Por Fernando Savater |
Y en ese gozo compartido incluyo al resto de
los países hispanoamericanos, elenco del que España creo que forma parte como
uno más. Pero esos sentimientos extensivos e inclusivos tienen fecha de caducidad...
y ciertos límites prudenciales.
Por eso me cuesta
fingir pesadumbre cuando se me reprochan abusos de hace siglos, los cometiese
Francisco Pizarro en Perú o el general Santa Anna en Texas. Y desde luego
sostengo que la responsabilidad de los actos es de quien los lleva a cabo, no
de sus compatriotas o de sus parientes. Sea para bien o para mal...
Sin embargo, ahora
siento una agobiante sensación de vergüenza cuando veo lo que está ocurriendo
en Venezuela. Me sonrojo de que haya españoles entre los promotores y
apologetas del chavismo, de que los haya hoy para disculpar a Maduro.
Son los nuevos
encomenderos, los virreyes del peor imperialismo: el colectivismo incompetente,
liberticida y mentiroso. Busquen sus caras en YouTube, las conocen de nuestras
televisiones. Y cuando oigo a esos colegas ideológicos de quienes han dejado a
los venezolanos sin medicinas, sin alimentos, sin maestros... pontificar contra
los recortes en sanidad o educación que según ellos trajo el PP a España y
presentarse como necesaria alternativa, siento más vergüenza todavía. Pero
sobre todo siento miedo.
© El País (España)
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