Por Audrey
Carlsen , Maya Salam y Claire Cain Miller
Durante años se habían salido con la suya y, para
aquellas personas a las que habían acosado, parecía que los culpables nunca
pagarían las consecuencias. Después se reportaron al detalle los abusos y
el acoso sexual de Harvey Weinstein, así como su caída desde la cima de Hollywood.
Un año después, incluso en momentos en que el
movimiento #MeToo (Yo también) ha tenido algunas respuestas negativas, es posible
evaluar cómo el caso de Weinstein ha reformulado la distribución en los
pasillos del poder. Un análisis de The New York Times encontró que, desde la
publicación que expuso al productor hollywoodense (seguida de una investigación
de The New Yorker), al menos doscientos hombres destacados en Estados Unidos
han perdido sus empleos tras ser acusados públicamente de acoso o abuso sexual.
Unos, incluido Weinstein, enfrentan cargos penales. En total, 920 personas
denunciaron haber sido víctimas de algún sujeto en esa lista de doscientos, y
casi la mitad de los puestos que estaban a cargo de hombres fueron asignados a
mujeres.
En contraste, en el año previo a que salieran a la
luz los reportes sobre Weinstein menos de treinta personas de alto perfil
salieron en las noticias después de renunciar o de ser despedidos por acusaciones
públicas de conducta sexual indebida.
“Nunca habíamos visto algo así antes”, dijo Joan
Williams, una profesora de Derecho que estudia temas de género en la
Universidad de California, campus Hastings. “Siempre se había visto a las
mujeres como una apuesta riesgosa, porque podrían hacer algo como tener un
bebé, pero ahora se considera más riesgoso contratar a hombres”.
El acoso sexual está lejos de ser erradicado en el
lugar de trabajo. La ley federal estadounidense aún no ofrece una protección
completa para grandes sectores de mujeres, incluyendo aquellas que trabajan
autónomamente o en empresas de menos de quince empleados. Cuando se implementan
nuevas políticas laborales, su influencia es poca si no son acompañadas por un
cambio cultural más profundo. Además, tal como se demostró en la batalla por la
confirmación del juez Brett Kavanaugh en la Suprema Corte de
Estados Unidos, hay opiniones muy dispares sobre cómo promover la rendición de
cuentas cuando alguien es acusado de conducta sexual indebida y sobre los
estándares que debe tener la evidencia en su contra.
Sin embargo, el análisis muestra que el movimiento
#MeToo sacudió —y sigue sacudiendo— las estructuras de poder en los sectores
más visibles de la sociedad. The New York Times recolectó casos de gente
prominente que perdió su trabajo, un puesto de liderazgo notable o contactos
importantes, y cuya destitución tuvo una cobertura pública en los medios.
El 43 por ciento de sus remplazos fueron mujeres.
De ese porcentaje, un tercio está en medios, un cuarto en el gobierno
estadounidense y un quinto en el ámbito artístico o de entretenimiento. Por
ejemplo, Robin Wright ascendió al lugar de Kevin Spacey como protagonista
en House of Cards; en el puesto editorial de The Paris
Review, Emily Nemens remplazó a Lorin Stein, y Tina Smith ocupó el escaño
que dejó Al Franken como senador de Minnesota.
Las mujeres empiezan a hacerse de poder en las
empresas y organizaciones donde han surgido reportes de acoso, y esto quizá
podría tener un impacto profundo.
“Me parece muy interesante la cantidad de personas
que se me acercan para decir: ‘Gracias por intervenir cuando alguien tenía que
hacerlo’”, relató la senadora Smith. “Eso es lo que muchas mujeres hacen con
frecuencia, ¿no?”.
Colocar a mujeres en puestos importantes no
garantiza un cambio. Hay mujeres que también han acosado a otros y han
encubierto acciones abusivas ajenas. Algunas mujeres están frente a lo que se
llama el acantilado de cristal: en lugar del techo,
es lo que enfrentan cuando se les asigna un cargo de liderazgo durante una
época de crisis empresarial, momentos en que las posibilidades de fracasar son
más altas. Además, a pesar de que el porcentaje de mujeres que han llegado al
poder tras la caída de Weinstein es considerable, su presencia en las principales
instituciones estadounidenses aún es insuficiente.
Las investigaciones han mostrado en repetidas
ocasiones que las mujeres tienden a dirigir de manera distinta. En general,
crean ambientes de trabajo más respetuosos, donde es menos probable que surjan situaciones
de acoso y donde las víctimas se sienten más cómodas para reportarlas. Las
lideresas suelen contratar y ascender a más mujeres,
les pagan de manera más equitativa y hacen que las empresas sean más rentables. Esto se debe en parte a
que las mujeres utilizan sus experiencias y perspectivas de vida para tomar
decisiones, algo útil para los negocios pues ellas
toman la mayoría de las decisiones adquisitivas. En el
gobierno, han demostrado ser más cooperativas y bipartidistas, además de
promover más políticas a favor de las mujeres, niños y el bienestar social.
Smith dijo que ya lo ha visto en el Congreso. Pese
a que el Senado estadounidense está sumamente polarizado, dijo que las mujeres
tienden a tratarse como colegas sin importar sus partidos; las veintitrés
senadoras se reúnen para cenar una vez al mes.
En el ámbito de los medios y del entretenimiento,
muchas de las mujeres que se quedaron con los puestos previamente ocupados por
hombres han cambiado el tono y el contenido de lo que le ofrecen al público y,
en algunos casos, las repercusiones del #MeToo han moldeado sus decisiones.
Por ejemplo, Jennifer Salke, quien sustituyó a Roy
Price como presidenta de Amazon Studios, dijo que Amazon necesitaba más “programas
grandes y adictivos para las mujeres”. Anunció que ha llegado a acuerdos con
actores como Lena Waithe y Nicole Kidman, entre otros.
No obstante, la diferencia que pueden marcar las
mujeres que han llegado al poder es limitada, pues todavía son parte de un
sistema dominado por hombres. Más del diez por ciento de los hombres
destituidos han intentado regresar o han expresado sus intenciones de hacerlo,
y muchos de ellos nunca perdieron su poder financiero.
El comediante Louis C. K. hace poco tomó el micrófono en el
Comedy Cellar en Nueva York, y preguntó hasta cuándo se va a seguir desterrando
a los miembros de su ámbito, y quién lo decide. Jerry Richardson, fundador y expropietario
del equipo de futbol americano Panteras de Carolina, recibió una multa de 2,75
millones de dólares por parte de la NFL luego de ser acusado de acoso sexual,
pero vendió el equipo por al menos 2200 millones de dólares, una cifra récord.
Cuando las personas acusadas de acoso recuperan el
poder sin rendir cuentas —o sin haberlo perdido nunca, al menos
financieramente—, se restringe el potencial del movimiento pos-Weinstein de
cambiar la manera en que se ejerce el poder dentro de la sociedad estadounidense.
Eso, a decir de la fundadora del movimiento Tarana Burke,
es porque no han experimentado el mismo tipo de trauma que las sobrevivientes.
Además, muy pocos han demostrado haberse disculpado en privado con las personas
que lastimaron o haber asumido la responsabilidad de sus actos, señaló.
“¿Dónde quedó la autorreflexión y la rendición de
cuentas?”, preguntó. “Quizá si viéramos algo de evidencia al respecto, podríamos
abrir un diálogo más contundente acerca del camino a la redención”.
Mientras tanto, las mujeres que ascendieron afirman
que hay otras más con preparación de sobra, listas para tomar su lugar en el
poder.
“Muchas de las que tomamos estos empleos como
remplazos escalamos a otros puestos porque fuimos muy buenas para el trabajo”,
dijo Tanzina Vega, presentadora de radio que remplazó a John Hockenberry en el
programa The Takeaway. “Tenemos las habilidades, la experiencia, la
ética laboral y la inteligencia para hacerlo, y es tiempo de que nosotras nos
encarguemos de este trabajo”.
© The New
York Times
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