Por Fernando Savater |
Propongo preparar vídeos donde se
escuche a las mujeres maltratadas (las supervivientes, claro) y a sus
maltratadores.
Ellas contarán las humillaciones de cada día, los insultos por
cualquier futesa ante los hijos aterrados, los celos persecutorios, el temor
cada noche a los pasos del borracho agresivo, los empujones y bofetadas, las
amenazas de muerte y, aún peor, las amenazas a los hijos…
Ellos hablarán de los malos ejemplos que vieron de pequeños
en sus casas, la educación machista entre brutos de patio colegial, del amor
entendido como sumisión devota de ella, sus pretensiones de independencia
padecidas como infidelidad, las frustraciones de una vida laboral sojuzgada por
otros y la mísera compensación de ser amos absolutos en su hogar…
Atestiguarán amigas de ellas para acusar la vigilancia
continua del celoso, sus modales atrabiliarios, las broncas frecuentes,
escandalosas, y también amigos de ellos que denuncian el mal carácter de la
mujer y sus desplantes, incluso coqueteos quizá no siempre inocentes, lo que
tuvo que aguantar el pobre hasta que… Los alumnos escucharán a todos y
concluirán que deben reconciliarse porque vivimos ya un tiempo nuevo.
¿Cómo, no les convence a ustedes este planteamiento
equidistante, exculpatorio, que convierte a todos en víctimas y difumina a los
verdugos, desconociendo los derechos de las agredidas en nombre de la triste
historia de los agresores? ¿Dudan de que los alumnos entiendan quién hizo mal y
qué es lo que está mal en ese conflicto? Pues tampoco van a gustarles los
vídeos didácticos para explicar la violencia terrorista a los estudiantes vascos.
¡Qué difícil es la pedagogía!
© El País (España)
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