miércoles, 19 de diciembre de 2018

Alarmas

Por Fernando Savater
Los hallazgos que más nos emocionan, para bien o para mal, dependen de la perspectiva con que enfocamos el mundo. Borges contó que un amigo japonés recordaba con entusiasmo su viaje a Irán: “¡Por fin he conocido Occidente!”. Entre nosotros, muchos están sacudidos en lo más íntimo por la irrupción de Vox, que les produce los gratificantes retortijones del fascismo resucitado. “¡Ya están aquí!”, como decía la niña de Poltergeist. 

Certifican el próximo final de nuestras libertades públicas, la inquisición llameante contra los disidentes, el exterminio de musulmanes y demás infieles. Las más estremecidas son ciertas feministas inflamadas, que anuncian para las mujeres un retorno cargado de cadenas al fregadero y la pata quebrada... en el mejor de los casos. También Pablo Iglesias ha tocado a rebato, cómo no. Llegan tiempos gore, dejen de bostezar.

Mas allá de un insulto contra quien asusta o compromete nuestro cotarro, es “fascista” el que pone su identidad étnica por encima de la ley y coacciona de cualquier modo a sus chivos expiatorios, los que no la comparten. Por ahora, Vox no ha ejercido ni preconizado esos malos modos contra los que no comulgamos (¡ejem!) con su ideario. Lo hacen en cambio de forma tumultuosa los CDR y la CUP en Cataluña, con pertinacia admirable si se aplicase a otras cuestiones.

Y desde luego la receta se empleó en Euskadi de forma sanguinaria, aún no condenada por los que ahora representan políticamente ese ideario atroz en sede parlamentaria, con la reticente complacencia de sus primos dizque moderados. Lo cual no impide a gran parte de los ahora alarmados por la llegada de Vox pactar con ellos, disimular benévolamente sus excesos y reprender a quienes piden contundencia en vez de diálogo. ¿Extremismo antidemocrático? Eso ya estaba aquí...

© El País (España)

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