Por
Francisco Olivera
Como cierre de año resultó bastante gris: le faltó, por lo pronto,
el brindis esperanzador sobre las posibilidades del próximo. El 2018 fue en la Unión
Industrial Argentina un trago amargo que
volvió a servirse ayer, en la última reunión de comité directivo. El malhumor,
que lleva varios meses, obedece en realidad más al futuro que al presente.
Los
empresarios no ven las perspectivas positivas que proyecta el Gobierno porque,
ante todo, perciben que los aqueja un mal enquistado: el costo argentino.
"Ojalá tenga que pedir perdón", venía de disculparse por la mañana
Miguel Acevedo, presidente de la entidad, luego de trazar en conversación con
Luis Novaresio , en radio La Red, un pronóstico sombrío sobre una eventual
recuperación en 2019.
Y éso que apostaron y apuestan por Mauricio Macri . No bien ganó en 2015, y ya pasada la
afinidad que muchos habían ejercido durante la campaña con Daniel Scioli y
Sergio Massa, se aferraron enseguida a lo que consideraban sería el fin del
populismo. Algunos de ellos llegaron a ilusionarse oyendo al Presidente citar a
Arturo Frondizi. Aunque los más experimentados no tuvieran excesiva fe en el
gradualismo. "Si ustedes no despiden empleados, si no achican el Estado, los
que vamos a tener que despedir vamos a ser nosotros", oyó de uno de
ellos Andrés Ibarra, hoy vicejefe de Gabinete, allá
por el otoño de 2016.
Ayer, en esa catarsis general en que volvió a convertirse la
convocatoria a la sede de Avenida de Mayo, algunos reavivaron prejuicios que
entonces ya tenían sobre el heredero de Socma: no tiene ni tendrá nunca un plan
industrial porque no le interesa este sector, que considera obsoleto y
prebendario, repetían. La reactivación inicial de este ciclo, que empezó a ahogarse
el 25 de abril pasado con la primera corrida cambiaria, los había llevado sin
embargo a olvidar esas presunciones. "Acevedo ya admite que ese crecimiento
fue artificial", dijo anoche uno de ellos.
La eliminación de River, que vieron juntos y en directo,
contribuyó al pesimismo de varios. Eduardo Nougués (Ledesma), José Urtubey
(Celulosa), Cristiano Rattazzi (Fiat Auto), Roberto Arano (Centro
Azucarero). La descripción por sectores se dio en la misma atmósfera. Jorge
Sorabilla, de TN Platex, volvió a poner el acento en las tasas de interés.
Alberto Álvarez Saavedra, de laboratorios Gador, insistió en que hoy resultaba
más barato importar medicamentos de la India que producirlos en el país. Y
Rattazzi advirtió sobre los costos con que la carga impositiva dificulta
exportar a Brasil.
Jair Bolsonaro no los
tranquiliza. Tampoco la fragilidad del Mercosur. ¿Y si el gobierno argentino
pretende bajar el arancel externo común, como trascendió, para evitar que el
presidente electo brasileño directamente lo elimine?, se preguntaban ayer. La
Argentina tiene un problema estructural respecto de su socio. Como casi carece
de sectores con ventajas comparativas y Brasil arrastra una recesión, el único
modo de exportarle es a precios bajos en dólares. Y el escenario podría
agravarse si, como promete la trayectoria y la ortodoxia de Paulo Guedes,
futuro ministro, habrá una apertura económica: entonces se deberá competir además
contra el ingreso de productos de otros destinos.
La industria nacional no es competitiva, acusan desde el principio
los macristas. Los industriales suelen atribuirlo a la carga del Estado. Ayer,
por ejemplo, volvieron a plantear en la reunión la idea de que Brasil está en
ese sentido un paso adelante: ya hizo su reforma laboral y parece dispuesto a emprender
la tributaria.
Ese desvelo llevó a Daniel Funes de Rioja (vicepresidente) y a
Carlos Garrera (protesorero), a plantear que habría que apurar una reunión con
Lucas Fernández Aparicio, nuevo secretario de Trabajo, un ex UPCN que tendrá a
cargo las paritarias. Y a la mayoría a no terminar de enterrar nexos que
molestan mucho en el Gobierno, como los encuentros con la Conferencia Episcopal,
la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, la Corriente Clasista
y Combativa y Barrios de Pie.
Que, pese a las ironías de la Casa Rosada, cierto desprecio a esas
organizaciones y objeciones internas como las de Rattazzi y Funes de Rioja, los
industriales hayan resuelto seguir frecuentando esos encuentros indica que no les
sobran referentes políticos. Y habla también del futuro: no sólo han perdido coincidencias
con Scioli y Massa sino que vuelven a temerle a Cristina Kirchner. Es el único motivo por el
que, llegado el caso, la mayoría de ellos votaría a Macri el año próximo. Como
si desde aquel ballotage de noviembre de 2015 el tiempo no hubiera
transcurrido.
© La
Nación
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