Por Javier Marías |
O he aquí esta otra: “Hay países que adoran a
las bestias más destructivas… Tal parece que las cosas más repulsivas a la
razón y al sentido común son las más veneradas por la pasión y la fantasía”.
Da la impresión de
que Hazlitt esté hablando de los éxitos electorales de Trump, Putin,
Erdogan, Orbán, Kaczynski, Maduro, Duterte, Puigdemont y el brutal e inminente
Bolsonaro (si en el Brasil no lo remedian). También del Vicepresidente y
Ministro del Interior italiano Matteo Salvini, entronizado por el
“izquierdista” Movimiento 5 Estrellas. Este individuo es
abiertamente racista, zafio, chulesco, matón, despreciativo, ignorante hasta el
paroxismo, con muchos visos de ser también deshonesto. La justicia de su país
ha hallado a su partido, La Lega separatista, culpable de un fraude de 49
millones de euros que, procedentes de subvenciones electorales, el maestro y
mentor de Salvini, Bossi, utilizó para reformar una casa, adquirir coches de
lujo e incluso comprar una licenciatura en Albania (?) para su torpe hijo.
Salvini procura abandonar a la muerte a los inmigrantes “esclavos” o ilegales,
en la medida de sus notables posibilidades. Ha propuesto un censo de gitanos
con vistas a expulsarlos (incluidos, quizá, los que son tan italianos como él o
más); es decir, por fortuna aún está bastantes pasos por detrás de Hitler, que
los gaseó junto con judíos y homosexuales. Como además es asnal, quiere prohibir
las vacunas obligatorias, ya que, según él, nada menos que “diez de las catorce
preceptivas son inútiles y en muchos casos peligrosas, si no dañinas”. Pues
bien, este sujeto amigo de Bannon enfervoriza a buena parte de sus compatriotas
(ya avisaron con Berlusconi), haciendo deprimentemente actual la segunda cita
de Hazlitt, nacido en 1778 y muerto en 1830.
Sorprendentemente
(porque los “intelectuales” nos apuntamos a cualquier causa que dé lustre), en
torno a él se ha hecho el silencio internacional. Incluso tras amenazar, grave
y mezquinamente, al escritor Roberto Saviano, uno de los pocos (que yo
sepa, junto con Massimo Cacciari) que ha alertado
sobre su peligrosidad e idiotez profundas. Saviano lleva doce años en el punto
de mira de la Camorra por haberla ofendido y expuesto en su célebre libro Gomorra. Desde entonces vive escondido y protegido por
cinco carabinieri. Como a Salvini no le gustan sus críticas,
ya ha anunciado que “las instituciones competentes valorarán si Saviano corre
algún peligro, porque me parece que pasa mucho tiempo en el extranjero.
Valoraremos cómo se gasta el dinero de los italianos. Le mando un beso”. Un
beso de Judas de manual, porque el Ministro del Interior de un país de la UE,
que debería combatir a las mafias y proteger a sus ciudadanos, tiene que
revisar si un escritor condenado a muerte por una de ellas “corre algún
peligro”; e ignora, en su incompetencia, que los sicarios viajan a todas partes,
incluido “el extranjero”. Amenaza a Saviano con retirarle la protección porque
“se gasta el dinero de los italianos”: la propia Lega podría sufragar los
escoltas con sus 49 millones defraudados. Es decir, este Vicepresidente y
Ministro está dispuesto a facilitarles a unos criminales su tarea vengativa, y
nadie lo ha destituido tras semejantes declaraciones. Es como si un homólogo
español suyo, cuando Savater era blanco de ETA y se movía con guardaespaldas,
le hubiera advertido que se lo quitaría si se le ocurría criticar sus
políticas. No habría durado diez minutos más en el puesto, y eso que nuestro
país no se distingue por su decencia.
Es llamativo que el
“colectivo” de intelectuales y escritores (es el otro al que me referí el
domingo pasado) apenas haya dicho palabra. Quizá recuerden cómo mis colegas se
movilizan ante cualquier abuso o injusticia: que si los saharauis, y los
palestinos, y el Subcomandante Marcos (hubo procesiones a visitarlo, con
cámaras), y la fetua contra Rushdie, y los ataques a Pamuk, y Saramago privado
de su nacionalidad, y “Je suis Charlie”,
y Assange y Snowden y cuanto esté en su memoria. Pocos han elevado la voz ante
esta intimidación-mordaza a Saviano, y desde luego no he visto protestas ni
manifiestos firmados en tropel por sus colegas y míos. Tal vez es que Salvini,
como los autoritarios acomplejados que no aguantan ni una crítica,
individualiza a los discrepantes y toma represalias. La mínima o nula reacción
de este “colectivo” me tienta a concluir con otra cita de Hazlitt, que aún no suscribo del todo: “La vanidad del hombre
de letras es descomunal, mientras que su apego a la verdad es francamente
remoto… Sólo admitiría que algo está bien o mal en el mundo si ha sido él quien
lo detectó. Incluso…, por hacerse el interesante (sobre todo si recibe un buen
pago), está dispuesto a probar que las mejores cosas del planeta son las
peores, y las más detestables ideales”.
© El País
(España)
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