Por Manuel Vicent |
No se habla del cuarto de baño, donde en todo caso,
hombre o mujer, se puede ser limpio y elegante o un cerdo.
En la política también existen distintos espacios, cada uno
con unas reglas muy estrictas. En el Parlamento, como en el salón de casa, se
defienden públicamente los derechos humanos, se permite soñar con la
independencia o con la unidad indisoluble de la patria, se establecen los
buenos deseos de libertad y de justicia envueltos con grandes palabras. Estas
cuestiones etéreas no se debaten en la cocina donde se guisa la inmediata
realidad parda de cada día.
No es imaginable que una familia bien educada confunda los
espacios y se comporte ante las visitas en el salón como en la alcoba y en la
cocina como si estuviera en el cuarto de baño, cosa que, en efecto, sucede en
la política española cuando en el salón se debaten los grandes problemas y de
pronto se oye que alguien arriba ha tirado de la cadena del váter y todos los
ideales de paz, de consenso, de entendimiento, de diálogo han sido arrastrados
hacia el desagüe por un torrente de mierda.
Algunos diputados muy patriotas se comportan en el salón
como en el retrete, los soberanistas catalanes guisan su ideal de independencia
a medias con un mejunje de garbanzos que produce un flato insoportable y, por
su parte, los medios de comunicación han convertido la política española en una
impúdica cama redonda. Eso es todo.
© El País (España)
0 comments :
Publicar un comentario