Por Isabel Coixet |
Pero hay algo más:
junto a los grupos de señoras de impecable aspecto hay mesas de chicos solos,
con las cejas depiladas y el pelo lacio, que sorben tazas de té y saborean con
parsimonia delicados Mont-Blanc de castañas y porciones de tiramisú al té
matcha.
Confieso que no me había percatado de la presencia
de estos, fascinada como estaba por la presencia de las señoras, que me
recuerdan a mi propia madre y sus amigas. La amiga japonesa que me ha traído
hasta aquí me señala las mesas de los chicos y me dice que hace diez años a
ningún hombre japonés se le hubiera ocurrido estar en un lugar así y pedirse un
pedazo de tarta, y que esos chicos forman parte de un creciente movimiento
llamado Herbívoros; en japonés, Ohitorisama.
Le digo que lo único que sabía del tema es que los
Herbívoros rechazan cualquier contacto sexual. «Es mucho más que eso –me
dice–. La semana pasada el primer ministro, Shinzo Abe, los nombró como
la gran amenaza del futuro de Japón». «¿Y eso? Chicos a los que les gustan
los dulces y no quieren follar no me parecen tan amenazadores…».
«Verás, el año pasado nacieron un millón de
personas en Japón y murieron un millón trescientas mil, la población de Japón
disminuye más que la de cualquier otro lugar del mundo, pero es que los
Herbívoros no quieren tener las responsabilidades de sus padres; no quieren ser
propietarios ni de casas ni de coches; ni quieren trabajar ochenta horas
semanales ni quieren viajar fuera de Japón ni quieren tener familias. Son la
reacción a la cultura de los salary man y la apropiación de
los atributos femeninos que hasta ahora les estaban vedados. Rechazan
frontalmente la masculinidad tóxica, pero rechazan también a las mujeres con
personalidad propia, a las que consideran agresivas e intimidantes. Quieren
hacer punto, hornear pasteles, llevar sujetadores, peinar muñecas, crear
abalorios, llevar las cejas depiladas… Hoy en día son el grupo social con más
crecimiento en la sociedad japonesa. Tienen asociaciones, prensa propia y hasta
una serie de televisión, Girly men, en la que un experto en artes
marciales lleva una vida secreta haciendo crochet para su colección de animales
disecados».
«Pues no tiene que ser muy divertido ser mujer en
Japón en estos tiempos». «No, lo cierto es que no –dice mi amiga mirando
tristemente a su alrededor, buscando a la camarera. ¿Quieres otro pedazo de
tarta?
No hemos probado el cheese cake de mango».
No hemos probado el cheese cake de mango».
© XLSemanal
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