Colón y de las tascas madrileñas, para
participar en nuestro homenaje anual a Joseba Pagaza y demás víctimas del
terrorismo etarra. Recordando, inevitablemente, tantas concentraciones pasadas
en protesta por atentados y secuestros.
Nosotros, un par de docenas, en la plaza de
Guipúzcoa o del Buen Pastor, silenciosos (demasiado, para mi gusto), mientras
riadas de gente con sano apetito discurrían rumbo al ritual del txikiteo y los pintxos: las
gildas, los txampis, el chorizo cocido,
la ropa vieja, los zuritos, cuántas delicias. Pocas
cosas me han gustado tanto, esa fue mi primera juventud... Y, en Andoain,
lloviendo a mares.
Para qué engañarme, si estuviera en Madrid seguro
que acabo en Colón y no tapeando como el resto de españoles cazurros pero no
ultrapatriotas ni ultra... nada. Ya sé que lo aconsejable es no salir a la
calle dando gritos contra el Gobierno, si es de izquierdas, porque puede uno
mezclarse sin querer con quién sabe qué indeseables, a lo mejor incluso
partidarios de la ley mordaza. Te quedas sin
aperitivo y además ensucias tu alma. Nada, la próxima vez me voy de tascas como
los otros: iré a la tasquita... pero de enfrente, eso sí.
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