Por Roberto García |
Al menos, en esa dimensión. Pero ella quiere ser gobernadora el año próximo,
requiere más clientela para su producto, jura haberse formado en una conciencia
social que no solo fue violenta como le atribuyen a su padre y, por lo tanto,
se empeña en graciosas concesiones que le permiten ofrecer el Paraíso a sus
propios creyentes y a otros de religiones diversas. Además, para el ojo
orwelliano de Cristina, le señala clínicamente que su favorito porteño,
Kicillof, nunca sostendría con tanto esmero la bandera kirchnerista y que,
en ese poderoso predio matancero, la ex presidenta conserva caudal y votos
gracias al tradicional ejercicio del proselitismo peronista.
Del otro lado. Menos generosa en apariencia se muestra Vidal, jefa de la Provincia, con
incapacidad presunta para contribuciones sociales tan elevadas como las de
Magario, aunque pastora de un credo semejante de poder, el de la reelección,
apelando a recursos que algunos liberales califican de “Evita amarilla”.
Hasta ahora, en víspera de las festividades, anunciando un modesto regalo
de 300 mil cajas navideñas como deseo de paz para las familias carenciadas a
cambio de la consecuente paz que esas familias carenciadas le deberán devolver
a la Administración en esas fechas. Transitorio entendimiento.
Pero esos solidarios aportes para la Nochebuena son apéndices de una
distracción mayor del presupuesto nacional que enlaza la pasión cristiana
de María Eugenia y el interés obvio de Macri, otro en el modo electoral del
celular. Es que al “pobrísmo”, ya en la campaña, se lo nutre, favorece o
anestesia con diferentes abnegaciones dinerarias, no vaya a pensar ese gentío
que el origen de su parálisis y decadencia se reconoce en quienes hoy los
ayudan, sean de esta administración o de la pasada.
Stanley porta el estandarte Stanley de la abnegación grandiosa, la
ministra se atrevió a garantizar “vamos a tener un fin de año calmo, sin
turbulencias en la calle”, como vaticinaron con menos substancia Prat-Gay los
brotes verdes y Dujovne las ventajas de una loción mal envasada que hará crecer
el cabello.
En el caso de la ascendente dama ministerial, se fundamenta en un
aporte: ejecutó un desprendimiento de dos cuotas a repartir en una miríada de
núcleos sociales, embajadores de planeros o de otros subsidiados. Una, para
noviembre, de 1.200 millones de pesos y, otra, en diciembre, por la misma
cantidad. Redondito el número: parece que Stanley hubiera comprado con el
cheque filantrópico una quietud temporaria, estacional. A pesar de
nubarrones mínimos que advierte otro meteorólogo social, Pérsico, quien reclama
adicionales cuestionando el vaticinio climático de Stanley. Su voz, sin
embargo, alarma menos que otras: la mayor inquietud oficial reposa en un
revulsivo Polo Obrero y otras versiones de la izquierda que, en ocasiones,
suele adherir más a la intransigencia que a la ideología, como si la plata les
interesara menos.
Temores. Ese fantasma de baja intensidad obliga a que el sector privado, los
empresarios, hasta acercaran un diezmo metafórico para bloquear
insubordinaciones y calmar a los intendentes, a la gobernadora y al Presidente.
Otra historia tangencial, en el pobrismo, envuelve a la clase pasiva. El
Gobierno insiste en que no habrá un bono para los jubilados, que su
ortodoxia contable no lo permite. Pero el primo alcalde de Macri, en el municipio
de Vicente López, decidió conceder un bono de 6 mil pesos a los jubilados
que viven en ese ejido. Duda: se trata de una discrepancia familiar o la
certeza de priorizar la situación de sectores castigados en lugar de continuar
ciertas obras. Lo mismo que se planteó Magario con un volumen de generosidad
inusitado y mayor intencionalidad política. Pero al primo Macri ni se le ocurre
ser gobernador mientras Vidal persista,
como ahora, en ese trámite, dispone de otras quimeras. Igual, en Gobierno,
explotan dos derivaciones sobre estos temas.
El mandatario admite que en aras del federalismo y las negociaciones
legislativas, Frigerio
les ha entregado a las provincias (y a las intendencias) una porción de capital
que le restó casi ingenuamente a su administración, facilitando autonomías
superiores, contingencias como las de Magario, y el dato estadístico de que los
gobernadores exhiben mayor capacidad de gestion que la Casa Rosada. En este
episodio radica buena parte de la controversia interna entre el ministro del
Interior, hoy en proceso devaluatorio, y el acaparador Marcos Peña.
Mucho más seria esta diferencia que el conflicto publicado, en el que el
ministro pretende ampliar con peronistas la base del Gobierno versus la
contumacia por impedirlo del jefe de Gabinete.
Al margen de bonos, dádivas o premios, la cuestión de los jubilados
tendrá este martes una vuelta de tuerca nacional, ajena a las aspiraciones de
jefes municipales. Como se sabe, ese día la Corte Suprema definirá un índice
a aplicar sobre ciertas remuneraciones y, también como se sabe, habrá un
pronunciamiento favorable a quien demanda contra el Estado, que habrá de
alterar previsiones del área económica, una suerte de pasivo contingente en
miles de millones que provocará un duro impacto en los cálculos económicos. Más
que discutir el resultado de 3 a 2, 4 a 1 o 5 a 0 que ahora caracteriza a las
estrellas de la Corte, los cinco ministros del Tribunal discurren sobre la
consecuencia del fallo. O sea, la forma para mitigar en el Estado el pago
futuro y la naturaleza del medio a utilizar (pesos, bonos, papeles falsos, vaya
uno a saber).
Más temprano que tarde, y aparte de las derivaciones inmediatas, el
veredicto agrava hacia delante el proceso de inflación. Aunque sea justicia,
tampoco esa alternativa borra la consigna: pobrismo para todos.
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