Por Fernando Savater |
Certifican el
próximo final de nuestras libertades públicas, la inquisición llameante contra
los disidentes, el exterminio de musulmanes y demás infieles. Las más
estremecidas son ciertas feministas inflamadas, que anuncian para las mujeres
un retorno cargado de cadenas al fregadero y la pata quebrada... en el mejor de
los casos. También Pablo Iglesias ha tocado a rebato, cómo no. Llegan
tiempos gore, dejen de bostezar.
Mas allá de un
insulto contra quien asusta o compromete nuestro cotarro, es “fascista” el que
pone su identidad étnica por encima de la ley y coacciona de cualquier modo a
sus chivos expiatorios, los que no la comparten. Por ahora, Vox no ha ejercido
ni preconizado esos malos modos contra los que no comulgamos (¡ejem!) con su
ideario. Lo hacen en cambio de forma tumultuosa los CDR y la CUP en Cataluña,
con pertinacia admirable si se aplicase a otras cuestiones.
Y desde luego la
receta se empleó en Euskadi de forma sanguinaria, aún no condenada por los que
ahora representan políticamente ese ideario atroz en sede parlamentaria, con la
reticente complacencia de sus primos dizque moderados. Lo cual no impide a gran
parte de los ahora alarmados por la llegada de Vox pactar con ellos, disimular
benévolamente sus excesos y reprender a quienes piden contundencia en vez de
diálogo. ¿Extremismo antidemocrático? Eso ya estaba aquí...
© El País (España)
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