Los republicanos
mantienen el control del Senado pero
el presidente Donald Trump queda
debilitado.
La candidata demócrata Ilhan Omar junto a varias votantes en Minneapolis. Omar será la primera americana-somalí en el Congreso. (Foto/AP) |
Mundo - El Partido
Demócrata ha recuperado el martes el control de la Cámara de Representantes de
Estados Unidos, tras ocho años de mayoría republicana, y ha dejado debilitado
lo que queda de mandato de Donald Trump.
No ha logrado, sin embargo, asestar el que hubiera sido un
golpe letal, ya que los conservadores mantienen el Senado. Se abre una etapa de
incertidumbre, pues los controvertidos sueños trumpistas de levantar un muro
con México para frenar la inmigración o la liquidación de la reforma sanitaria
de Barack Obama quedan heridos de muerte.
El descontento con el presidente, uno de los gobernantes más
impopulares y divisivos de la historia reciente, ha movilizado a los votantes
progresistas en unas elecciones legislativas marcadas por la alta participación
y el reflejo de un tiempo nuevo. Los estadounidenses han escogido un Congreso
con más mujeres y más diversidad racial y religiosa que nunca.
La conquista de la Cámara baja por parte de los demócratas
mueve las placas tectónicas en Washington. El presidente ha gobernado hasta
ahora desde la Casa Blanca con la tranquilidad de que al otro lado de la
Avenida Pensilvania también reinaban los suyos, pero el cambio de mayoría
conlleva muchos problemas para el republicano. Los demócratas podrán bloquear
la aprobación de leyes, ya que requieren el visto bueno de ambas partes del
Capitolio, e impulsar sus propios proyectos legislativos, aunque luego se den
de bruces con el muro republicano en el Senado. También disponen de los votos
necesarios para iniciar investigaciones sobre Trump y sus negocios, e incluso
impulsar un proceso de destitución (impeachment),
aunque difícilmente prosperaría, porque necesita dos tercios de los senadores.
La llamada ola azul, color con el que se identifica al
partido de Barack Obama y Hillary Clinton, llegó sin fuerza suficiente para
arrastrar a la Cámara alta, una empresa sumamente difícil en tanto que solo se
renovaban 35 de los 100 escaños y la mayoría, 26, eran demócratas. De hecho,
los republicanos consolidan su mayoría en el Senado manteniéndose al menos con
51 representantes.
Una vez más, el voto rural tendió a favorecer a los
republicanos y las zonas urbanas y suburbanas a los demócratas. Pero para estos
últimos, el triunfo en la Cámara de Representantes, que ya han alcanzado la
mayoría de 219 asientos, arroja señales esperanzadoras: ganaron distritos en
los que no eran favoritos en Nueva York, Texas, Illinois o Virginia. Y en la
batalla por el puesto de gobernador lograron importantes victorias en Michigan
y Wisconsin, zonas del cinturón industrial que en 2016 abrazaron al magnate.
Elecciones trascendentales
para el feminismo
Fue también una buena noche para el movimiento feminista,
vigorizado por la ola MeToo de
protesta contra el acoso sexual, ante un presidente acusado de abusos por
varias mujeres y que se ha caracterizado por sus comentarios a menudo sexistas.
Con los resultados disponibles a medianoche ya se sabía que el Capitolio
tendría al mayor número de congresistas mujeres de su historia.
Se rompieron muchas otras barreras invisibles este martes.
El primer gobernador abiertamente homosexual del país salió elegido en Colorado:
Jared Polis; Alexandria Ocasio-Cortez, de Nueva York, se convirtió, con 29
años, en la mujer más joven elegida nunca en la Cámara de Representantes; y la
victoria de Rashida Tlaib en Michigan significó la llegada del primer musulmán
al Capitolio.
Todos hablaron de victoria. “Un éxito tremendo esta noche.
¡Gracias a todos”, escribió Trump en su cuenta de Twitter. Sobre la misma hora,
sin embargo, llamó para felicitar a la veterana congresista Nancy Pelosi, peso
pesado demócrata y líder de este partido en la Cámara de Representantes. Pelosi
destacó el éxito y llamó a la “unidad” en un momento en el que el Congreso
estadounidense queda partido por la mitad, con los republicanos en el poder en
el Senado y los demócratas en la Cámara baja. En el actual contexto la
polarización política que vive el país desde hace años, las posibilidades de
bloqueo en la política nacional resultan evidentes.
Las elecciones de medio mandato siempre destilan aroma a
plebiscito, pero estas lo han hecho especialmente, ya que Trump se ha colocado
en el centro de la campaña, como candidato omnipresente en múltiples mítines.
Las legislativas también suelen servir de castigo al presidente. Salvo escasas
excepciones, los partidos del Gobierno siempre han perdido escaños desde
Franklin D. Roosevelt. En el caso de Obama, en 2010, los demócratas perdieron
la mayoría de la Cámara de Representantes, aunque la debacle llegó en 2014,
cuando el dominio conservador aumentó en dicha Cámara y se extendió al Senado.
Ahora los demócratas leerán los resultados de este martes
con cuidado y tratarán de buscar algunas respuestas que indiquen cuál es el
camino a seguir en 2020, cuando vuelve a elegirse al inquilino de la Casa Blanca.
Beto O'Rourke, con un mensaje muy progresista, no ha logrado finalmente ganar
la carrera al Senado por Texas, uno de los grandes bastiones conservadores.
Pero otro modelo del candidato demócrata, Phil Bredesen, centrista, tampoco lo
ha conseguido en Tennesee.
También son contradictorias las señales para los
republicanos. Casos como el de la gubernatura Florida hablan del tirón del
trumpismo: un candidato a imagen y semejanza de Trump, como Ron de Santis, se
ha impuesto Andrew Gillum, un candidato en el ala izquierda del Partido
Demócrata. Al mismo tiempo, la pérdida en algunos distritos industriales
muestran el desgaste de una presidencia tan extravagante como la del
neoyorquino.
El magnate ha llegado a esta cita electoral con un ratio de
aprobación del 40%, una tasa sorprendentemente baja para un presidente que está
viviendo una de las fases económicas más expansionistas y prolongadas de la
historia. Pero mantiene el atractivo entre los suyos, otro síntoma de división.
Han sido unas legislativas distintas de la mayoría, como
distintas son muchas cosas en la era Trump. El voto anticipado registrado a un
día de la cita se disparó (34,5 millones, un 50% más que en 2014, según la
CBS), señal de un nivel de participación mucho más elevado de lo habitual. La
campaña electoral ha reflejado el clima de crispación. La buena marcha de la
economía, con el nivel de paro más bajo desde la guerra de Vietnam, consistía
en su gran baza electoral, pero el magnate neoyorquino trató de contrarrestar
la movilización de los demócratas azuzando a sus bases con el discurso contra
la inmigración, vinculando a los sin papeles con la violencia y haciendo uso de
su poder presidencial, al enviar a más de 5.000 soldados a la frontera.
Mientras, los demócratas trataron de desmarcarse de un
debate, el migratorio, en el que solo pueden perder, ya que, según los sondeos,
sus votantes apoyan la inmigración, pero no lo premian en las urnas. Los
candidatos de todo el país lucharon por centrar el discurso en los asuntos
sociales en los que sus programas tienen más que ganar, los problemas del
sistema sanitario, los escasos frutos que la mejora económica deja en las
clases más desfavorecidas o las políticas regresivas que se están abriendo paso
en EE UU en materias como el aborto o los derechos LGTB.
Las encuestas a pie de urna revelaron que mientras que
republicanos votaron pensando en la inmigración, los demócratas lo hicieron con
la sanidad. También confirman tendencias, son los hombres blancos el grupo al
que básicamente se debe la victoria republicana.
Después de este martes se abre una nueva etapa en la era
Trump, con efectos dentro y fuera de Estados Unidos. El magnate ha roto con el
orden exterior de Barack Obama, se ha distanciado de los históricos aliados del
país e iniciado una guerra comercial con China de consecuencias globales. Buena
parte de sus acciones emanan de su poder presidencial, pero ahora le lastra un
importante contrapeso en el Congreso. También cambian las potenciales
consecuencias de la investigación de la trama rusa, las pesquisas a cargo del
fiscal especial Robert Mueller sobre la injerencia rusa en las elecciones
presidenciales de 2016.
Informe: El País
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