Por Fernando Savater |
El autor nos repite
que “la vida (supongo que humana. FS) es, en su esencia, un sumidero de mierda
o un acto ridículo”. Lo que antes se llamaba, con más recato, “un valle de
lágrimas”. Dignidad, felicidad, libertad, fraternidad, etcétera, son embelecos
perversamente románticos para resignarnos a penar entre la caca, la bobada y la
humillación.
Si renunciamos a
ellos, podremos aceptar sin remordimientos cualquier anestesia escapista que
nos faciliten las novedades de la tecnología o de la química...
Este ensayo,
inteligente y bien escrito, olvida que tan gratuito es considerar asquerosa la
vida como afiliarse al “¡qué bello es vivir!”. Faltan referencias externas.
Santayana nos advirtió de que “vivimos dramáticamente en un mundo que no es
dramático”. Es irrefutable, dice Thomas Ligotti en La conspiración contra la especie humana (editorial
Valdemar), que “la no existencia no ha hecho nunca daño a nadie y la existencia
hace daño a todos”, pero si cambiamos “daño” por “placer” o “satisfacción”, la
frase sigue siendo cierta. Simpatizo con el pesimismo radical aunque tenga
pocos adeptos. Bien señala Ligotti que “las falsedades panglosianas convocan a
la multitud, las verdades desalentadoras la dispersan”...
© El País (España)
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