Por Arturo Pérez-Reverte |
El caso es que lectores y amigos, que saben de mi
afición, me piden de vez en cuando sugerencias. Mis pelis favoritas. Varias
veces prometí hacerlo, y hoy voy a cumplir mi palabra. Al menos, en parte.
Películas del Oeste, por ejemplo. Recordando, a modo de epígrafe, lo que una
vez me dijo un amigo ya fallecido, Pedro Armendáriz, hijo del legendario actor
mexicano del mismo nombre: «El cine sólo era de verdad cuando era mentira».
Esta mañana durante el desayuno, mientras hacía la
lista de mis westerns preferidos, anoté 36. Hay más, pero éstos pueden valer.
No todos son obras maestras: sólo dos terceras partes, o tal vez menos. El
resto son películas que por diversas razones quedaron ancladas en mi gusto y mi
memoria. Hay una, por ejemplo, Del infierno a Texas, que en mi
infancia me pareció extraordinaria y que volví a ver hace poco con mucho
deleite, pero que nunca es mencionada por mis amigos cinéfilos de verdad,
aunque a Javier Marías sí le gusta mucho. Con quien más hablo de cine es con
Javier, en nuestras cenas de Lucio; y por encima de gustos y discrepancias,
coincidimos en lo básico. En películas del Oeste, John Ford es Dios, y John
Wayne su encarnación en la tierra, o en la pantalla. Y Howard Hawks y Anthony
Mann son el Espíritu Santo.
Así que, ya que me han dado ustedes confianza para
montarles una filmoteca del Oeste, y con la prevención de que son mis gustos
personales, háganme el favor de tomar nota. John Ford ante todo, como digo: su
trilogía de la caballería (La legión invencible, Fort Apache, Río Grande)
completada por Misión de audaces –películas de amigotes, dice
mi hija– es en mi opinión lo más brillante que se ha hecho como relato épico
del Oeste, seguido muy de cerca por las cuatro películas (Winchester 73,
Horizontes Lejanos, El hombre de Laramie, Colorado Jim) que Anthony Mann
rodó con James Stewart como protagonista. Pero con el gran padre Ford no se
acaba así como así, pues además de las de la caballería hay que ver La
diligencia, Centauros del desierto, Pasión de los fuertes, El hombre que mató a
Liberty Valance («Ése era mi filete»), El sargento negro,
Corazones indomables y Dos cabalgan juntos.
En cuanto a Howard Hawks, a él debo mi más amada
película de cuantas sobre el Oeste se han filmado jamás –mi segunda favorita es
posiblemente La venganza de Ulzana, de Robert Aldrich–. Con
Hawks me refiero, naturalmente, a Río Bravo (la escena de
Martin, Brenan y Nelson cantando My Rifle, My Pony and Me sigue
emocionándome casi hasta las lágrimas), a la que es inevitable añadir El
Dorado («Sólo conozco a tres hombres que disparen así; uno está
muerto, otro soy yo…») y Río Rojo. Y ya que he hablado de
canciones, otra que me eriza la piel y me causa absoluta felicidad como
espectador es Do not forsake oh my Darling como fondo de la
soberbia secuencia inicial de Solo ante el peligro, de Fred
Zinnemann. O el tema musical de El árbol del ahorcado, película con
la que Delmer Daves me convirtió en adicto a las suyas, confirmado en Flecha
Rota y El tren de las 3,10. Y por seguir con
canciones, es imposible soslayar Johnny Guitar, de Nicholas
Ray. Lo que me lleva a decirles que, si fuera mujer u homosexual, el amor de mi
vida sería Sterling Hayden.
No queda espacio en esta página para el resto de
las 36 (Grupo salvaje, Duelo de titanes, Más allá del Missouri, Raíces
Profundas, Los siete magníficos, Valor de ley, Murieron con las botas puestas,
Tambores lejanos, Sin perdón); pero hay dos películas que necesito
mencionar antes de irme. Las dos las conocí tarde, no hace más de diez años, y
me pregunto cómo vi cine hasta ese momento sin conocerlas. A mi juicio, son
obras maestras. Una es Hondo, de John Farrow, donde John Wayne
encarna a uno de los mejores personajes de su carrera: ese pistolero que llega
al rancho de la mujer y el hijo con la silla de montar a cuestas y con su
perro. La otra, oscura y trágica, a medio camino del cine negro y abriendo una
nueva forma de tratar los relatos del Oeste, es Incidente en Ox-Bow,
de William Wellman. Si pueden, apresúrense a verla. Sólo por eso ya habrá
valido la pena leer esta página.
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