El nuevo presidente
apabulla con un aluvión de promesas,
que levanta la esperanza entre sus
seguidores y acentúa
las críticas de sus detractores
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México |
Por Javier Lafuente
Puestos a acometer retos ambiciosos, Andrés Manuel López
Obrador, el nuevo presidente de México, propone un punto y aparte en la
historia del mayor país de habla hispana del mundo. Un torniquete a la sangría
de corrupción e impunidad que ha quebrado la nación norteamericana. Para ello,
nada más tomar posesión del cargo, apabulló con un aluvión de promesas,
expuestas con una grandilocuencia mesiánica que levanta la esperanza entre sus
seguidores y acentúa las críticas de sus detractores.
Este primero de diciembre fue un día hiperbólico, repleto de
símbolos y gestos de quien mejor maneja las emociones de los mexicanos. Un
gigante de la comunicación y la imagen que puso en evidencia a su antecesor
ante la mirada del Congreso y de los jefes de Estado y de Gobierno invitados, y
que se dio un baño de masas en la tarde con un discurso maratoniano que resume
en su tradicional consigna: “Por el bien de todos, primero los pobres”. Después
de recibir el bastón de mando de los pueblos indígenas, clamó: “Es necesaria
una modernidad forjada desde abajo y para todos; lo que queremos es la
purificación de la vida pública de México”.
El nuevo presidente de México demostró que como mejor se
defiende es como un político en permanente acto de campaña. Así se mostró en el
Palacio Legislativo de San Lázaro y horas después en el Zócalo capitalino.
Acostumbrado a definirse a la contra, el mandatario tiene por delante el reto
de mostrarse como un jefe de Estado de todos los mexicanos. Ya tiene el poder.
De hecho, tiene mucho poder, con la mayoría de su partido en el Congreso, que
le permitirá sacar adelante todas las normas que considere oportunas.
De momento, lejos de tratar de conciliar, mitineó para la
audiencia que se arremolinó en el Zócalo, una pequeña parte del enorme capital
político adquirido el 1 de julio, cuando arrasó en las urnas. “Yo ya no me
pertenezco, soy de ustedes, soy del pueblo de México. (...) Sin ustedes, los
conservadores me avasallarían”, cerró una intervención en la que hizo 100
promesas, desde lograr un sistema de salud como el de los países nórdicos,
amnistiar a presos políticos víctimas de abusos caciquiles o asegurar que no
habrá censura durante su Gobierno. Apenas hubo referencias, eso sí, a cómo
logrará tamaña epopeya.
No por familiar –lo dicho este sábado lo ha repetido hasta
la saciedad durante la campaña y después de ella- la intervención del nuevo
mandatario en el Congreso deja de tener una trascendencia mayúscula. Con un
discurso prominente de dirigente de izquierda, cargó repetidamente contra el
neoliberalismo y prometió un cambio “radical” ante la plana mayor de la
política nacional y delante de todos sus invitados internacionales, incluida la
hija del presidente de Estados Unidos, Ivanka Trump.
Pocas veces en la toma de posesión de un presidente de un
país democrático el mandatario entrante apabullaba a su antecesor como lo hizo
este sábado López Obrador con Enrique Peña Nieto, a quien las urnas ya habían
suministrado un castigo sin precedentes. El ya presidente agradeció a su
predecesor priista que no interviniese en las elecciones de julio, como, dijo,
habían hecho otros dirigentes en el pasado. Después, aseguró que tumbará todas
las reformas emprendidas por él y criticó su política económica neoliberal. No
obstante, entre críticas de sus partidarios y la oposición, aseguró que no es
partidario de perseguir delitos previos a este 1 de diciembre. “Propongo al
pueblo de México que ponga un punto final a esta horrible historia y que no
haya persecución a los funcionarios del pasado. Es más severa la condena al
régimen neoliberal y hacer todo lo que podamos para abolirlo que someter a
procesos judiciales a sus personeros, quienes a fin de cuentas no dejan de ser
menores ante la esperanza de todo un pueblo”, concluyó.
La hipérbole era continua. “Puede parecer pretencioso o
exagerado, pero no solo se inicia un nuevo Gobierno: hoy comienza un cambio de
régimen político. Se acabará la corrupción y la impunidad que impiden el
renacimiento de México”, garantizó López Obrador, antes de sacudir al
neoliberalismo como hacía tiempo que no hacía un líder democrático en América
Latina: “Queremos convertir la honestidad y la fraternidad en forma de vida y
de gobierno. No se trata de un asunto retórico o propagandístico. Estos
postulados se sustentan en la convicción de que la crisis de México se originó
no solo por el fracaso del modelo económico neoliberal sino por el predominio
de la más inmunda corrupción pública y privada. Nada ha dañado más a México que
la deshonestidad de los gobernantes”.
© El País (España)
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