Para llegar a la meta del triunfo, a Macri, CFK,
Massa
y Lavagna les falta. En qué anda Duhalde.
Por Roberto García |
A ninguno
parece que le alcanza la manta, tan corta como la economía del país al que
desean gobernar. Aun cuando la elección se vislumbra
binaria entre Macri y Cristina. El resto, disperso, va de Massa a
Pichetto, de Urtubey a Lavagna y hasta se debería incluir a un hiperactivo Duhalde
–en pocos días se reunió y fotografió con el ex ideólogo de La Cámpora,
Ottavis, con el ex secretario de Comercio, Moreno,
también con un radical disidente, Moreau, en esta ocasión correveidile de
mensajes secretos de Cristina– quien, ante la eventualidad de una diáspora
partidaria, amenaza: “Si nadie se juega, estoy dispuesto”.
Un
intrépido. Desmemoriado,
además, ya que las encuestas no lo estimulan. Pero, lector del fenómeno
peronista, ansioso por recuperar el PJ como sello, ya advirtió que Alternativa
Federal saltaba por los aires en Mar del Plata y no volverá a reunirse nunca
más en una cita: estallaron celos entre ellos (Massa y Pichetto, por ejemplo),
faltó Lavagna para no contaminarse, también Urtubey con la excusa de las
inundaciones del Pilcomayo (otros dicen que pretendía cerrar la
convocatoria cuando a ésta la solventó Massa) y Manzur había desertado
antes porque en Tucumán no podía presentarse si no iba con la viuda de Kirchner.
Parte del mundo de la conveniencia que domina la política: como los
intendentes que van atados en la provincia de Buenos Aires a la boleta de
Cristina con la nariz tapada y ella, que mide bien, los suma sin indigestarse
para disponer de entre 12 y 13 legisladores nuevos y estar protegida en el
Congreso por si alguien insiste en ponerla presa.
Dicen que la
ex mandataria le ofreció a Massa llevarlo
como candidato a gobernador bonaerense, generosidad que implica el olvido de la
traición por renunciar a su gobierno y de la posterior derrota electoral que le
propinó en 2013 (ya ni Máximo repara en aquella decepción, cuando antes ambos
jugaban en Olivos). También impera la conveniencia en la propuesta: lo saca del
juego presidencial a quien hoy bordea los 10 puntos, el único con esa reserva,
aunque nadie sabe si esos provisionales votos se trasladarán completos a
la dama. Dudoso: Massa ganó prestigio oponiéndose a los Kirchner, inclusive
provocaría un cisma en su entorno (nadie imagina, por ejemplo, a Graciela
Camaño tomando el té con Cristina).
Hombre de
dos reinos, Massa también podría encantar a Lavagna para la misma
postulación bonaerense, pero el tigrense repite e insiste en que solo se preparó
para competir por la Presidencia, no en la Provincia. Cuestión de estatura y
dilema curioso: el político con más intención de voto, luego de Macri y
Cristina, no puede porfiar en la lid principal, no le da la talla. O tiene
escasas posibilidades. Por lo tanto, se alinea con otros en un cargo que no
desea o deja pasar la azarosa caravana de octubre desde una ventana. Aunque
apele a ejemplos como los de Lula o Allende, ganadores luego de sucesivas
derrotas, tampoco es alentador volver a perder. Y en esta ocasión, de acuerdo a
los sondeos, sería la tercera vez consecutiva que lo relegan. Dura la avenida
del medio.
Los
polarizados. Tampoco a
Macri le alcanza, aunque los astros pagos lo endulzan con promesas de triunfo,
con la imposibilidad científica de que Cristina jamás lo podrá vencer.
De ahí que, en la campaña, no se ruboriza por copiarla en actos que buena parte
de la población repudiaba, tiempos en que al mejor estilo Cleopatra elegía
periodistas ad hoc para que no la interrumpieran en las entrevistas. Lo mismo
ha hecho el mandatario, con menos prejuicios inclusive: se hizo reportear en la
levedad del ser por Rozitchner, su filósofo de cabecera, quien dispone de
despacho hasta en Olivos, envidia para más de un ministro. Detalles del
diálogo: hubo referencias cariñosas al declinante padre Franco (hoy a cargo de
una señora de confianza, de antiguo servicio, que le controla el
pastillero), una forma de revertir la imagen de ingeniero frío que se
le atribuye a Macri, como si todos los ingenieros egresaran de un
congelador y su cambiante, amplio y volátil corazón no fuera más abierto que el
de otras almas comunes. Por lo menos en el plano de los sentimientos: ni se
acuerda de la cantidad de veces que se ha separado de sus parejas en 60 años y
pocos, además, pueden emparejarlo en su colección de amistades, listado
interminable del club personal ocio-recreación-deporte que lo ha fascinado toda
la vida. No se explotó tampoco en la entrevista la piedad que caracteriza al
Presidente, inclusive consigo mismo. Dijo, como una condescendiente
calificación, que había sido optimista con la inflación del último año, mayor
que la de Cristina, un récord histórico.
Tampoco le
alcanza a ella, con un techo difícil de perforar según los expertos (que a
veces luego de las elecciones dejan de ser expertos), y el agobio creciente de
las causas judiciales. Como un aguacero constante, amenazando a la hija.
Sea por las confesiones de sus contadores y viudas de secretarios o el paso por
la pasarela tribunalicia, de nuevo, de casi un centenar de empresarios que
hicieron negocios con el Estado durante sus mandatos. Se supone que no es para
confirmar domicilio e identidad de los convocados, más bien las citas responden
a nuevos arrepentimientos que pondrían en duda la verdad de anteriores
arrepentimientos. Mejor no hacer nombres, pero lo cierto es que en más de un
caso se caerá el acuerdo que ahora los beneficia con la libertad.
Para
Cristina, ha sido un alivio el material de inteligencia de las
últimas horas que imputan al fiscal Stornelli en una extorsión. Por
lo menos, quienes la investigan también tendrán que responder por ciertos
episodios. O por la interpretación de ciertos episodios. Ese es su
razonamiento: sabe que habrá más escaladas, más jueces involucrados, gente
preocupada como ella.
Tampoco
Lavagna puede taparse del todo, no le alcanza el manto. Ni siquiera, en apariencia, tiene votos
propios, menos alguien que se los preste. Pero se ha lanzado sin reconocerlo,
con cierta ambigüedad política de Fidel Pintos, ofreciéndose como salvador sin
pasar por ninguna interna. Casi milagrera la proposición, ni que fuera Perón en
Martín García y con Evita en la calle reclamando.
Esa
operación clamor, si se produce, quizás también ayude a convencer a su mujer de
la obligación: difícil aceptar la patriada para ella, de origen belga.
Entiende que esa alternativa es una complicación innecesaria para la edad de
ambos. Tal vez la misma reflexión de la mujer de Adenauer o de Churchill,
cuando sus maridos se abalanzaron sobre el poder con 80 años encima. Y con
éxito. Por lo menos, es lo que debe pensar Lavagna. Aunque, por ahora, no le
alcance. Como a los otros rivales.
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