Por Guillermo Piro |
La opción de las Historias existe desde hace poco
más de dos años: en abril de 2017 casi 200 millones de personas subían como
mínimo una al día; en junio de 2018 ya eran 400 millones.
Instagram gusta
porque es un lugar positivo y jovial, sin el lenguaje violento y tóxico tan
frecuente en Facebook y en Twitter, e invita a compartir cosas bellas y a
interactuar dejando comentarios a las cosas compartidas por los demás. Pero hay
quien cree que esta característica es su mayor problema: toda esa belleza es
falsa, de utilería, exagerada.
Entre quienes piensan así está el periodista de tecnología
Alex Hern, que en el Guardian escribió que “en opinión de muchos usuarios y
expertos en salud mental, la positividad de Instagram es su problema, porque
pone un imparable énfasis en la promoción de estilos de vida ‘perfectos’”. Si
Instagram es una red social buena porque es alegre, Hern escupe el asado
diciendo que a lo mejor no es tan buena, justamente porque es demasiado alegre.
Twitter es considerada la red social en la que, además de
mantenerse informado, uno trata de expresar una opinión, a menudo crítica,
sobre una variada paleta de temas, la mayoría de las veces peleándose con el
entorno. Hern dice que Instagram “parece, en cambio, la red social más amigable
que se pueda concebir. Es una comunidad de personas que se comunican sobre todo
visualmente y en la que la interacción principal consiste en poner la imagen de
un ‘corazón’; es una red social en la que el contenido tiende a volverse viral
gracias a la positividad, y en la que muchos de los perfiles más seguidos son
de perros y gatos”. Según Hern, el problema es que, a diferencia de otras redes
sociales, Instagram “impulsa a sus usuarios a presentar una imagen de sí mismos
alegre, que atraiga, pero que para los demás podría resultar engañosa e incluso
nociva”. Hern resume el asunto así: “Si Twitter es el lugar en que todos son
terribles y Facebook es la demostración de que todos son aburridos, Instagram
nos hace ver que todos son perfectos. Todos menos vos”.
La Royal Society for Public Health (RSPH) es una asociación
británica que se ocupa de mejorar la vida de las personas. En 2017 hizo una
encuesta sobre los efectos negativos que Facebook, Snapchat, Twitter, YouTube e
Instagram tenían sobre los usuarios de entre 14 y 24 años. Instagram era la red
social que según los entrevistados tenía sobre ellos peores consecuencias, en
particular en sus FOMO (Fear Of Missing Out, el miedo de ser excluidos de
algo), en su percepción del propio cuerpo y en el sueño. Niamh McDade,
investigador de la RSPH, le dijo a Hern: “A primera vista Instagram puede
parecer muy amigable. Pero seguir mirando las fotos de los demás sin
interactuar no hace bien a nadie. […] El hecho es que en Instagram solo se
comparten cosas que tienen como fin hacernos quedar bien. En Twitter y en
Facebook uno ve muchas cosas que solo sirven para que uno diga: ‘Eh, después de
todo mi vida es maravillosa’”.
La psicóloga y socióloga Sherry Turkle ya había dicho en
2012, año de la creación de Instagram, que las redes sociales nos hacen sentir
“conectados pero solos”. Hern dice que está tratando de abrir Instagram cada
vez menos y que sigue solo a pocos cientos de personas, especialmente a
aquellas que conoce de verdad. A pesar de esto se lamenta de “ver a familiares
y amigos que hacen cosas increíbles y se divierten mucho, pero sin mí”.
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