Juan Grabois |
Por Laura Di Marco
La ministra Carolina Stanley quedó estupefacta la primera
vez que vio a Juan Grabois poniendo el cuerpo para "apoyar" a Cristina
Kirchner en los tribunales de Comodoro Py y, más aún, con su creciente
radicalización y cristinización. Esa no parecía ser la misma persona con la que
había acordado el desembolso de 30 mil millones de pesos para las
organizaciones sociales, a fines de 2016, ni la que había impulsado el
escrache, en 2011, de Cristóbal López.
Para Stanley, Grabois era antimacrista,
sí, pero también anti-K. ¿Qué había sucedido en los últimos meses? En el
Gobierno sospechan que el líder de los cartoneros actúa por recomendación del
papa Francisco. Más aún: calculan que, detrás de la reciente y tácita alianza
opositora entre la CGT, los movimientos sociales, sectores de la Iglesia y del
peronismo, también se agazapa la inspiración papal. Un dato político abona esta
teoría: uno de los habituales interlocutores vaticanos escuchó de boca del
propio Pontífice que Grabois, su hijo del corazón, sería un buen candidato
"para este momento". ¿Candidato a qué? Un grupo de operadores del
Instituto Patria -confirmando, de hecho, la candidatura presidencial de su
jefa- le ofreció la posibilidad de ser su acompañante. Grabois apela a las
matemáticas. "No me dan los números; Cristina necesita abrirse hacia el
centro, no hacia la izquierda".
Lanzada para 2019 y apalancada por el mal momento económico
de Cambiemos, Cristina juega al juego que aprendió junto a Néstor Kirchner: el
de la "reconciliación" con adversarios. Un movimiento de pinzas, que
combina con la atracción de nuevos aliados. ¿El método? Sutiles trucos de la
seducción política. Un antiguo blanco de esos afanes de cooptación, el
dirigente radical santacruceño Ricardo Patterson, lo explica: "Cuando está
en la mala, es dulce y buena, hasta que logra su objetivo. Entonces, vuelve a
ser la misma déspota de siempre. Desde sus inicios, aquí, en Santa Cruz, el
kirchnerismo supo desarrollar una gran habilidad para decirle al otro lo que
quiere escuchar. Detectar la debilidad humana ha sido un 'activo' de Kirchner,
del que ella aprendió". Grabois ni siquiera conocía personalmente a la
expresidenta. Fue ella quien lo llamó a él para "solidarizarse",
después de un fuerte cruce que tuvo, hace unos meses, con Jorge Lanata.
Pero en Grabois anidan sentimientos encontrados. No sabe, a
ciencia cierta, si la estrategia de aliarse con Cristina para derrotar al
macrismo es la correcta. Ese enfant
terrible, capaz de interpelar con violencia a los poderes fácticos, está
lleno de dudas: ese es su secreto mejor guardado. "No estoy seguro de
nada, me banco las contradicciones, las sufro; también las que tengo con la
Iglesia", dirá ante sus íntimos.
Algunos estudiosos del conurbano lo configuran como un
"empresario de la pobreza", por su tarea de intermediación con las
300 cooperativas que lidera (una intermediación que Stanley le fue quitando, de
a poco). Para otros -la ministra de Desarrollo incluida-, es un muchacho de la
clase media acomodada, hijo del mítico Roberto "Pajarito" Grabois,
peronista ortodoxo y exfuncionario de Carlos Menem, que se vio genuinamente
conmovido por la inequidad y decidió hacer algo. Él no lo sabe, pero comparte
con Macri un dato clave de su biografía emocional: la competencia con el padre
y la necesidad de rebelarse ante una figura llena de ambigüedad.
Pero ¿cada cuánto y cómo se comunica con Francisco, su otro
padre, con el que él se identifica? Abogado de la UBA, Grabois es una suerte de
consultor ad honorem del Vaticano, a
través del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Prefiere
verlo a solas en Roma a hablar por teléfono con él desde Buenos Aires. Tiene
miedo de que lo escuchen.
Para comprender con mayor profundidad la tenida cultural
entre el papa Francisco y la administración de Cambiemos hay que detenerse en
el fenómeno de los neopentecostales. El movimiento evangélico, con millones de
fieles en el mundo, es la base de sustentación política de Bolsonaro en Brasil
y se configura como la principal acechanza para el catolicismo. Mayor, incluso,
que la del "neoliberalismo", aunque en el mundo del líder de los
trabajadores informales una cosa va de la mano con la otra. A la condena de la
"cultura del dinero" que pregona la Iglesia Católica, los
pentecostales contraponen el culto a la prosperidad. Mientras que para el
movimiento evangélico -que ensalza a los emprendedores- la capacidad de generar
dinero es un emblema divino, para el catolicismo es un emblema cuasi diabólico.
Es obvio que el sistema de creencias pentecostal germina con mayor
funcionalidad dentro del capitalismo. Una novedosa rivalidad de paradigmas
culturales que lo lleva a Grabois a denunciar la existencia de una
"persecución religiosa" orquestada por el tándem Marcos Peña-Durán
Barba, cuyo destinatario final es el mismísimo jefe del Vaticano.
El hijo político de Bergoglio está convencido de que los
misiles hacia el Papa configuran un ataque organizado hacia la cultura popular.
En el marco de esta subterránea pulseada continental, el triunfo del
izquierdista Andrés Manuel López Obrador, en México, podría leerse como la
contracara del de Bolsonaro. Morena es el sello con el que López Obrador llegó
al poder, pero también es el nombre con el que popularmente se conoce a la
Virgen de Guadalupe, un ícono del catolicismo en el país azteca.
La pregunta del millón es: ¿cómo se concilia este rechazo a
la cultura del dinero con los dirigentes millonarios que pululan en el universo
K y la próspera constelación peronista? La mayoría de los intendentes
bonaerenses que apoyan a Cristina, por caso, viven en lujosos countries.
Volcado al kirchnerismo, Grabois deberá sentarse obligadamente con ellos. ¿Será
esta otra contradicción? Sí.
En un exótico mecanismo mental, Grabois puede separar a la
jefa política de los "corruptos" que la acompañaron en su gobierno.
¿Es posible esa disección política? Para él, sí. La practica también con
Carolina Stanley, a tal punto que cuando surgió la versión de que podría ser la
eventual acompañante de Macri en una fórmula para 2019, le mandó a decir por un
allegado: "No aceptes ser vice, ellos solo te van a usar".
La súbita cristinización de Grabois generó su propia grieta
entre los líderes de las organizaciones sociales. El mismo día que decidió
poner el cuerpo en los tribunales federales, recibió el reproche del Chino
Navarro. "Me decepcionaste, Juan, te fuiste con los corruptos", le
descerrajó el líder del Movimiento Evita. De emocionalidad beligerante, Grabois
se la devolvió: "¡Y justo vos me lo decís, que estuviste doce años con
ellos!". Pero después de ese cruce Navarro también pareció olvidar a los
"corruptos" y hace unos días también recaló en el Instituto Patria.
¿Cree en los hechos que revelaron los cuadernos K? Sí,
aunque desacredita a los jueces federales y abona la teoría cristinista -¿y la
del Papa?- del lawfare: el uso de la
Justicia para perseguir a los enemigos políticos. ¿Tiene en claro que el dinero
supuestamente extraído del Estado es el que faltó para mejorar la calidad de
vida de los pobres? Eso tampoco lo niega. ¿Entonces? En su fuero más íntimo,
solo encuentra una respuesta: "Hay que ganarle a Macri".
© La Nación
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