Nicolás Maduro |
Pocos creían en abril de 2013, cuando ganó unas polémicas elecciones
frente a Henrique Capriles , que el elegido de Hugo
Chávez duraría en la presidencia. Esa convicción creció con cada
ciclo de protesta antichavista o con cada elección ganada por la oposición.
Pero Maduro logró desactivar esos ciclos y desinflar
esa convicción. Sobrevivió y se apropió del Estado. Lo hizo sin temor a
reprimir o perseguir a sus rivales dentro y fuera del chavismo y con dinero,
mucho dinero.
Hoy su falta de escrúpulos y la decisión de apelar a la violencia para
retener el poder siguen. Pero el dinero se está acabando. Y eso amenaza el
primer escenario que le presenta el futuro, el de la permanencia sin
sobresaltos en el Palacio de Miraflores.
Maduro puede tratar de hacer con Guaidó
lo mismo que hizo con Capriles o Leopoldo López : perseguirlo con la
Justicia, prohibirlo o arrestarlo y esperar que la movilización en la calle se
desgaste por las peleas dentro de la oposición.
Tres factores le complicarán esa estrategia. Por un lado, Guaidó es un
rival diferente para Maduro, más fresco, más difícil de encasillar y atacar, y
con mayor capacidad de unir a la oposición.
Por el otro, la presión internacional, encabezada por Estados
Unidos , esta vez es más formal que retórica y apunta a cercar a
Venezuela diplomática y, sobre todo, económicamente.
La renovación de la oposición y de la presión internacional entusiasma a
grupos que antes estaban cerca del chavismo: los sectores más populares y los
mandos medios de las Fuerzas Armadas.
La conjugación de los tres factores deja a Maduro acorralado, pero no
del todo. Le restan los tres apoyos que le permitieron superar los desafíos más
recientes: la cúpula militar, China y Rusia.
Esos dos gobiernos le proveen el sustento financiero para sobrevivir,
mientras que los altos mandos le aseguran a Maduro el control total de la
violencia. A cambio, a unos el líder chavista les entregó parte de los recursos
estratégicos del país, sobre todo, petróleo y oro; a los otros, el manejo de
los dos ejes centrales de la economía venezolana de hoy, Pdvsa y la
distribución de alimentos a una población hambreada.
Si la magia no le sirvió para administrar con eficiencia, el dinero le
funcionó para mantener a los aliados decisivos. Hasta ahora...
Los seis escenarios
Parte de la renovada estrategia internacional es asfixiar las finanzas
chavistas. Anteayer, el Banco de Inglaterra impidió que funcionarios de Maduro
retiraran 1200 millones de dólares en oro. Las reservas venezolanas no son
grandes, apenas llegan a 8000 millones de dólares, pero si cada país se las
bloquea, el chavismo se quedará sin una de sus cajas.
La otra, la mayor, Pdvsa, corre también peligro. La empresa produce
aproximadamente 1,3 millones de barriles de petróleo por día, la mitad que hace
unos años. El 40% de ellos es exportado a Estados Unidos, lo que representa
unos 32 millones de dólares diarios, esenciales para la supervivencia de un
gobierno cuyos ingresos dependen exclusivamente de esa compañía.
Dispuesta como nunca antes acorralar a Maduro, la Casa Blanca no
descarta un embargo petrolero sobre Venezuela, ni tampoco transferir el control
de Citgo, subsidiara de Pdvsa en Estados Unidos, a Guaidó.
En ese caso, con el desafío opositor más peligroso, con millones de
venezolanos hartos de su súbita pobreza, sin pajaritos ni el gurú del amor y,
fundamentalmente, sin dólares, ¿podrá Maduro sobrevivir esta vez?
Tratará, claro; navegar esta tormenta como ya hizo con otras es su
improbable primer escenario. Pero, sin dinero, no hay paraíso para los gobernantes
y le quedarán entonces menos salidas que en otras crisis. La última palabra la
tendrán China, Rusia y la cúpula militar.
A las dos primeras, Venezuela les debe casi 80.000 millones de dólares;
ambas seguramente quieran cobrar sus deudas. ¿Podrán hacerlo de un gobierno que
está entre la quiebra y el desahucio?
Por su parte, la cúpula militar ya sufre el embate y cuestionamientos de
mandos medios. Sin el flujo de los dólares de Pdvsa, esas fisuras tenderán a
profundizarse y allí Maduro se topará con los otros escenarios.
Coroneles, capitanes, tenientes, miles de ellos se subieron al éxodo
venezolano y, desde otros países, planean -según publicó ayer el diario The
New York Times- tomar las armas y alzarse contra el chavismo si Maduro no
abandona este año el poder. Guerra civil, ese es el escenario más temido si el
delfín de Chávez persiste en el poder, una posibilidad sobre la que advirtió
con inusual alarma anteayer Michelle Bachelet.
Semejante escenario suena ominoso no solo para Venezuela, sino también
para América Latina. La región no dejó atrás sus divisiones, pero sí las
batallas de sangre y dolor que esas fracturas pueden provocar.
En las antípodas de esa posibilidad está el tercer escenario, el de las
elecciones anticipadas. Una cúpula militar dividida puede presionar a Maduro a
aceptar, más tarde o más temprano, el ultimátum europeo de que convoque a
elecciones anticipadas. O puede tomar una decisión drástica: desplazar a Maduro
y ceder el poder a un general o a un funcionario chavista, un cuarto escenario.
En cualquiera de los dos casos, el líder del chavismo tendrá el margen
para permanecer en Venezuela, no ya en el Palacio de Miraflores, pero tampoco
en la cárcel. Ese podría ser el quinto escenario si la tozudez de Maduro se
enfrenta con el enojo de los generales y con una calle de opositores y
chavistas unidos por el mismo rechazo al heredero de Chávez.
Los escenarios no terminan ahí. Hay una sexta hipótesis: el exilio. Eso
hizo Marcos Pérez Jiménez, el último dictador venezolano, que huyó a República
Dominicana cuando las Fuerzas Armadas le quitaron su apoyo para formar un
gobierno cívico-militar, en enero de 1958. Maduro ya viajó al futuro y -dijo-
lo vio bien. ¿Será el del exilio el futuro que presenció? Porque no hay magia,
ni santería, ni Sai Baba posibles que hagan que observe bien cualquier otro
escenario.
© La Nación
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