Por Isabel Coixet |
Pero, cuando fue a presentárselo a Napoleón Bonaparte para que lo
utilizara en la guerra que estaba a punto de estallar, este lo rechazó de plano
con la frase: «Yo no voy a ganar mis batallas con un vil cacharro como
este». Al parecer, lo que asustó a Napoleón fue la posibilidad de estar en las
alturas porque tenía vértigo y procuraba evitar hasta montar a
caballo. Pero jamás lo admitía, hasta el punto que echaba de su lado a todo
aquel incauto que sugiriera un paseo a caballo. Y todos sus generales se abstenían
de hablar del tema. Scott murió arruinado y el progreso de la aeronáutica
sufrió un parón, del que tardó en recuperarse.
Las mentiras sobre personajes históricos
contemporáneos son a veces tan gordas que uno no sabe qué cara poner cuando te
enteras de manera fehaciente que aquel a quien habías admirado tanto no es ni
tan heroico ni tan bueno ni le han pasado todas las desgracias que creías que
le habían pasado. Uno de los personajes del que más me ha asombrado descubrir
la verdad es la premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú. En mi juventud leí con
emoción el libro Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia,
donde relata su condición de indígena analfabeta, la muerte de su hermano
torturado por los militares, sus años de trabajo como criada, el asesinato de
su otro hermano quemado vivo. Hasta hace bien poco, yo creía a pies juntillas
esa versión de la historia, porque me venía bien, porque me resultaba más
edificante, más correcta. Más épica. Más cinematográfica. Y durante años no
presté atención a otras versiones que ponían seriamente en cuestión esta.
Finalmente accedí a regañadientes a leer el trabajo del antropólogo David
Stoll, que ofrece datos irrefutables: Rigoberta Menchú fue a la escuela, nunca
trabajó como criada y sus hermanos ni fueron torturados ni murieron asesinados.
Durante años acepté la versión que me convenía de la vida de esta mujer,
ignorando voluntariamente los datos que no quería saber porque no encajaban en
mi visión de la pobre indígena que remonta las dificultades hasta alcanzar la
cima del Nobel. Me pregunto cuántos casos así hay en la historia. Cuántas
mentiras delante de nosotros que no queremos ver. Cuántos personajes que
rechazan leyes o proclaman otras por razones que nunca sabremos. Cuánto
vértigo.
© XLSemanal
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