viernes, 25 de enero de 2019

10YearsChallenge: las retorcidas vueltas de las alianzas políticas argentinas

Por Giselle Rumeau
El paso de los años no sólo deja impiadosos pliegues, canas y rugosidades. En el proceso se acumula experiencia y uno tiene la posibilidad de aprender de los errores. Lo que suele resultar un esfuerzo monumental para los argentinos, a juzgar por esa tendencia obstinada hacia la repetición de todos los males y dolencias que nos caracteriza. En ese sentido, el transcurrir del tiempo es perfecto para mostrar las incoherencias y algunas miserias de la clase política vernácula, algo que solemos soportar y hasta negar.

Basta solo con adaptar el reciente desafío viral gestado en las redes sociales, conocido como "10YearsChallenge" -o "El reto de los 10 años" en su versión castiza- a las alianzas electorales argentinas para activar la memoria y descender a los sótanos de las pesadillas.

El reto de las redes, por cierto, bien morboso, consiste en publicar una foto de 2009 y una actual para comprobar lo viejo que uno está, lo bien que se mantiene, recordar cómo era antes de someterse al bótox, o vaya a saber qué. Lo cierto es que millones de personas en el mundo se subieron a la ola y hasta algunos dirigentes políticos locales se animaron a publicar sus imágenes del pasado. Pero ¿qué pasa si se buscan las fotos de los frentes de 2009, año en que también se celebraron elecciones legislativas, y se las compara con las alianzas actuales? Muy pocos salen indemnes.

El 2009 fue el año en el que el kirchnerismo sufrió su primera derrota, tras la extensa y feroz pelea con el campo. Perdió a nivel nacional su mayoría legislativa en la Cámara de diputados aunque mantuvo el control del Senado. El mazazo en la provincia de Buenos Aires llegó de la mano del candidato de la alianza Unión PRO, Francisco de Narváez, quien se impuso por dos puntos sobre el ex presidente Néstor Kirchner -cabeza de lista del Frente para la Victoria- al obtener el 34,6% de los votos.

La foto de época muestra a De Narváez festejando la victoria junto a sus socios, el entonces jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, y el diputado Felipe Solá, quien había roto con el kirchnerismo tras fracasar en su intento por quedarse con la presidencia de la Cámara baja.

Eran tiempo en que las críticas hacia la hegemonía del kirchnerismo los unía. Solá decía, por caso, que "era fundamental derrotar al kirchnerismo en la Provincia", cuestionaba su política económica y el blanqueo de capitales "que iba a permitir que Antonini Wilson blanquee el dinero de la valija". Hoy el ex gobernador bonaerense volvió, sin ponerse colorado, a cobijarse bajo el ala de Cristina Kirchner.

De Narváez, en tanto, está afuera de la política electoral y partidaria. Y Macri se sienta en el sillón de Rivadavia gracias a una alianza gestada en 2015 con la UCR -a quien por entonces consideraba parte de la vieja política- y la Coalición Cívica, liderada por Elisa Carrió, quien era su principal detractora.

Para el oficialismo, la derrota fue una catástrofe, aunque todavía estaba lejos del fin. Néstor Kirchner había apostado el polémico recurso de las candidaturas testimoniales, al llevar en su lista al gobernador bonaerense Daniel Scioli y al jefe de Gabinete Sergio Massa, e incluir los nombres de los intendentes en más de cincuenta boletas provinciales. Pero la maniobra electoral, avalada por la Corte Suprema y que permitía a un candidato con un cargo presentarse a elecciones legislativas y no asumir luego su banca, no alcanzó.

La fuerza más votada a nivel nacional había sido el Acuerdo Cívico y Social, fundado por Carrió junto a Gerardo Morales, que era el titular de la UCR, y Margarita Stolbizer. La alianza, que también integraba el socialismo y algunos partidos provinciales, llegó a 5,8 millones de votos.

"Mi límite es Macri", solía decir Lilita cuando le preguntaban si toda la oposición debía unirse para derrotar al kirchnerismo. En 2015, tuvo que tragarse sus palabras.

Sus socios le pedían entonces que encabece la lista de diputados en la Ciudad de Buenos Aires. Pero ella, fiel a su estilo, hizo lo que quiso. Propuso como "el mejor candidato" para liderar la boleta al economista Alfonso Prat Gay. No resultó. La lista finalizó tercera con el 19,1%, detrás de quien sería su socio electoral en 2011: Pino Solanas, que sorprendió al lograr el 24,2% de los votos.

Al frente de Proyecto Sur, el cineasta cuestionaba al macrismo en la Ciudad y al gobierno kirchnerista por igual. Pedía, por caso, la renuncia de los funcionarios Julio De Vido, de Guillermo Moreno y de Ricardo Jaime, ante las denuncias de corrupción. Hoy, con un patetismo prodigioso, pide incluir a Cristina Kirchner en un frente opositor para derrotar a Cambiemos.

Pese a ser una dirigente muy valiosa, Margarita Stolbizer no se queda afuera de la maraña de contradicciones políticas. Como candidata en la Provincia obtuvo en 2009 el 21,1%. Había pegado el portazo en el radicalismo en 2007, enojada por la postulación presidencial de Roberto Lavagna, un peronista, con el sello de la UCR. Y terminó cerrando en 2015 una alianza con Massa, que en las últimas elecciones legislativas la dejó afuera del Congreso.

En la foto del Acuerdo Cívico y Social también estaba Patricia Bullrich, hoy ministra estrella del gabinete de Macri y hasta mencionada para ser su compañera de fórmula. Por esas elasticidades de la política local, la titular de la cartera de Seguridad pasó de dudar en 2009 de los principios éticos y republicanos del PRO a ser una "incondicional del Presidente".

Pero el saltimbanqui más llamativo del 2009 resultó ser Martín Sabbatella. El entonces intendente de Morón recorría sin descanso los programas radiales con mayor audiencia para defenestrar al kirchnerismo, y se presentaba como candidato a diputado en la Provincia en una lista propia de su partido Nuevo Encuentro, con la que apenas obtuvo el 5,8% de los votos. Hoy es uno de los soldados cristinistas más obsecuentes.

Pequeñas y tristes postales de la vida política argentina.

© 3Días

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