Por Claudio Jacquelin
Todos los que se han rendido al liderazgo de Mauricio Macri coinciden
en asignarle un atributo distintivo, con el que suelen explicar en buena medida
muchos de los éxitos logrados en las distintas facetas de su vida. Dicen que es
un hombre de suerte.
En los últimos seis meses, las evidencias se empeñan en
poner en duda esa supuesta cualidad, a la que los macristas por lo general
denominan con otra expresión referida a la anatomía humana, pero también sirve para
sostener las ilusiones. Como no se trata de una conclusión racional, sus fieles
siempre encuentran alguna señal para mantener la creencia, aun en los momentos
más adversos. También para justificar, por lo contrario -la mala fortuna-,
desaciertos de su gestión.
Los hechos de la semana pasada pueden inscribirse en esa
estructura de pensamiento mágico. Se incluyen desde la salida destemplada de Luis
Caputo, pasando por el acuerdo con el FMI, que requería de ese retiro para
concretarse, hasta la emergencia de una incipiente unión del peronismo no
kirchnerista. No hace falta sumarle la detención de los secretarios privados de
los Kirchner y, sobre todo, la decisión de unos de ellos de convertirse en
delator con premio. Los macristas ven en ello indicios de que, una vez más, la
buena fortuna no ha abandonado a su jefe.
De todo eso, la nueva foto del peronismo
"alternativo", como quieren sus socios fundadores que se lo vea y se
lo llame, ha sido quizá la novedad menos transitada por los análisis no solo
respecto del impacto que podría tener en la geografía política, sino también en
el futuro del Gobierno y en la marcha de la economía, estragada por la sucesión
de desaciertos propios del oficialismo y cambios, mal previstos y peor
abordados, de la realidad internacional. Cada día que pasa sirven menos el
análisis binario, las simplificaciones y la atribución al efecto de fuerzas
supranaturales en estado puro. Tal vez los matices también jueguen en el
terreno de la fortuna.
La irrupción de la foto de la reunión de Sergio Massa, Juan
Schiaretti, Juan Manuel Urtubey y Miguel Pichetto es una muestra de estas
nuevas complejidades. Si la imagen del póster de lanzamiento, impresa y
difundida mucho antes de tener siquiera escrito un guion, lograra convertirse
en una película con algún éxito, esta podría tener un efecto dual: una buena
noticia para la ciudadanía y la economía y otro desafío más para el Gobierno.
En el primer renglón se anota la posibilidad de que se rompa la polarización y
se achique la grieta que hoy divide tanto como hunde al país para avanzar en
una discusión menos pendular, maniquea y superficial, que no se reduzca a
aceptar la corrupción del pasado o a tolerar las impericias del presente como
únicas opciones. A todos los actores podría enriquecerlos.
Lo mismo puede pasar para la economía: si el 70% de la
sociedad dirime sus preferencias en opciones alejadas del regreso a las recetas
mágicas de un populismo de puro presente, inviables en el mediano y largo
plazo, es probable que inversores y no apostadores seriales de la timba
financiera arriesguen en serio algo en el país. El efecto puede aventar la
posibilidad de que el calendario electoral resulte otro factor de alto riesgo
para las cuentas públicas y los bolsillos privados.
Nada de ello es malo para el Gobierno. Al contrario, podría
ser visto como otra señal de la buena fortuna macrista de cara a las
elecciones. Pero la realidad no es bidimensional. También podría constituir una
amenaza para Cambiemos si prosperara el plan de los alternativos. Ya no podría
ofrecerse como el único garante de la "racionalidad" para no volver
al pasado y quizás hasta podría empezar a diluirse o disimularse la amenaza de
ese fantasma, tan funcional para el oficialismo. Tal vez, entonces, los
mercados de los que tanto necesita diversifiquen sus inversiones políticas.
Pero nada será fácil para ese nuevo-viejo peronismo
naciente. La primera foto no pudo tener a todos los referentes que sus mentores
pretenden sumar. Y ni siquiera pudieron encontrar un lugar emblemático para
darle al acto fundacional algún marco épico, sin que esa elección activara
diferencias que el comienzo del romance procura minimizar para maximizar el
potencial beneficio de la alianza. La sede, que los cuatro socios fundadores
mantuvieron en cierta reserva, fue la oficina de la consultora de opinión
pública Management & Fit. Su propietario, cercano a Schiaretti pero también
a Massa, es el operador y consejero político Guillermo Seita, hombre de vasto
recorrido por las múltiples variantes peronistas, incluidos los extremos del
izquierdismo setentista y del neoliberalismo noventista.
El cuarteto ahora procura sumar dirigentes y gobernadores
que no estuvieron en ese primer encuentro porque de haberse propuesto tenerlos
allí como condición necesaria para empezar probablemente el encuentro se habría
demorado o directamente abortado. La pertenencia al peronismo y la decisión de
mostrarse lejos del Gobierno y del kirchnerismo no son condiciones suficientes
para estar juntos. No todos tienen la misma actitud ni la misma relación
respecto de Macri ni de Cristina. Conviven necesidades y horizontes muy
diferentes.
También tienen que lograr que el electorado los empiece a
registrar como esa opción competitiva que hasta ahora no ha logrado emerger de
la grieta entre el macrismo y el kirchnerismo. El desafío es empezar a quebrar
la adhesión a Cristina que mantienen, por conveniencia y espanto a la pérdida
de poder, muchos peronistas con poder territorial. No será fácil. Un intendente
del conurbano tan ingenioso como malicioso calificó la imagen del jueves pasado
como "la foto de los diris, porque están los candidatos, pero falta la
gente".
La incipiente sociedad del peronismo racional,
antikirchnerista o alternativo, empezará en la semana a buscar visibilidad.
Pasado mañana, la presentación de Marcos Peña en Diputados puede ser una oportunidad.
Si el reempoderado jefe de Gabinete vuelve a privilegiar el show del
enfrentamiento con los kirchneristas Agustín Rossi, Axel Kicillof o Leopoldo
Moreau en lugar de someterse a un debate menos tribunero, el interbloque del
Peronismo Federal y del massismo, que avanzan hacia la unión formal, hará
sentir su poder de fuego en Diputados. Los sectores más políticos del
oficialismo trabajan en estas horas en el rincón de Peña para desmontar el
ring. No es momento de enquistarse con quienes pueden abrirles las puertas
parala aprobación del presupuestoque tanto necesita el Gobierno.
Esa ley, que con cada despiste cambiario se torna menos
concreta, será el otro ámbito donde se verá la nueva realidad. Aunque en los
hechos es casi seguro que la ayuda de los "alternativos" para
sancionarla no corre riesgos, la discusión se tornará mucho más agria. Buscarán
subrayar los gruesos errores de cálculo anteriores, las impericias que
impidieron concretarlos y los volantazos que no solo no lograron cumplir con
las metas planteadas, sino que tuvieron un altísimo costo para el país. Quieren
que el Gobierno pague el precio ante la opinión pública y que al mismo tiempo
se los vea a ellos como los actores racionales y moderados que no atentan
contra la gobernabilidad de una administración en su momento más crítico.
El Gobierno está dispuesto a pagar esos costos y más. Confía
ciegamente, tanto como en la suerte de Macri, en el plan monetario, fiscal y
económico que el ministro Nicolás Dujovne y el flamante presidente del Banco Central,
Guido Sandleris, empezaron a poner en marcha y que los mercados pondrán aún más
a prueba en los próximos días, cuando se complete la batería de medidas
previstas y anunciadas.
También apuesta el Gobierno al costado ético, mientras los
cuadernos de la corrupción no arrojen manchas más indelebles sobre las filas
oficialistas. El macrismo está convencido de que en ese plano aventaja no solo
al kirchnerismo, sino también al resto del peronismo, que en general tuvo
relaciones más o menos íntimas con las administraciones de Néstor y Cristina
Kirchner. Elisa Carrió ya lo expuso la semana pasada y erizó la piel de los
justicialistas moderados, que dicen no estar dispuestos a dejarlo pasar gratis.
Los arrestos de Carrió también preocupan a los sectores oficialistas encargados
de obtener el apoyo del peronismo. "Cambiemos tiene un activo moral, pero
también tiene un déficit de aptitud técnica y política. Por eso nos preocupa
tanto evitar los estallidos sociales como los estallidos de la dirigente de
Exaltación de la Cruz", destaca uno de los negociadores oficialistas en
alusión al domicilio de la mediática diputada. Su última aparición con ataques
en todas las direcciones, incluidos los disparos al frente interno que dieron
en el ministro Dante Sica, subieron el nivel de alerta.
En este terreno, el Gobierno también deberá apostar a una
cuota importante de buena suerte para que no haya desbordes. Así de frágil y de
poco racional puede resultar todo en tiempos de una crisis que es económica y
social tanto como política.
© La Nación
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