Por Fernando Savater |
Pero resulta que todos pensamos, filósofos o no, porque no nos queda más
remedio: somos animales racionales, fue un filósofo quien lo dijo…
El carpintero
piensa bien para fabricar una mesa correcta, el payaso para hacer reír, el
asesino para matar como es debido… En su tarea, la filosofía les es poco útil,
porque no enseña a pensar lo que hacemos sino lo que somos y cómo entenderlo,
aunque sea irremediable.
Compuesta de
preguntas y de respuestas tentativas que las empeoran, es muy distinta al libro
de autoayuda. Y los que afirman que sirve para criticar al poder deben
hacérselo mirar, como decimos en Cataluña: será, en todo caso, para definirlo y
recomendarlo. ¿La filosofía, manual del guerrillero? ¡No te rías, Platón!
Apuntemos un
peligro, que no la hace dañina sino más interesante. A diferencia de la
ciencia, que se sustenta en pruebas, la filosofía funciona con argumentos,
nunca definitivos. Persuadir, no demostrar. Y tiende a la genialidad en el
mejor de los casos, pero al delirio en los peores.
Jean-François
Braunstein ha escrito sobre esto en La filosofía se ha vuelto loca (ed.
Grasset), analizando delirios sobre el género, el animalismo y la eutanasia.
Los amigos de la filosofía deben leerlo y procurar que no lo lean los
legisladores poco imaginativos, por si nos dejan otra vez sin ella… Hay amores
que matan cuanto ignoran.
© El País (España)
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