Por Fernando Savater |
Lo mismo, aumentado, ocurre ahora en Cataluña.
Surgen influencers cuyo talento está
a la altura de la causa que abrazan (incluso por debajo, a veces). Por ejemplo,
la señora Jamila Raquib, directora del instituto Albert Einstein de Boston
(patrocinado por Soros), que ha propuesto a la alcaldesa de Berga, Montse
Venturós, de la CUP, para el premio a la desobediencia concedido por el
Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y dotado con 250.000 dólares. La
señora Raquib pasó por Berga para presentar su libro sobre Gandhi y llegó a la
conclusión de que la alcaldesa, imputada por no querer quitar la bandera
estelada del Ayuntamiento durante los comicios autonómicos como pidió la Junta
Electoral, era un avatar apropiado del líder hindú, pero en videojuego
levantino. El 30 de noviembre sabremos si le dan el premio o no, mientras por
si acaso seguirá desobedeciendo...
Del MIT proviene también Noam Chomsky, que grabó un vídeo
del Òmnium Cultural en compañía de otros influencers
tan distinguidos como Angela Davis, Piqué y Martín Caparrós, preocupados porque
en España no se respeta la libertad de expresión y asociación política.
“¡Justicia y libertad!”, piden, con un trémolo cursi y los ojitos cerrados.
Recuerdo lo que el rector Hiawatha decía de Chomsky en nuestros tiempos
hippies: “Tiene cuarenta años, aparenta veinte y se porta como si tuviera
doce”. No fue Trump quien inventó la posverdad...
© El País (España)
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