Por Christian Sanz |
Quienes lo conocen, no se sorprendieron. Es un personaje surgido del
surrealismo argento, que sabe regalar papelones por doquier.
Como cuando
justificó el ataque al periodista Julio Bazán, aún cuando él mismo
es presidente de la Comisión de Libertad de Expresión.
En el mismo sentido, su incontenible verborragia lo llevó a ser
procesado por discriminación luego de injuriar al legislador del PRO Waldo
Wolf por su origen judío.
Cuando la política es corrupción...y perversión |
Sin embargo, lo más sorprendente fue verlo convertido en kirchnerista
luego de haber sido un duro crítico de Néstor y Cristina. Por caso, fue quien
insufló tras bambalinas el voto “no positivo” de Julio Cobos
para tumbar el intento de los K de incrementar las retenciones móviles.
Ciertamente, sus contradicciones no deberían sorprender: critica duramente al
macrismo por la supuesta represión que lleva adelante, olvidando su propio
devenir en los días de la dictadura militar.
En esos idus, Moreau supo trabajar en diario La Opinión,
mientras su propio dueño, Jacobo Timerman permanecía detenido por
los uniformados.
Fue en 1977, cuando el general Teófilo Goyret intervino
de facto el periódico y expulsó a buena parte de los trabajadores. ¿Por qué
Moreau no fue parte de la eyección? La respuesta
la contó TDP en esta nota.
Los días de periodismo para él se terminaron justo al momento de llegada
la democracia. A partir de 1983, Moreau supo acomodarse a la teta del
Estado, sin solución de continuidad. Casi siempre, hasta el día de
hoy —con pequeñas excepciones—, vivió del dinero público.
No obstante, la “diferencia” dineraria la logró gracias a los
sobresueldos que le pagaba el narcolavador Alfredo Yabrán, al igual
que a muchos otros legisladores, tanto radicales como peronistas.
A cambio de ese dinero, Moreau hacía lo que le ordenara el extinto
empresario postal. Por ejemplo, fogonear la denuncia del escándalo
IBM-Banco Nación. Se trató de una maniobra a través de la cual Yabrán
intentó contrarrestar los embates de Domingo Cavallo.
Dicho sea de paso, participaron de la misma opereta los
periodistas Daniel Hadad y Bernardo Neustadt, ambos
—también— a sueldo del empresario postal.
Fue una jugada brillante, porque los principales “alfiles” del
cavallismo aparecían implicados en ese hecho de corrupción y debieron abandonar
sus ostentosos cargos durante el menemismo.
Volviendo a Moreau: en algún momento creyó que podía ser presidente y se
animó a presentarse como candidato. Fue para las elecciones del 27 de abril de
2003. No le fue muy bien: obtuvo 2,34 % de votos.
Un poco antes, en su libro La prueba, del año 2001, Juan
Gasparini aseguró que Moreau fue uno de los presuntos beneficiarios de
los sobornos en el Senado de la Nación, destapados durante el gobierno de La
Alianza.
El referente radical protestó públicamente entonces, pero desistió
de querellar al periodista en la Justicia.
Pasaron los años y, como se dijo, Moreau decidió abrevar en el
kirchnerismo, merced a su entonces yerno, Leandro Santoro, a quien
él mismo ayudó a acomodarse en la Legislatura porteña.
Fue entonces que tomó reimpulso y decidió fundar el Movimiento
Nacional Alfonsinista, el cual poco después se alió al kirchnerato. Por
suerte, Raúl Alfonsín no llegó a vivir para ver algo semejante.
Basta recordar que en agosto de 2006, el otrora presidente radical
sostuvo que los Kirchner encabezaban "una campaña" para
"reinventar la historia" de los 70.
Finalmente, quien superó a Néstor y Cristina, aquel que está decidido a
reescribir los setenta, es su propio ex delfín, el siempre camaleónico
Moreau.
© Tribuna de
Periodistas
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