"El aborto no es un crimen ni un holocausto, pero es un problema
moral"
Fernando Savater: "La filosofía está hecha de preguntas, no de respuestas". (Captura de video) |
Por Patricio Zunini
El español Fernando Savater, autor de Ética para Amador, Los diez
mandamientos del siglo XXI y El jardín de las dudas, entre
tantos otros títulos, visitó Infobae
para participar en una entrevista que, por momentos, se convirtió en una
cátedra magistral sobre la actualidad y la importancia de la filosofía.
Fue unas horas antes de que se hiciera pública su decisión de ausentarse al festival internacional de
literatura Filba para ir al estreno de "La
Bohéme" en el Teatro Colón. Cabe señalar que Savater llegó a
Buenos Aires justamente para participar en dos encuentros del festival —un
panel y un taller—, pero a último momento pegó el volantazo. Más allá de la
exquisitez de la ópera de Puccini, que tiene a Joseph Colaneri en
la dirección musical y a Stefano Trespidi en la dirección de
escena, su actitud nos dejó un tanto desencantados a quienes lo vimos en el
estudio, ya que, lejos de honrar un compromiso adquirido hace meses, mostró un
perfil que no se condice con los valores que mencionó en la charla.
Con todo, este pequeño escándalo no es más que una nota al pie en una
vastísima trayectoria, y bien vale dedicarle un tiempo de lectura a las
definiciones que dio en la entrevista acerca de la disciplina en la que se
destaca desde hace décadas.
—¿Es consciente del lugar que ocupa para los lectores?
—Creo que he ayudado a bastante gente, sobre todo porque en la época en
que escribí Etica para Amador no era habitual hacer ese tipo
de acercamiento a temas serios de una forma accesible y sin caer en la
autoayuda. Hoy, muchos de los libros que aparecen como de filosofía, son en
realidad de autoayuda. La filosofía está hecha de preguntas, no de respuestas.
Creo que mi intento por hacer filosofía de una manera que la gente la pueda ver
ha ayudado a profesores, a alumnos y también a padres e hijos.
—Sobre todo un libro como aquel, que está dedicado a su hijo.
—Bueno, pero eso tiene truco, porque mi hijo se llama Amador; si se
llamaba Eulogio seguro que no le dedicaba el libro. Pero Amador pegaba bien con
lo que quería contar. En ese entonces, él tenía 15 años y pensé que
imaginándome que hablaba con él, perdería un poco la rigidez académica que a
veces nos posee a los profesores. No hay que olvidar que la palabra
"pedante" significa "profesor" en italiano.
—Platón decía que el poder tenía que ser administrado por un
filósofo. Pero hoy, ¿cuál es el rol de los filósofos?
—Platón dijo eso en La República, que es un libro de mucho
humor. Hay que decir que él intentó ir a Sicilia y convertirse en el mentor del
tirano de Siracusa y la experiencia no le salió nada bien. Todos vivimos
haciéndonos preguntas, pero la mayoría son preguntas instrumentales. Me
pregunto qué hora es porque quiero ir a tomar un avión o acudir a una cita. Y
cuando me dicen "Las seis y cuarto", la pregunta se cancela y lo que
me interesa es el avión o la entrevista. En cambio, si me pregunto "Qué es
el tiempo", esa pregunta no tiene nada que ver con lo que voy a hacer:
tiene que ver con lo que soy. Reflexiona sobre lo que soy. No hay una
respuesta, nunca se va a cancelar Qué es el tiempo, Qué es la libertad, Qué es
el arte. Al contrario, las respuestas de la filosofía hacen que uno se interese
más sobre las cosas. A diferencia de la ciencia, aumentan la indagación, no la
resuelven. El filósofo —o cada uno de nosotros cuando es filósofo— se dedica a
aumentar el número de preguntas.
—La historia de la filosofía es, a la vez, la historia de Europa.
¿Puede existir desde la periferia, desde América del Sur, por ejemplo, una
filosofía?
—La historia de la filosofía está imbricada en la historia de Europa,
porque la filosofía nace con la democracia. En el fondo, la filosofía es en el
terreno intelectual lo que la democracia es en el terreno político. Entonces,
allí donde se ha ido extendiendo la democracia, la filosofía ha ido apareciendo
con ella. Por eso no pertenece a las tradiciones no democráticas. En China o en
la India no ha habido filosofía en la época antigua. Lo que ahí ha habido es
una sabiduría que equivalía en muchos aspectos a la filosofía. Pero el sabio
hindú con los discípulos arrodillados a su alrededor y diciendo cosas
enigmáticas sin dar explicaciones no es un filósofo. La filosofía exige el tu a
tu, la igualdad, etc. Respecto de la segunda parte de la respuesta, no seguiré
la broma de Borges, que cuando le preguntaron si había "filosofía
argentina" dijo que era como pensar en "equitación protestante".
Sin broma: puede haber filosofía en todos los lugares donde se ha extendido la
tradición democrática.
—Bueno, Borges dijo eso porque tenía la intención de situar a la
literatura argentina en un lugar central. El ensayo "El escritor argentino
y la tradición" busca que uno, desde la periferia argentina, pueda
aprovecharse de toda la literatura universal.
—Es que, de alguna manera, cada uno entra a la literatura por la puerta
que le queda mejor.
—¿La función de la filosofía tiene un componente político? Si
filosofía y democracia van juntas, ¿el filósofo puede operar políticamente o
ese rol le ha quedado a otra clase de intelectual o de emisor en los medios?
—La filosofía sigue siendo una reflexión sobre la convivencia
civilizada. Volviendo a Borges, él decía que la filosofía era una organización
de nuestras perplejidades. El filósofo no tiene que ser un gestor y, por
supuesto, no tiene que ser un guerrillero; esa imagen que, por lo menos en
algunos sitios en España, es como una especie de dinamitero intelectual que
apoya hasta el último radicalismo. Eso no es filosofía, ¡eso es neurosis! La
política es de los ciudadanos y lo que puede hacer la persona que piensa
filosóficamente es recordarles permanentemente a los ciudadanos que nadie puede
dejar de hacer política, que todos estamos obligados a hacer política y que la
política no se hace sola. El ciudadano no es un espectador, está en el
escenario.
—Hace poco, usted escribió sobre Venezuela; también ha opinado sobre
Cataluña. Justo antes de comenzar la entrevista decía que ya está jubilado. Sin
embargo, la cuestión política y la cuestión global le siguen interesando.
—¡Soy jubilado pero no he muerto! Todo llegará, pero de momento sólo
estoy jubilado. Evidentemente me interesa la realidad. Yo siempre he
considerado que España es un país hispanoamericano. Yo formo parte de esa
comunidad y siento que todo lo que afecta a los hispanoamericanos me afecta
como compatriota. Por lo tanto muchas veces padezco por la situación que ocurre
en algunos países, como Venezuela.
—En este año en Argentina hubo un debate muy importante sobre la
interrupción voluntaria del embarazo. Finalmente no salió la ley, pero el
movimiento va a continuar y todo da hace creer que es muy probable que salga en
un futuro cercano o mediano. ¿De qué manera la filosofía puede acompañar este
debate?
—Es una cuestión ética. Las leyes pueden despenalizar el aborto, cosa
que me parece excelente. Yo creo que el aborto no es un crimen, no es un
holocausto, no es lo que dicen los papas. Pero es un problema moral. Tampoco es
verdad que sea como quitarse un grano o algo que no tiene ninguna importancia.
Aunque esté aprobado y despenalizado y nadie vaya a llevar a la cárcel a
alguien que practica un aborto con higiene y buenas condiciones, eso tampoco
quiere decir que sea un problema ya resuelto. Yo tengo serias dificultades para
zanjar esa cuestión. Me lo planteo y hay muchos problemas morales que no son
simplemente legales. Hay cosas legales que siguen planteando problemas morales.
Hay cosas que, aunque no te lleven a la cárcel, tu conciencia te las puede
reprochar. Yo respeto y comparto las dudas éticas que tienen las personas que
no lo quieren aceptar. Lo que no comparto es la persecución legal y penal de
las personas que sí lo quieren practicar.
—Ha mencionado a Borges más de una vez y va a hablar sobre la
filosofía como un género literario. ¿Cómo es entender a la filosofía como un
género y no una disciplina?
—Mis últimos diez años como profesor, que fue hace ya otros diez, por lo
menos, fueron en una asignatura de la Universidad Complutense de Madrid que se
llamaba Filosofía y Literatura y en la que yo hablaba de la filosofía de los
grandes literarios. No la de Platón o Aristóteles, sino la de Dante, la de
Montaigne, la de Borges, la de Cervantes. Hubo un momento en que no había
distinción entre filosofía y literatura: Parménides escribía un poema sobre el
pensamiento filosófico y es un poema. La separación en casilleros completamente
diferenciados entre literatura y filosofía es posterior.
-¿Es del
iluminismo?
—Desde el momento en que las universidades comenzaron a tener
departamentos diferentes. No hay manera de que circulen. Aunque hay algunos que
se quedan un poco como aerolitos y no terminan de entrar en ninguna. A
Montaigne, en las bibliotecas, te lo encuentras en literatura y también en
filosofía. Esos autores fronterizos son los que me han interesado siempre. Los
que están a caballo entre literatura y filosofía, los que escriben como
literatos pero piensan como filósofos.
—¿Por qué no pensar a la filosofía en relación con la poesía?
—La poesía no tiene que dar explicaciones. Esa es su gran suerte. Un
poeta encuentra una imagen y la imagen te gusta o no, pero no puedes preguntar.
En cambio, en la filosofía siempre estás abierta a la pregunta. Al novelista le
basta con escribir lo que escribe, al poeta se le escucha, se le admira o se lo
rechaza, pero el filósofo debe estar abierto a las preguntas. Por eso la
filosofía es más aburrida que la literatura: porque está siempre aumentando con
sus preguntas. Voltaire, que era muy malicioso, decía que el secreto de ser
aburrido es decirlo todo. ¡Y ese es el problema de los filósofos!
—Borges tenía una relación con la filosofía: le gustaba Schopenhauer
y, además, era spenceriano. ¿Qué clase de filósofo hubiese sido Borges?
—También era espinozista. Creo que Borges tenía demasiado sentido del humor
para entregarse directamente a una filosofía. La filosofía tiene un punto de
ingenuidad, los grandes filósofos tienen una especie de candidez sublime, que
es pretender que un mamífero puede entender el universo. Borges tenía la pasión
por los filósofos y la tarea de los filósofos, pero probablemente nunca lo
hubiera podido practicar. Algunos de sus textos están relacionados con un
escepticismo que armoniza campos distintos, que duda coordinadamente de cosas
distintas. Eso se ve en "Breve refutación del tiempo". Pero no me lo
imagino tomándose tan en serio a sí mismo y a su tarea como para ponerse a
hacer un tratado filosófico. De hecho, en sus obras completas siempre anuncia
que iba a hacer un libro sobre Spinoza y no lo llegó a hacer. Hizo dos sonetos maravillosos,
pero no un libro.
—Por qué es tan inasible Borges: se lo puede leer desde la
matemática, desde el budismo, desde la filosofía y la política. Pienso en
Umberto Eco como el gran epígono. ¿Qué pasa con Borges a la que se la puede
tomar de tantos perfiles?
—En su ensayo sobre Dostoievski, André Gide tiene una frase que dice
Desdichado del autor que no se puede resumir en una sola frase, porque nunca
será entendido. Borges no se puede resumir ni en una sola frase, ni en una sola
función ni en un solo verso. Era un hombre de letras total, funcionaba como un
hombre de letras total. En otras épocas se hablaba de humanismo para hablar de
ese tipo de personas. Era un humanista en una época en que ya el humanismo no
se entendía, Lo que hoy se quiere son especialistas: novelista, poeta,
filósofo. En cuanto borras esos lindes la gente se enfada contigo. Borges no
eligió, tuvo la suerte de no elegir y a sus lectores y sus admiradores nos
queda la perplejidad de que podemos entrar en ese castillo por tantas puertas y
no sabemos cuál es la buena, porque no hay ninguna especial.
-¿Cómo piensa el
futuro?
—Yo no tengo futuro. No soy pesimista en especial, porque creo que la
humanidad siempre ha pasado por crisis y salido de sus crisis. Volviendo a
Borges, en el prólogo de uno sus libros, hablando de un antepasado, dice que le
tocó, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir. Efectivamente a
todos nos tocan malos tiempos y eso no ha hundido a la humanidad. En conjunto
no soy pesimista. Pero soy pesimista en cuanto a mí. No tengo futuro. Pero me
alegra pensar en que a lo mejor otras personas sí van a tener un futuro en un
mundo en el cual hay cosas tan sorprendentes que ni siquiera podemos imaginar.
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