Por Alejandro Catterberg
Apenas el 9% de los argentinos dice que la situación general del país es
buena. El 70% sostiene que estamos peor que un año atrás. Estos datos surgen de
las encuestas nacionales de carácter mensual que realiza Poliarquía Consultores
hace más de 15 años.
Otros indicadores de estas investigaciones muestran que
los argentinos que confían en que el año próximo la situación mejorará se
redujeron al 36% luego de promediar 55% durante 2016 y 2017. En los últimos
cinco meses se han observado los peores cinco registros de la percepción sobre
la situación económica del país de los últimos 14 años. A su vez, solo el 30%
de los ciudadanos manifiesta que su situación económica personal es positiva y
un mero 5% sostiene que su economía familiar está mejor que 12 meses atrás. El
Índice de Confianza del Consumidor tuvo una caída del 8% en enero y alcanzó el
segundo valor más bajo desde 2002. Por su parte, los datos oficiales señalan
que la inflación de 2018 orilló el 50% y posiblemente, cuando finalice 2019,
habremos estado en recesión tres de los últimos cuatro años. Un dato más: dentro de nueve meses se elige presidente .
Muchos estudiosos de los factores que determinan la forma y las razones
por las cuales la gente vota dirían, frente a este cuadro de situación, que la
suerte está echada: que en democracias plenas es casi imposible para los
oficialismos obtener la reelección en este contexto. Pero la excepcionalidad
argentina podría darse también en este plano. Al día de hoy, el presidente Macri
mantiene altas chances de ser reelegido. Nos encontramos frente a un
escenario electoral que se presenta competitivo y con final abierto.
¿Cómo puede entenderse esta aparente contradicción? Los motivos son
múltiples, pero el principal está vinculado a la estructuración de la
oposición. Una de las principales razones por las cuales Macri ganó en 2015 fue
porque el peronismo se presentó dividido , con su
fracción principal bajo el liderazgo de Cristina Kirchner . La principal razón por
la que Macri puede ser reelegido este año es porque el peronismo sigue dividido
y su sector más amplio continúa bajo el mando de la exmandataria. Frente a un
peronismo unificado y que no se encontrase dominado políticamente por Fernández
de Kirchner, el panorama electoral sería, muy posiblemente, mucho más
desafiante para Cambiemos . Esta atomización de la
oposición no implica que tanto el kirchnerismo como el Peronismo Federal no
estén en condiciones de ganar la elección. Pueden, dependiendo de las
circunstancias que se den en los próximos meses, triunfar a pesar de
presentarse divididos, pero el hecho de que el Partido Justicialista no haya
podido superar en estos años la etapa de liderazgo kirchnerista le abre a
Cambiemos la posibilidad de mantenerse en el poder más allá de las condiciones
económicas que dominan la actualidad.
El segundo gran motivo que explica por qué Cambiemos se mantiene
competitivo está vinculado a la estructura político-social del electorado
argentino. Existe cerca de un tercio de los argentinos que tienen demandas por
encima de las económicas, vinculadas a la mejora institucional del país, a la
lucha contra la corrupción y los privilegios sectoriales, al respeto por las
reglas y la mejora de la Justicia, entre otras. Son sectores que rechazan los
liderazgos populistas y que sistemáticamente no votan a candidatos del
peronismo. Este comportamiento electoral se ha dado incluso bajo las peores
condiciones de las administraciones no peronistas: a finales de los 80, con una
economía que se desplomaba, Eduardo Angeloz obtuvo el 38% de los votos y, tras
la debacle de la Alianza, en las elecciones presidenciales de 2003, los
candidatos Ricardo López Murphy, Elisa Carrió y el entonces radical Leopoldo
Moreau sumaron 33%. En 2011, cuando Cristina Kirchner arrasó con el 54% de los
votos, Hermes Binner, Ricardito Alfonsín y Carrió obtuvieron en conjunto el
30%.
De no mediar ningún cisne negro económico, y si Macri logra conseguir el
apoyo de este sector social, mediante una campaña electoral más vinculada a la
política y valores que al estado de la economía, obtendrá al menos el 30% de
los votos y su lugar en el ballottage estará garantizado. El peligro que
enfrentará el comité de campaña del Presidente, en relación con el
comportamiento electoral de este sector social, es el de la atomización del
voto. Si en los próximos meses llegara a darse una crisis al interior de
Cambiemos, su efecto electoral sería devastador para las chances de triunfar.
La relación que hoy mantiene la cúpula del Gobierno con Carrió y los líderes
radicales pareciera descartar un escenario de quiebre, pero hubo varios momentos
en meses recientes en que la posibilidad parecía concreta. Superado el escollo
de una posible crisis en Cambiemos, la candidatura del presidente Macri
enfrentará el desafío de que no se le atomice su base electoral por la
presencia de candidatos menores que, a pesar de sacar individualmente pocos
votos, terminen erosionando un cinco o seis por ciento de su caudal electoral.
La tercera dificultad podría provenir del tipo de candidato y frente electoral
que presente el peronismo no kirchnerista. Por ejemplo, los sectores medios
antiperonistas desencantados con Cambiemos podrían considerar con mayor
probabilidad votar a un candidato como Roberto Lavagna, en un frente que
incluya al socialismo y figuras de origen no peronistas, que a una figura como
Sergio Massa.
Si Cambiemos es exitoso en mantener su núcleo de votantes eso le
alcanzará para llegar a la segunda vuelta, pero no para ganar la elección. En
este punto será clave a quién deba enfrentar en el ballottage y cuál será el
estado de la economía dentro de diez meses. Sin recuperación del salario,
aumento de la capacidad de consumo e inflación estable, será difícil captar el
voto de los que no están ni a un lado ni al otro de la grieta y cuyas demandas
principales están más vinculadas a variables económicas que institucionales.
Si, a su vez, el candidato que alcanzara la segunda vuelta fuera del peronismo
no kirchnerista, Cambiemos tendría una dificultad adicional: por razones
políticas e ideológicas la gran mayoría de quienes voten al kirchnerismo se
volcarán por cualquier candidato que enfrente a Macri en una segunda vuelta.
Eso fue lo que ocurrió en 2015 en la segunda vuelta de la elección a jefe de
gobierno porteño, en donde Martín Lousteau se quedó a las puertas de derrotar a
Horacio Rodríguez Larreta. De esta forma, para derrotar a una opción peronista
moderada, Cambiemos necesitará que la economía esté en un proceso de clara
recuperación hacia fin de año.
Hoy las encuestas indican que Cristina Kirchner es la dirigente
opositora con mayor caudal electoral. Su imagen positiva se ha ido recuperando
en los últimos meses y es incluso mayor que la de otros precandidatos del
peronismo (también es mayor su nivel de rechazo y quienes manifiestan que nunca
votarían por ella). Su núcleo duro de apoyo no bajó de los 25 puntos desde que
dejó la presidencia y se ha elevado hasta cerca del 30% a partir de la
disparada inflacionaria del último semestre. El Gran Buenos Aires sigue siendo
la región del país donde más apoyo recibe (cerca del 40% de intención de voto),
hecho que explica el comportamiento político de la mayoría de los intendentes
peronistas y su preocupación ante un posible desdoblamiento electoral. De no
cambiar este cuadro de situación, lo más probable es que la exmandataria
alcance el ballottage.
Esta es la última condición para entender el posible camino hacia la
reelección de Macri. Un enfrentamiento frente a una figura más controvertida
que él, que ponga a los votantes en la encrucijada de tener que elegir entre el
sacrificio en busca de un país normal o los atajos de un populismo
inconducente.
© La Nación
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