lunes, 17 de septiembre de 2018

No hay remos para todos


Por Sergio Sinay (*)

La metáfora de la tormenta tiene sus voceros mediáticos, intelectuales y económicos. Los insistentes mensajes de estos mensajeros podrían sintetizarse así: nadie haga olas en este momento, rememos todos, juntémonos para llegar a la orilla, después en todo caso vemos qué pasó, hagámoslo por patriotismo. Cuando, a fuerza de ser repetida, la metáfora se transforma en relato, cuenta que en la orilla espera un futuro luminoso.

El problema es cómo convencer de esto a quienes permanecen bajo la línea de la pobreza o a quienes, a diario, regresan a esa condición tras haber remado para emerger unos centímetros. Otro problema es cómo alentar a todos a remar parejo cuando el capitán de la nave se toma “el peor fin de semana de su vida” para descansar en su quinta, jugar al paddle y mirar fútbol. O cuando unos van en bote y otros en yate. ¿Quiénes somos todos? ¿Los grandes empresarios que admitieron ser coimeros seriales y siguen sueltos y tan campantes, aplaudidos por sus colegas en cuanta convención se les presenta, junto a quienes no reúnen lo suficiente para comer, pagar tarifazos y cumplir con el alquiler? ¿Los ministros que descansan en Río de Janeiro en plena “tormenta”, junto a los que no saben si mañana al llegar a su trabajo éste todavía existirá? ¿Y alcanzan los remos?

La invocación a todos (“somos todos argentinos”, “la patria somos todos”, “lo que todos queremos”, “a lo que todos aspiramos”, etcétera), resulta siempre autoritaria, elimina la diversidad, somete las necesidades de unos al poder numérico de otros, no contempla situaciones particulares y específicas, y permite que se licúen responsabilidades, permitiéndoles a los responsables mimetizarse en esa masa difusa. “Todos” es una palabra funcional a los populismos, tanto de derecha como de izquierda. Como lo son “pueblo”, “vecinos”, “público”, “gente”, “hinchada”, “fanático”, “militante” o también “patria” (no confundir con nación o país).

Durante la década perdida bajo la impronta de un populismo corrupto hasta la médula, la consigna “roban, pero hacen” alcanzó su máxima expresión absolutoria y fomentó, desde una masa crítica de la sociedad, una obscena impunidad. “Roban, pero hacen” significaba “a mí me va bien”, “callate la boca”, “no me importa lo que pensás”, “sos destituyente”. Toda objeción u opinión autónoma era invalidada y aplastada con prepotencia. Sin prisa y sin pausa, con otros modales y una presunta superioridad moral, algo así empieza a aparecer hoy con la premisa de “remar todos”, “arremangarse juntos”, “no hacer olas” y callarse hasta tocar la orilla. Flota en el aire la amenaza de que no sumarse a esto coloca al disidente en una lista de presuntos kirchneristas. No importa su trayectoria, su conducta, los riesgos que haya corrido precisamente por no serlo. Fiel a sí misma, buena parte de la sociedad cambia ropajes, pero resuelve sus dilemas apelando a lo que en la psicología cognitiva se conoce como heurísticas. Es decir, atajos mentales, respuestas fáciles, simplificadoras e imperfectas a cuestiones complejas. No sea cosa que haya que reflexionar, comparar, consensuar, abrir nuevos interrogantes. En síntesis, pensar.

Daniel Kahneman, precisamente psicólogo cognitivo, el primero no economista ganador del Premio Nobel de esta especialidad, en 2002, y autor de Pensar rápido, pensar despacio (obra esencial para desentrañar los trucos de la mente), dice que no se ayuda a nadie rescatándolo de sus propios errores. Ese rescate impide el aprendizaje y anula la responsabilidad. Los llamados a “remar juntos” (no importa con quién ni hacia dónde), a no hacer olas y demás, suenan como una convocatoria a rescatar de sus propios errores a quienes los cometieron sin estar forzados, por liviandad, por ejercicio de soberbia y optimismo banal. Esto es una crisis profunda y no una tormenta. Y una oportunidad para pensar. En la iluminadora entrevista de Jorge Fontevecchia al heterodoxo filósofo esloveno Slavoj Zizek publicada en PERFIL la semana pasada, éste decía: “La primera tarea de pensar no es solucionar problemas, sino formularlos correctamente”. Pensar no es remar.

(*) Periodista y escritor

© Perfil.com

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