Por Gustavo González |
Lo custodia un gato, el perro de su hijo menor y Claudine Marechal,
su inseparable esposa desde hace casi medio siglo.
Y, como un en Puerta de
Hierro, en el living de su elegante residencia recibe a los dirigentes que le
piden audiencia, tratando de decodificar qué quiere cada uno y por qué le dicen
lo que le dicen.
En cualquier caso, lo que él les dice es más o menos lo que viene
diciendo siempre. Por lo menos en materia económica.
Clave dólar. Lo que piensa de lo que se debería hacer con la
economía se lo contó varias veces a Al principio el Presidente parecía acordar
y le mostraba un retrato de Frondizi, el
padre del desarrollismo, pero Lavagna cree que hoy Macri ya está jugado a
una política opuesta a sus recomendaciones.
Su debate con los economistas macristas gira en torno al rol de la
inversión. Mientras que para éstos la inversión es la que hace girar el círculo
virtuoso de la economía, para el ex ministro es una consecuencia de un
círculo que antes fue puesto a girar por otros motivos. Explica que las
inversiones se hacen para ganar dinero, y que no hay inversiones que vayan a un
país con caída del empleo, crisis de consumo y dificultad para exportar. Por
mejor buena cara que se le muestre al mundo.
Su palabra clave es dólar. Cree que la recomposición de los precios
relativos es la que pone en marcha la economía y que nada existe con un dólar
atrasado que le hace perder competitividad a los productos y al trabajo
argentino. Le parece un suicidio que el Gobierno lo haya dejado atrasar tanto y
celebra que, aunque brutalmente, el mercado haya obligado a la devaluación,
“porque de lo contrario hoy estaríamos peor”.
Para los asalariados que vieron devaluar sus ingresos y para los empresarios
acosados por no poder trasladar el aumento del dólar a los precios (o que lo
hicieron y perdieron ventas), el 100% de devaluación quizás no sea buena
noticia. El ex ministro se lo achaca a un gobierno que no supo manejar una
devaluación controlada.
Cree que el dólar alto pone en marcha el círculo virtuoso de la economía
y culpa a Macri de haberlo retrasado y de pensar que la habrá inversión en un
país sin demanda ni mercado.
Los sindicalistas que lo escuchan son sensibles a este punto de su
teoría económica por las quejas y angustias de sus afiliados en los períodos de
devaluación. Pero él entiende que la devaluación tiene mala prensa porque se la
asocia a la baja inmediata de salarios. Incluso acepta que ése es el objetivo
último de una devaluación: bajar el costo argentino y ganar en competitividad
para vender más al mundo, aunque aclara que eso es en términos de dólar. El
porcentaje de devaluación en dólares no tiene que implicar, asegura, la pérdida
del mismo porcentaje de poder adquisitivo en pesos. Igual reconoce que una
parte de la devaluación sí se traslada a los precios.
El problema es que en 2018, a una devaluación del 100% le siguió una
inflación del 50% y la consiguiente pérdida del poder de consumo. Pero está
convencido de que no todo fue culpa del dólar, sino de un gobierno que azuzó la
inflación con constantes tarifazos.
La rueda del crecimiento. Se le dirá que desde afuera todo parece
sencillo, pero responde que la situación que él recibió en 2002 era
infinitamente más compleja que la actual. Saca pecho por lo que consiguió en
sus años como ministro de Economía (2002-2005) con un PBI creciendo a más
del 8% anual, los célebres superávit gemelos y la baja de la inflación y la
pobreza.
Afirma a quienes lo visitan que en su caso no es difícil imaginar lo que
haría con la economía, porque ya lo hizo antes. Y vuelve a su teoría del
círculo virtuoso, que es el que aseguraría que el déficit baje, y no las
políticas monetaristas. Se jacta de haberlo hecho.
Muestra que el reciente superávit comercial es producto de aquélla y,
según él, tardía devaluación del peso: el aumento del dólar genera
automáticamente una disminución de las importaciones, como sucede ahora, y eso
implica girar menos dólares al exterior y el reemplazo de bienes importados por
otros que se fabrican en el país. Con el tiempo, los precios locales más
competitivos en dólares abrirán nuevos mercados para exportar y habrá un
ingreso genuino de divisas.
Cree que el dólar no se debe retrasar, sino ubicar en un lugar
intermedio entre alcanzar la máxima competitividad posible del peso sin caer en
el peligro de encarecer en extremo los insumos importados.
Macri: ¿nada bien? Lavagna se reúne con dirigentes de casi todas las
corrientes. Los macristas le recuerdan que, buena o malamente, las variables
se van acomodando. El les responde que eso es esencial, pero solo el principio,
que luego hay que hacer ingeniería de foco, sintonía fina para tomar medidas
puntuales que controlen la inflación, incentiven el consumo y eviten
distorsiones económicas.
Un ejemplo que suele mencionar de sintonía fina es el de los préstamos UVA.
Entiende que así como están, atados a la inflación, no sirven y frenan el
crédito, la construcción y el consumo: las cuotas deberían estar atadas solo a
los incrementos salariales.
Hay cosas que sí cree que Macri hace bien, como la desregulación del
mercado aéreo. La presenta como muestra de que cuando se aplica su teoría
el círculo virtuoso funciona: había una demanda de viajes baratos y nuevas
rutas que una medida oficial hizo explotar, vienen inversiones para saciar esa
demanda y se crean nuevos empleos que generan un aumento del consumo que
producirá nuevas inversiones.
También festeja la fórmula del sindicato único por empresa que
agiliza las relaciones laborales y haría más sustentables los negocios.
En especial señala el caso aéreo, en el que las empresas deben convivir
con múltiples gremios. Los sindicalistas con los que habla aparecen, por lo
menos ante él, flexibles a pensar nuevas formas de regulación laboral. Así como
están, pierden aportantes y crece el empleo informal y los movimientos
sociales.
A esos sindicalistas les explica que una reforma es imprescindible y que
debe producir beneficios para empleadores y empleados, porque si son solo para
los primeros –los tranquiliza– habría un incremento de rentabilidad, pero no de
empleo.
El otro tema que elogia del Gobierno es Vaca Muerta.
Lo usa como ejemplo de círculo virtuoso: el Estado genera condiciones para que
los privados hagan negocios, los negocios producen exportaciones e ingreso de
divisas y, además, mano de obra y consumo.
En operaciones. Hablar de economía frente a sus visitas no le
cuesta nada, pero piensa que la economía de un país no es para dejarla en manos
de técnicos, sino de líderes con sensibilidad política.
También se queja de una parte de la sociedad y de la “derecha” que, por
distintos motivos, no quieren reformas económicas de fondo. Llama derecha al
sector financiero que, estima, gana mucho dinero y se opondría a un cambio
de la estructura productiva del país.
Lavagna está en operaciones, terminando de tantear las condiciones para
lanzar su candidatura. Mientras, espera que sus glorias del pasado y las
necesidades del presente se unan para que un hombre de 77 años termine
gobernando el país. Y hace como que no quiere, pero quiere.
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