Por Javier Marías |
Ahora bien, me
quedé preguntándome por qué había soñado tal cosa, y en seguida llegué a la
conclusión de que no tenía nada de particular, dada la grandísima cantidad de
personas, en principio “respetables”, repartidas por las prisiones o con visos
de acabar en ellas, es decir, inmersas en procesos que pintan mal, o ya
condenadas y en libertad provisional a la espera de sentencia en firme, o bajo
elevada fianza hasta que se inicie su juicio. Nos hemos ido acostumbrando y ya
no nos sorprende. Pero constituye una gigantesca anomalía una sociedad
con las cárceles
llenas de ministros(pongan ustedes los “ex-”), presidentes
autonómicos, alcaldes, concejales, militares, sacerdotes, empresarios,
constructores, directores de bancos, miembros de consejos de administración
variados, directores del FMI (bueno, el único español que ha habido), presidentes
de clubs de fútbol y de federaciones deportivas, consellers
catalanes y valencianos, políticos andaluces y madrileños, insignes profesores,
sindicalistas, responsables del Liceu y del Canal de
Isabel II, tesoreros de partidos, comisarios de policía, abogados,
fiscales y jueces. Y hasta el cuñado del
Rey.
La mayoría de esta
gente recibía excelentes sueldos, a diferencia de sus conciudadanos, muchos de
los cuales no pasan de mil euros al mes desde hace años. Además, ejercían
cargos vistosos e influyentes, que les daban popularidad (a cada uno en su
ámbito) y proyección social. Ninguno era un “don nadie” frustrado o resentido
con el mundo en general. Eran más bien privilegiados, individuos con suerte
(los méritos ya son discutibles) y en todo caso bien relacionados, porque a
nadie se le otorga nada si no resulta de utilidad. Lo natural sería que se hubieran
estado quietos en sus magníficos despachos; que hubieran ejercido sus
respectivas tareas impecablemente, y aun agradecidos; que se hubieran dado con
un canto en los dientes cada mañana al levantarse y comprobar lo bien que les
iba en su mundo. ¿Cómo es posible que tantos de ellos se hayan jugado sus
carreras, su prestigio, su respetabilidad, su familia, su dinero y su libertad
por un exceso de ambición, de codicia, de nacionalismo locoide o de salacidad?
Uno entiende el delito de quien ante sí ve un negro futuro sin posibilidad de
mejorar, de quien poco posee y nada tiene que perder. No, en cambio, el de
quienes tienen tantísimo que perder. El extraño fenómeno se ha achacado a
la sensación de
impunidad dominante entre “los importantes”. Esa explicación tal vez
valga para los primeros casos, pero no para el resto, para cuantos ya habían
visto las barbas del vecino puestas a remojar. ¿Qué raro virus atraviesa
nuestra sociedad, que ni siquiera tiene la excusa de estar visiblemente
amenazada por mafias, como la italiana?
Sea cual sea, ese
virus no ha remitido pese a los escarmientos acumulados. Pedro Sánchez ha
alardeado demasiado pronto de “Gobierno ejemplar”. Está por ver. Lo cierto es
que, sin cometer delito por ello, en sus primeros 54 días de Presidencia el BOE
publicó 484 decretos de ceses y nombramientos. Según contó aquí Carlos Yárnoz,
los relevos afectaron a casi todas las empresas y entes públicos: Hunosa, Sepi,
Tragsa, RTVE, Renfe, Adif, Correos, Instituto Cervantes, Cetarsa, Navantia,
Sociedad de Caución Agraria, Red Eléctrica, Paradores, Agencia del Medicamento…
¿Tantos funcionaban mal? Algunos de los agraciados con los nuevos cargos son
amigos de Sánchez o gente que le ha servido bien. Algunos están remunerados con
200.000 euros anuales o más. La medida será sin duda legal, y es la misma que
antes tomaron Rajoy, Zapatero y Aznar, nada más ocupar el poder. Pero es muy
fea y huele fatal, a todo menos a “ejemplar”. En cuanto al remedo de “República
Catalana pura y sin mácula” en que ya está convertida la semidictatorial
Generalitat, 240 cargos
del Govern (240, no 24) cobran más que el propio Sánchez. Frente a
los 81.000 euros anuales de éste, Torra el Tenebrós percibe 147.000, y encima
tiene a su servicio 413 “personas de confianza” —413— con sus abultados
salarios. Los consellers reciben 110.760 euros, un 55% más —un 55%— que los
ministros del Gobierno estatal. Los directores de TV3 y de Catalunya Ràdio,
Vicent Sanchis y Saül Gordillo, no les van a la zaga, con 109.080 cada uno. No
es extraño que actúen como felpudos. También son cuantiosos los sueldos para
los famosos fugados: 82.210 euros para Meritxell Serret, 85.000 para Lluís
Puig, etc, etc. El virus demuestra que Cataluña es tan brutalmente española
como Andalucía o Madrid. Si la “República” iba a ser “incorruptible y sin
tacha”, es obvio que la infección ha prendido en ella con aún más virulencia
que en ningún otro lugar.
© El País Semanal
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