Por Manuel Vicent |
Pese al
masoquismo antropológico de los españoles, este país es líder mundial en
donación y trasplantes de órganos, en fecundación asistida, en sistemas de
detección precoz del cáncer, en protección sanitaria universal gratuita, en esperanza de vida solo
detrás de Japón, en robótica social, en energía eólica, en producción
editorial, en conservación marítima, en tratamiento de aguas, en energías
limpias, en playas con bandera azul, en construcción de grandes
infraestructuras ferroviarias de alta velocidad y en una empresa textil que se
estudia en todas las escuelas de negocios del extranjero. Y encima para
celebrarlo tenemos la segunda mejor cocina del mundo.
Frente a la agresividad que rezuman los telediarios, España es el país
de menor violencia de género en Europa, muy por detrás de las socialmente
envidiadas Finlandia, Francia, Dinamarca o Suecia; el tercero con menos
asesinatos por 100.000 habitantes, y junto con Italia el de menor tasa de
suicidios.
Dejando aparte la
historia, el clima y el paisaje, las fiestas, el folklore y el arte cuya
riqueza es evidente, España posee una de las lenguas más poderosas, más
habladas y estudiadas del planeta y es el tercer país, según la Unesco, por
patrimonio universal detrás de Italia y China.
Todo esto demuestra
que en realidad existen dos Españas, no la de derechas o de izquierdas, sino la
de los políticos nefastos y líderes de opinión bocazas que gritan, crispan, se
insultan y chapotean en el estercolero y la de los ciudadanos con talento que
cumplen con su deber, trabajan y callan.
© El País (España)
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