A 35 años del triunfo de Raúl Alfonsín.
La crónica, el discurso y dos opiniones.
La democracia cumple 35 años de su restauración en el país, con las elecciones que consagraron al candidato radical Raúl Alfonsín como presidente de la Nación en una jornada que significó el fin de siete años de dictadura militar y la primera derrota electoral del peronismo a nivel nacional.
El autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional" dejó una herencia de miles de desaparecidos a manos de grupos militares y paramilitares, la derrota en la Guerra de las Islas Malvinas y una economía estancada, con inflación y una abultada deuda externa.
El autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional" dejó una herencia de miles de desaparecidos a manos de grupos militares y paramilitares, la derrota en la Guerra de las Islas Malvinas y una economía estancada, con inflación y una abultada deuda externa.
Con esta combinación de factores se llegó a las elecciones del '83, que dieron lugar a un Alfonsín victorioso, de la mano de una campaña apuntalada por un discurso de unión de los argentinos y de enérgica condena a las juntas militares.
"Con la democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia se cura", decía Alfonsín en sus discursos de campaña, que siempre cerraba con el recitado del preámbulo de la Constitución nacional.
La fórmula de Ricardo Alfonsín, de la línea interna Renovación y Cambio de la Unión Cívica Radical (UCR), y el cordobés Víctor Martínez llegó a las elecciones, tras imponerse en las internas a Fernando De la Rúa, por entonces identificado con el liderazgo de Ricardo Balbín, y con el antecedente de haberle ganado al peronismo gobernante en 1973, en las elecciones para senador porteño.
Por su parte, el Partido Justicialista (PJ) presentó como candidatos al binomio formado por Ítalo Argentino Lúder y Deolindo Felipe Bittel, que pasarían a la historia en ser los primeros peronistas en perder, sin condicionamientos ni proscripciones, unas elecciones nacionales ante otra fuerza política.
Considerada por muchos analistas como la primera campaña que combinó los tradicionales actos multitudinarios con el nuevo marketing político (encuestas, medios de comunicación, imagen de los candidatos), la UCR apeló a técnicas como el "saludo de Alfonsín" –el gesto de juntar ambas manos junto a su cabeza– o el uso de las iniciales "RA", en busca de una deliberada asociación entre Raúl Alfonsín y República Argentina.
En abril de 1983, Alfonsín denunció la existencia de un "pacto militar-sindical" destinado a garantizar la autoamnistía promulgada por los militares para exculparse de sistemáticas violaciones a los derechos humanos.
En respuesta, el peronismo buscó identificar la candidatura de Alfonsín con la empresa estadounidense Coca-Cola, y empapeló las calles de Buenos Aires con carteles alusivos a esa supuesta vinculación.
El punto más alto de la campaña radical llegó el 26 de octubre, a cuatro días de las elecciones, cuando Alfonsín congregó a más de un millón de personas frente a un escenario montado en el Obelisco porteño.
"Hay dos propuestas, dos ideas, pero un solo pueblo", subrayó el candidato radical ante la multitud.
La manifestación de apoyo a Alfonsín se constituyó en un desafío para el peronismo, que dos días más tarde convocó a otra multitud en el Obelisco, donde el dirigente Herminio Iglesias apareció como responsable de la quema de una miniatura de ataúd con el nombre del candidato radical y pintado con los colores blanco y rojo de la UCR.
Participación
En ese contexto, la gente acudió a votar en forma masiva el 30 de octubre y marcó así otro hito histórico: hubo una participación electoral del 85,61 por ciento, un nivel que desde entonces nunca volvió a ser alcanzado en una elección presidencial en el país.
Peronismo
El desconcierto en la cúpula del PJ durante el escrutinio fue mayúsculo, porque no imaginaban el resultado adverso que se iba anunciando y algunos dirigentes hasta hablaron de un "fraude informativo".
Tal vez la frase que mejor sintetizó la perplejidad del peronismo fue la que pronunció el líder sindical Lorenzo Miguel: "Falta contar los votos de La Matanza", se esperanzaba.
Aquella expresión, respaldada en el peso electoral del peronismo en ese partido bonaerense, reveló la incredulidad del justicialismo ante un resultado que fue abrumador.
La UCR había obtenido más de 7,7 millones de votos (51,75%) contra los poco menos de 6 millones (40%) de la fórmula del PJ y, además, había ganado en la Capital Federal y las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, las más pobladas del país.
Opiniones
Presidencia incomprendida
Por Oscar Muiño (*)
Las brumas de las islas Malvinas entristecen a los argentinos de 1982. Los británicos triunfan. La victoria es de los otros, como en el lacerante Poema conjetural, de Borges.
El último fracaso que la sociedad tolera a las Fuerzas Armadas. Malvinas pulveriza el prestigio de los guerreros de la independencia y hasta el orgullo por el coraje criollo. Deja una estela de sangre, un legado de intolerancia, una deuda externa impagable, un déficit fiscal astronómico, un golpe a la cultura del trabajo. El Proceso de Reorganización Nacional ha desmantelado todo.
La dictadura se termina. ¿Qué es lo que viene? Ya no están Perón ni Balbín. Sin candidatos a la vista, lo que viene, parece, es el retorno del peronismo. Los pueblos no cambian su voto. Lo dicen todos. Casi todos.
Raúl Alfonsín sabe que nada está escrito. Su primer acto, en la Federación de Box, desafía la prohibición vigente desde 1976. Se hace un mes después de la capitulación en Malvinas. Hasta entonces, él es el jefe de una corriente tres veces derrotada en la interna radical. Minoría del partido minoritario. La Casa Rosada, una quimera.
Explota el Luna Park en diciembre, cuando Alfonsín convoca “a los socialistas de Juan B. Justo y de Palacios, a los conservadores de Pellegrini y Roque Sáenz Peña, a los peronistas de Perón y de Evita”. Carlos Mutto, de France Press, bautiza esa concentración como “el 17 de octubre de Alfonsín”. Pero pocos radicales creen en el triunfo. Italo Luder, el candidato peronista, es un respetado hombre de leyes que ha ejercido la presidencia provisional en 1975.
Alfonsín recita el Preámbulo. Un canto a la paz y la convivencia. Una reivindicación de la vida y el derecho frente a la ilegalidad sangrienta. También una caricia a generaciones de maestras que vienen recitando palabras que la cruda realidad desmiente una y otra vez.
El alfonsinismo afilia, recauda fondos, contrata encuestas, convoca periodistas y publicistas, moviliza masas. Sus jóvenes disputan a cadenazos los grandes paredones de los suburbios, que los peronistas consideran propios. Raúl denuncia el pacto militar-sindical –la devolución de los gremios al peronismo a cambio de respetar la ley de autoamnistía–, promete enjuiciar a los generales. Juicio y castigo. Las víctimas le creen y vuelven a confiar en el Estado. Los padres y las madres no protagonizarán ningún intento de represalia contra los asesinos de sus hijos.
El fracaso procesista levanta los partidos. Uno de cada tres argentinos se afilia, la cifra más alta del mundo. La mayoría al Partido Justicialista. Este se enorgullece en un afiche. “3.200.000 afiliados. El pueblo ya votó”. Otros dudan. El Beto Imbelloni, íntimo amigo de Herminio Iglesias, me lo dijo así: “Alfonsín hablaba arriba de los techos de los trenes y Luder quería que le sacáramos los negros del palco. Alfonsín era de barricada, parecía el candidato nuestro”. La UTA declara un paro de ómnibus para estorbar el acto en Ferro. Boomerang. La gente camina kilómetros y revienta el estadio. En todo el país el radicalismo protagoniza actos que no se veían desde la campaña de 1946.
¿Dónde cerrar? En River, dicen todos. En el Obelisco, contesta Alfonsín. “Si no lleno la 9 de Julio no puedo ser presidente”. Un millón de asistentes. El peronismo mete otro tanto (o aún más) en el mismo lugar. Pero la suerte está echada. El 30 de octubre de 1983 la UCR logra 7.724.559 votos contra 5.995.402 del PJ.
Alfonsín enseñaba a sus hijos, en la mesa familiar, que la mejor discusión es la que se empata. Ese 30 de octubre de 1983, a los que perdían siempre les demostró que podían ganar. Y a los que ganaban siempre, que podían perder… Y que todos y cada uno tienen derecho a ocupar un lugar en la Casa Argentina. Está por comenzar la Presidencia Incomprendida.
(*) Periodista, escritor y abogado.
A 35 años del triunfo electoral de Raúl Alfonsín
Por Facundo Suárez Lastra (*)
Ya no hay dudas del lugar que ocupa Raúl Alfonsín en la historia. Indispensable, fundador, gestor, docente frente a una sociedad que tenía que reconvertirse a sí misma en democrática. Su principal triunfo fue ese: sentar las bases de una democracia para siempre. Su inspiración para nuestros días es más y mejor democracia.
Emprendió con responsabilidad y firmeza la transición poniendo fin a la época más oscura del país. Instaló con bases sólidas un nuevo concepto del Estado de Derecho. Asumió el día Internacional de los Derechos Humanos para dar una señal hacia adentro y fuera del país de la profundidad del cambio que se iniciaba. Reinsertó a la Argentina en el mundo, liderando la recuperación de la democracia en toda América Latina y dando los primeros pasos en el camino hacia el Mercosur. Su mérito no fue solo haber sido el primero, sino la profunda convicción democrática, republicana y el sentido social con que llevó adelante la gesta.
Entendió que los cimientos de la democracia solo serían sólidos si se basaban en la verdad y la justicia. Por eso la CONADEP para que la verdad saliera a la luz; por eso el juicio a las Juntas Militares y también a los jefes de las organizaciones armadas por sus delitos durante un gobierno constitucional elegido por la mayoría del pueblo.
El presidente Alfonsín nos enseñó que en momentos difíciles, cuando el pueblo es convocado a un esfuerzo, la corrección, la ejemplaridad de los gobernantes y de la política en general son esenciales para lograr la comprensión y el acompañamiento popular.
Hoy nos encontramos frente a otra transición necesaria. De la democracia populista con sesgo cleptocrático a una democracia republicana que nos lleve al desarrollo pleno: el mejor camino para el bienestar de nuestro pueblo.
Alfonsín es el ejemplo que estas grandes transiciones se hacen de la mano de la buena política. Más y mejor política es la forma que tenemos hoy de honrar a Raúl Alfonsín y de darle sentido, fuerza, actualidad y utilidad a su legado.
Muchos de los que tuvimos el honor de acompañarlo en su lucha y su gobierno quedamos marcados a fuego y hay un rumbo del que jamás nos debemos apartar: la búsqueda de la igualdad sosteniendo la libertad.
Las transformaciones en el mundo y en la Argentina solo se hicieron sobre la base de liderazgos democráticos fuertes y ejemplares que supieron transmitir con claridad el rumbo para lograr el consenso popular que es en definitiva lo único que da la fuerza necesaria en la democracia para lograr estas transformaciones.
El 10 de Diciembre de 1983, al asumir, el Presidente Alfonsín nos decía: "Tenemos una meta: la vida, la justicia; y tenemos un método: la democracia para la Argentina. Tenemos un combate: vencer a quienes desde adentro o desde afuera quieren impedir esa democracia. Tenemos una tarea: gobernar para todos los argentinos sacando al país de la crisis que nos agobia".
Evocamos hoy a Raúl Alfonsín para que su impronta sirva de inspiración a un pueblo que tiene que superarse, progresar, alcanzar el bienestar que la generosa naturaleza de nuestro territorio y las posibilidades de sí mismo harán realidad con esfuerzo y equidad.
(*) Diputado nacional de la UCR en Cambiemos. Intendente de la Ciudad de Buenos Aires durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
© La Voz / Perfil.com / Télam / Agensur.info
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