Fernanda Villas Bôas acababa de emitir su voto en la
elección presidencial de Brasil, el 7 de octubre, e iba saliendo de su casilla
cuando un hombre la agarró por el brazo desde atrás.
El atacante con un cuchillo traía puesta una camiseta de
color negro que decía “Bolsonaro para presidente”, en referencia al militar del
ejército retirado Jair Bolsonaro, político de ultraderecha que fue el candidato
que consiguió la mayor cantidad de votos en la primera vuelta.
“Cuando mi comandante gane, la prensa morirá”, recuerda
Villas Bôas que le dijo el atacante en la ciudad de Recife, en el noreste de
Brasil. Villas Bôas, periodista, traía puesta una identificación del sitio web
en el que trabaja.
A medida que los brasileños se preparan para la segunda
vuelta de la elección más polarizadas en la historia reciente del país, la
animosidad entre los ávidos partidarios de Bolsonaro y quienes se oponen
fervientemente a este político ha desatado violencia que va desde ataques
verbales hasta golpizas y apuñalamientos. Por lo menos uno de ellos fue fatal.
Un grupo de investigación periodística, Agência Pública, lleva un conteo de más de setenta ataques de este
tipo en los primeros diez días de octubre. La mayoría de los reportes son de
atacantes que presuntamente respaldan a Bolsonaro, aunque seis de sus
partidarios también han dicho que fueron blancos de la violencia.
Esto sucede en momentos en que la tasa de homicidios en
Brasil ha alcanzado un récord. El mensaje radical de dureza ante el crimen
promovido por Bolsonaro ha resonado entre una población iracunda por los
delitos al alza y fastidiada con los casos de corrupción, además de los efectos
de una recesión profunda.
Sin embargo, algunos críticos afirman que la retórica
incendiaria de Bolsonaro es parcialmente responsable de promover tal clima de
violencia contra opositores políticos. Ha dicho en varias ocasiones que “la
violencia debe ser combatida con violencia” y a veces en discursos hace como si
estuviera disparando una pistola.
Durante un mitin reciente en el estado norteño de Acre
agarró el trípode de su micrófono como si fuera una ametralladora y le dijo a
los presentes: “Hay que fusilar a los petistas de Acre”, en referencia a los
simpatizantes del Partido de los Trabajadores (PT), la fuerza política de
Fernando Haddad, a quien se enfrentará en el balotaje del 28 de octubre.
La campaña de Bolsonaro después aseguró que todo había sido
una broma.
El candidato también prometió que de ganar la elección
volverá más sencillo que los ciudadanos posean armas. Además, prometió que la
policía tendrá permisos para asesinar a sospechosos, en un país donde la
violencia policial ha sido un problema constante; en 2017, un total de 5144
personas fueron asesinadas por oficiales. Uno de los hijos de Bolsonaro incluso
publicó en Twitter una foto en la que hay tortura simulada de un opositor.
El mismo candidato fue apuñalado por un hombre durante un
mitin en septiembre. Como resultado de ese ataque, Bolsonaro pasó las últimas
semanas antes de la primera vuelta hospitalizado; incluso sin mucha actividad
política obtuvo el 46 por ciento del voto frente al 29 por ciento para Haddad.
Aunque Bolsonaro ha dicho que no quiere los votos de quienes
cometan actos de violencia, también ha puesto en duda la veracidad de los
ataques reportados.
“No sigan esparciendo estas noticias falsas, como si mi
gente esparciera odio”, dijo en una conferencia de prensa el 11 de octubre
pasado. “Después de todo yo fui a quien apuñalaron”.
Villas Bôas pudo escapar de sus agresores. Mientras el
principal atacante y otro hombre discutían qué hacer —ella recuerda que el
segundo dijo: “Hay que agarrarla y violarla”, y que el primero sugirió: “Mejor
hay que cortarla”—, una mujer pasó e hizo ruido con su bocina del auto. Los dos
hombres salieron corriendo, aunque alcanzaron a hacerle cortes en el cuello,
rostro y brazo.
Villas Bôas está entre quienes creen que Bolsonaro ha
incentivado a ambos bandos a actuar de manera violenta.
Dijo que el candidato tiene “plena responsabilidad, porque
enaltece el odio”, dijo. “Lo que vemos hoy en las calles es: ‘O estás con mi
candidato o estás en mi contra’. Ya no hay ningún diálogo sobre política”.
De cara a la votación del 28 de octubre también se han
esparcido mensajes virulentos en redes sociales, por medio de videos e incluso
con un juego de computadora en el que los usuarios juegan a ser un personaje
similar a Bolsonaro para matar a personas gays y a simpatizantes de izquierda.
Bolsonaro tiene un historial de hacer comentarios misóginos, racistas y
homófobos, algunos de los cuales han resultado en acusaciones penales y multas.
Aún es demasiado temprano como para que quede claro si la
actual ola de violencia es un fenómeno pasajero o si se volverá una faceta
común de la vida política en el país.
Sin embargo, el encono entre diversos grupos políticos se ha
profundizado y vuelto más palpable en los últimos años mientras Brasil vive una
crisis política y económica sin precedentes, a decir de Marcos César Alvarez,
sociólogo de la División de Estudios de Violencia de la Universidad de São
Paulo.
Indicó que en este panorama la retórica agresiva por parte
de políticos como Bolsonaro puede legitimar los actos de personas que ya están
predispuestas a actuar de manera violenta.
“La violencia siempre ha tenido presencia en la sociedad
brasileña”, dijo Alvarez, en referencia a las tasas de delincuencia en ascenso.
“Existía esta ilusión de que la violencia por lo menos no alcanzaba el ámbito
político. Y ahora lo ha hecho. Necesitamos dejar claro que o nos abocamos a
reducir la violencia en general, en todas sus dimensiones, o todo se va a
complicar mucho”.
El lunes posterior a la primera vuelta, el 8 de octubre, el
compositor musical Romualdo Rosário da Costa, conocido como Môa do Katendê, fue
apuñalado y asesinado por un partidario de Bolsonaro en un bar en la ciudad de
Salvador después de decir que era votante del Partido de los Trabajadores.
El 9 de octubre, en la ciudad sureña de Curitiba, Khaliu
Turt traía puesta una camiseta de color rojo —asociado al PT— y una gorra del
Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra cuando un grupo de diez
personas comenzaron a golpearlo mientras gritaban el nombre de Bolsonaro, según
testigos.
Turt dijo que el clima político actual lo tiene ansioso,
pero que no dejará de usar vestimenta
que deje claro su respaldo a movimientos sociales.
“La usaré incluso con mayor gusto, pese al miedo”, dijo. “No
pueden hacer que me deje de expresar”.
© The New York Times
0 comments :
Publicar un comentario