Por Eduardo
Aulicino
¿Cuánto importan realmente Guillermo Moreno, Dady
Brieva y Luis D'Elía? No podría decirse que mucho. Moreno tiene escaso volumen
en el peronismo, Brieva es un actor y comediante conocido pero no un referente
social, y D'Elía se ha ido devaluando largamente en las organizaciones
piqueteras.
Eso, de todos modos, no definiría la respuesta. Sus dichos y gestos
para cargar contra el Gobierno tal vez no sean relevantes medidos por los
efectos prácticos, pero expresan más que la cáscara: traslucen
inquietantes y oscuras cargas ideológicas.
Guillermo Moreno volvió a ganar algún espacio
mediático y generó una previsible y rápida reacción en las redes sociales al
difundir que había enviado una nota a Christina Lagarde para advertirle que el
FMI no debería adelantar fondos al país. Solicitó una reunión y dijo contar
para esa tarea con tres economistas comisionados, uno de los cuales, Guillermo
Nielsen, se bajó rápidamente de la misión.
Moreno firmó su nota como presidente da la Comisión
de Economía del Partido Justicialista. Nadie salió orgánicamente a
tomar distancia del hecho. El PJ, por supuesto, no contiene hoy ni
siquiera formalmente al peronismo. José Luis Gioja es el presidente del Consejo
Nacional, respetado por su larga trayectoria peronista, pero lejos de ser
considerado jefe o líder partidario, ni por el kirchnerismo –por momentos más
próximo- ni por el conglomerado de los gobernadores.
El ex
secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno
La carta de Moreno está acotada por ese contexto.
No tiene el impacto, por supuesto, pero sí el eco de aquellas movidas
devastadoras por su efecto y tremendas por su concepción que tuvieron como
ejecutores a Domingo Cavallo y a Guido Di Tella, y que apuntaron a dinamitar el
último tramo de la gestión de Raúl Alfonsín, el primero para bloquear
la asistencia del Fondo y el segundo para provocar una disparada de dólar y
precios.
Nadie asimilaría hoy semejante situaciones, ni la
potencia de fuego de aquellos actores y la de Moreno. Sólo el eco, pero alcanza
para entrever el sustento ideológico.
Moreno asume sin decirlo la peor concepción sobre
el peronismo. La traducción más común suele ser que el peronismo se
concibe como la única fuerza política capaz de gobernar este país y,
peor, que ningún otro partido puede finalizar su mandato. Hoy, en sentido
inverso, una franja importante y con peso territorial del PJ busca emitir
señales de gobernabilidad, cuya prueba real será dada en el Congreso con el
tratamiento del Presupuesto.
Pero el punto, volviendo al ex secretario de
Comercio, es que su carilla y media dedicada al FMIcoloca al peronismo en el
papel de condicionante de la gobernabilidad, no de sostén o hasta de
garante de esa gobernabilidad. Desdibuja al extremo su papel de partido
político, para presentar al PJ como una especie de factor de poder permanente,
condicionante en definitiva de la propia política.
Ese asoma como el componente ideológico. Sólo su
falta de efecto disimula la categoría de la señal del ex funcionario, la
convierte casi como en anecdótica, aún como recreación desteñida de las jugadas
desestabilizadoras referidas.
Dady Brieva
Dady Brieva fue por otro camino para disparar
contra el Gobierno. Expresó su deseo de que "realmente la pasemos
mal", como una fórmula de escarmiento para que la gente no vuelva a
votar a Macri. Enojo expresado en términos de paternalismo.
Puede resultar contradictorio a primera vista, pero
no lo es: es probable que el actor no lo haya elaborado así, pero viejas
corrientes de pensamiento siguen funcionando increíblemente como una mixtura
de ideas que colocan como eje naturalmente virtuoso al pueblo -a veces
definido como conjunto amplio y otras veces casi como núcleo de clase- pero al
mismo tiempo lo rebaja a una condición de niño o ingenuo al que hay que
enseñarle a pensar.
Brieva hizo un giro llamativo para enfatizar que no
desea una salida anticipada del poder para Macri. Aunque hay elementos a la
vista para hacerlo, no profundizó en la crítica hacia el Gobierno ni tampoco en
la polémica sobre el pasado kirchnerista: eligió plantear lo que resta del
mandato presidencial como una especie de necesario sufrimiento colectivo que
expíe los pecados electorales de 2015 y 2017. La idea del correctivo
suele ser espejo de la enseñanza en términos de superiores e inferiores.
El
piquetero Luis D’Elía
D'Elía ocupa otro lugar, es sabido. Sostiene desde
hace rato que Macri debe caer y lo dijo de maneras que sólo le generan soledad
política. En su última entrega, tal vez haya querido ser menos extremo en el
vocabulario. Sostuvo que el Gobierno "está terminado", y
arropó el final que imagina para el Gobierno no como fruto de un estallido
social sino como un pronunciamiento del Congreso.
Al margen de algunas confusiones sobre las crisis y
el modo de superarlas en sistemas parlamentarios, D'Elía buscó darle algún
cariz institucional a sus últimos dichos. En su versión más extrema, había
llegado a hablar de "fusilamiento" del Presidente "delante de
todo el pueblo". Las palabras, está claro, pierden sentido o diluyen
su gravedad según el real peso de quien las pronuncia. Pero lo relevante es, en
cualquier caso, el sentido de base: esta vez, la auto-adjudicación de la
representación popular como una suerte de atributo de supremacía para forzar
cualquier límite.
Las oscuridades ideológicas a veces no mueven el
registro en escala de debate. Da la impresión de que domina el estilo de los
cruces, más o menos ingeniosos, en las redes. No es mucho, pero al menos
alertan con su ruido.
©
Infobae.com
0 comments :
Publicar un comentario