Por Héctor M. Guyot
El país hace equilibrio sobre una delgada línea que oscila
ante el embate de los vientos. Con la vista fija allá adelante, en el punto de
llegada, avanzamos por la cuerda floja. Sin embargo, octubre de 2019 aún está
lejos y los peligros que acechan en el trayecto pueden ser traicioneros. Nadie
quiere perder pie y por eso todos se agarran de todos.
Algunos se soltarían de
inmediato en caso de que eso provocara solo la caída del otro. Así ha sido
antes. Con menos peso sobre la cuerda, es más fácil llegar primero. O
simplemente llegar. Por eso ceden al instinto y empujan. Pero por ahora, salvo
los que están jugados, todos se necesitan. Su suerte está atada. Y así va el
país, atado también a esa suerte.
A alguien, sin embargo, la suerte parece haberle dado la espalda.
Su equilibrio es cada vez más precario. Seguir sosteniendo a Cristina Kirchner
tiene un costo que pronto podría superar el supuesto beneficio que eso reporta.
A la expresidenta le van quedando cada vez menos amigos. Al menos fuera de la
cárcel. Y lo cierto es que muchos de los que tiene adentro no han sabido honrar
esa vieja amistad que tanto los ha enriquecido en los buenos tiempos. De nada
sirven ahora las fortunas acumuladas y allí andan, ingratos, contándolo todo.
Clarens, por ejemplo. ¿Hacía falta que relatara aquella
confesión de Báez según la cual "Rico Mc Pato" (él) y "La
Araña" (ella) lo maltrataban? ¿Y esa escena en la que el expresidente,
molesto por el ruido que el empresario hizo al entrar, le ordenó salir y entrar
tres veces más en silencio, para aleccionarlo después con una trompada? Es
posible que la expresidenta no alcance a apreciar que en estos detalles se
cifra la paranoia que nos gobernó durante el kirchnerismo, un período de
alienación colectiva en la que nuestros peores hábitos alcanzaron cotas
difíciles de imaginar.
Bonadio está a punto de procesarla no por eso, sino por
otras cosas que ha ventilado el financista y por todo lo que han revelado los
cuadernos del chofer grafómano, confirmado luego por las declaraciones de exfuncionarios
y empresarios. Era ella, tras la muerte de él, la que decidía a qué empresas se
les pagaba y a cuáles no. El producto de las coimas viajaba periódicamente en
aviones oficiales al sur. El dinero acumulado ha de ser cantidad, pero la
estepa sureña es inmensa y por eso esta semana asistimos a una búsqueda
surrealista en medio de un caso surrealista, aunque dolorosamente real. Lo
inédito es que haya pruebas suficientes de lo inaudito, y esto ha abierto los
ojos de gran parte de los argentinos. Esta conciencia le pone límites a la
pulsión irracional de muchos políticos: advierten así que esta crisis, por más
que de lejos se parezca a otras anteriores, no es la misma.
¿Acaso hubo antes tantos empresarios presos? Al listado de
los cuadernos se le sumó el pendrive del "arrepentido" Clarens. Según
Diego Cabot, el periodista de este diario que inició la investigación y le dejó
el penal servido a la Justicia (que no pateó la pelota afuera), no hay
prácticamente ninguna de las grandes constructoras, nacionales o provinciales,
que no esté incluida en la lista. La Justicia, que con el relevo de Lorenzetti
por Rosenkrantz en la presidencia de la Corte podría iniciar un proceso de
depuración, deberá llegar hasta las últimas consecuencias. De cualquier modo,
con todo lo que ya se sabe el país debería cambiar no por escarmiento, sino por
vergüenza.
Mientras, en la cuerda floja, trenzados, el Gobierno y la
oposición peronista se disputan los números del presupuesto y los recortes con
la mira puesta adelante, en 2019. El "populismo racional" (Sebreli dixit)
no le va a soltar la mano al Gobierno, pero hará lo posible para que pague los
costos por los daños que en gran medida su propia gestión produjo. No lo
empujará al vacío por simple cálculo electoral: les conviene diferenciarse de
los modos más brutales del kirchnerismo para erigirse en opción
"racional" cuando llegue la hora de cosechar votos sobre el paisaje
deprimido del ajuste. Es la política, al menos como se la entiende aquí. El
Gobierno necesita de esa mano para avanzar con cuidado sobre esa cuerda
oscilante que los sostiene a ambos y en la que vamos todos, hasta llegar a
2019.
Lo que no se puede hacer sobre la cuerda es caminar hacia
atrás. Eso y caer al vacío es lo mismo. La calle se ha vuelto un hervidero donde
no solo se expresa el padecimiento de los sectores más postergados, sino
también las frustraciones políticas y las pulsiones destructivas de una
dirigencia que hace su propio juego. Como muchos intendentes y gobernadores
opositores, hay dirigentes sociales que denuncian que el Gobierno no los
escucha, cuando en verdad les ha concedido más fondos que la administración
anterior. Además, acusan al oficialismo de ser el único responsable de la
crisis.
Por supuesto, el Gobierno ha cometido errores. Y los ha pagado
caro, dado el estado terminal en que recibió la economía y los embates que han
llegado desde un contexto internacional adverso. Ahora debería llevarlos a su
mínima expresión. A Macri le hará falta muñeca política para sostener firme la
vara que les permite a los equilibristas avanzar paso a paso sobre el abismo
hasta pisar, del otro lado, tierra firme.
© La Nación
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