Por Roberto García |
Hubo silencio gremial: ni una respuesta a la
provocación. Así empezaba el combate del Petiso contra los Gordos.
Para colmo, el árbitro Triaca, atacado en el Gobierno por los propios, se
refugiaba en una posición fetal: no vaya a ser que, por “chupacirios”,
insistieran en derivarlo a una embajada como la del Vaticano para sacarlo del
medio. No prosperó, en apariencia, el operativo.
Duelo. Patético el cónclave con un Sica –aprendiz de
guapo con Aníbal Fernández, su confidente y amigo del cristinismo–
convencido de que quien pega primero pega dos veces, y los otros agraviados,
con la guardia baja, seguros de que el colaboracionismo histórico les mantendrá
la supervivencia y los autos que escandalizan al ministro. Pero la
ficcional discordancia del principio se incrementó luego, por naderías. Y,
como la cuestión era confrontar, un colaborador del ministro, de doble
apellido, multiplicó la discusión e insultó a Daer, uno de los jefes de la CGT.
Casi se van a las manos, hubo que conciliar un
cuarto intermedio. Ni que estuvieran en la Cámara de Diputados. Por suerte
departían en el gremio de Sanidad, siempre hay un enfermero a mano.
Lo absurdo de tantas refriegas era que las dos
partes perseguían un mismo objetivo: evitar el paro general. Sica por orden de
Macri, quien teme empalidecer su imagen si hay combustión social antes del G20,
a fin de mes, y la CGT con el propósito obvio de que no le
achaquen responsabilidades que no le corresponden por la crisis económica.
Prefieren sufrir a ser culpables.
Cristinismo puro. Poco entendible
resultó el conflicto del ministro con los sindicalistas así como su desenlace
final: un bono que había sido diseñado para auxiliar a los jubilados terminó
aplicado a los trabajadores, imponiendo Macri desde el Estado una obligación al
sector privado de 5 mil pesos. Ni en la cabecita más demagógica de
Cristina había figurado esa arbitraria eventualidad.
“Si así piensan tratar a sus amigos, no quiero
imaginar lo que querrán hacerles a sus enemigos. Esta película la vi muchas
veces, hasta en blanco y negro”, lamentó con burla uno de los “gordos”
participantes imaginando los chispazos de un cuadrilátero con el Petiso, Moyano,
Barrionuevo, los grupos sociales o el personal del Estado. De paso, inamistoso,
recordó que hace pocos días Sica sostuvo, al referirse a la investigación de
los cuadernos, que nunca había visto nada: ni coimas, ni sobreprecios, ni
corrupción.
En cuarenta años de servicio y asesoramiento a las
entidades empresariales, con una próspera consultoría, esa declaración semeja a
la de Cristina, quien hace decir que jamás supo lo que hacían su marido y
funcionarios en el primer gobierno K ni en el segundo. Una distraída. Tampoco,
al parecer, sabía lo que su esposo hacía dentro o fuera de la casa. Pero esos
son temas familiares. Como los de Macri con su padre.
Si algunos objetan a Sica por su vínculo
con Fernández, ya en el terreno empresarial, más suspicacias registró la
visita y las fotografías del Presidente a una de las empresas de Rubén
Cherñajovsky, aquel preferido y tutor de Daniel Scioli que en su casa de San Isidro evaluaba a
los candidatos para ser ministros del candidato. Quizás su mayor apoyo. Ahora,
este hombre cambió de orientación y se ha ganado la gratitud de Macri al
inaugurar una planta que arma turbinas eólicas en Campana para el subsidiado
sector de las caras energías renovables, rubro que también homologa más
subsidios para los supuestos componentes nacionales que integran la producción.
En época de ajuste brutal, sorprende esta
generosidad del Estado, no solo para un rival de la política, sino también para
quien manifestó su talento en materia de ensambladoras para conseguir subsidios
en Tierra del Fuego que el mismo Gobierno ha debido recortar: amputó en parte
una ventajosa operación que también realizaba el “hermano del alma” de
Macri, Nicolás Caputo. Como se sabe, en los negocios no existen las
diferencias políticas.
Puede fallar. Pero no todo es
sintonía en ese universo de empresarios y Gobierno, hay otro tipo de
complicaciones. Como la que enredó al segundo operador judicial de Macri, su
amigo Torello, al enfrascarse en una discusión fuera de tono con un textilero
de nota, otro amante y beneficiario de la protección estatal, Teddy
Karagozian.
Más futbolístico que rugbier, Torello
enfrentó al empresario con prepotencia en una discusión por ciertas
declaraciones públicas, lo trató con desprecio y utilizó el término
“sorete” para descalificarlo. Si bien no abundan los defensores de Karagozian,
en este caso logró un frente de adhesiones debido a que el agravio fue cometido
delante del hijo del empresario, una humillación doble. Al mejor estilo Moreno,
salvo que ahora no son los tiempos de Cristina.
Justamente ella es el tema agregado a estas
cuestiones empresariales, ya que circula la versión de que la viuda no se
postularía el año próximo, como gesto para unirse con el peronismo y voltear en
las urnas a Macri, acompañando desde Unidad Ciudadana, agrupación que despliega subsidiarias en todo el país.
Solo exige, dicen, ubicación preferencial para su personal político en las
listas y neutralizar lo que denomina la persecución judicial contra ella y sus
hijos. Si bien esta especie se apoya en más de un testimonio, también se
sabe que la ex mandataria ha consultado a uno de los economistas más mediáticos
del país para interesarse sobre el grado de aislamiento que podría
sufrir la Argentina si el año próximo ella ganara las elecciones.
Fueron varias las preguntas sobre bancos, mercados
y organismos internacionales a este ex funcionario de alta consideración. Es
obvio que nadie se interesa en esas cuestiones si no piensa competir en las
elecciones, quizás porque es imposible escapar de los cantos de sirena si las
encuestas son favorables, aunque la amarren al mástil del barco.
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Perfil.com
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