Por Tomás Abraham (*) |
Escribo o hablo en nombre de la opinión sin representar a nadie.
No
soy un comunicador que "representa" a la gente o a mis sponsors
ni respondo a la línea editorial de la empresa que me contrata.
Subrayo esto por el hecho de que, como la inmensa mayoría de mis
conciudadanos, ignoro lo que sucede en lo que respecta a las esferas del
poder, en donde se toman las decisiones que afectan a la sociedad de la que
formamos parte.
Es mentira el mito de la transparencia. El poder político, como el
corporativo, es secreto. No hay poder que exhiba los resortes de su mando
ni muestre los flancos débiles de su gestión.
Voces. Es desde la llamada sociedad civil, bajo un régimen democrático en el
que prima la libertad, desde donde deben aparecer las voces que penetran la
muralla de silencio detrás de la cual se ocultan quienes mandan, y dominan.
Esa función que se atribuye al periodismo, y en otras épocas a los
intelectuales, no se cumple. Por un lado, porque los medios poderosos en
gran parte “operan”, es decir que son portavoces, de grupos de poder
y de sus propios intereses económicos y posturas ideológicas. Respecto de
los intelectuales, su presencia e importancia es escasa ya que el mundo de
las letras impresas ha quedado rezagado hace rato por las nuevas tecnologías y
por las mutaciones culturales.
Es mentira el mito de la transparencia. El poder político, como el
corporativo, es secreto. No hay poder que exhiba los resortes de su mando.
Por lo que, en nombre del común, transmito ciertas inquietudes.
Es evidente que nuestro país vive un estado de emergencia social.
No hay precios, ni cuidados ni descuidados. Los números cambian, si no
cada día, cada semana. La cadena de pagos debe ser un caos, para cobrar
un cheque diferido los descuentos deben llegar a la mitad de su valor.
Al haber recesión, seguramente habrá despidos y suspensiones. Las
cifras de la pobreza y de la desprotección de la niñez ni merecen comentarios.
El costo de los medicamentos debe angustiar a quienes tienen la jubilación
mínima. El Ministerio de Salud, que en estos momentos debería jerarquizarse,
ha sido degradado a secretaría.
No digo nada que no se sepa.
Organizados. Los movimientos sociales están en la calle. En nuestro país los
pobres están organizados. No sucede en otros países de Latinoamérica. Los
que hablan de clientelismo, populismo, izquierdismo, y de aprovechadores
políticos de la miseria, no pueden ignorar esta realidad que data de hace años.
Sus líderes son dirigentes políticos. Son recibidos por la ministra de Desarrollo Social. El
Gobierno financia sus actividades. Sostiene que no solo mantiene el gasto
social en los niveles del gobierno anterior sino que los ha incrementado.
¿Es cierto? Nos faltan datos, o al menos no tengo información de ellos.
La situación de pobreza de la Argentina tiene valores altos desde hace
años. La clausura del Indec bajo apariencias de funcionamiento
escondió esta realidad. El modelo de crecimiento con inclusión aprovechó un
hecho global que triplicó el precio de nuestras exportaciones en los primeros
años de su gestión con la ayuda de un Estado cuyo costo bajó a la mitad después
de la devaluación.
Superávit gemelos que luego se fueron licuando hasta llegar al cuello de
botella financiero y al estancamiento de la economía.
Por lo que este gobierno heredó la situación de pobreza pero esta vez
con déficits gemelos. No es una mera excusa.
O tienen razón quienes sostienen que este gobierno carece de la mínima
sensibilidad social, o hacen cosas por los que más sufren y nadie se entera, o
partieron al limbo en el que duermen los irresponsables.
Herencia. Pero lo que no heredó este gobierno es esta realidad en la que parece
que la gobernabilidad de la Argentina la deciden la señora Lagarde y un corresponsal como el
ministro de Hacienda, que pasó de ser adláter de un periodista de televisión a
conducir las riendas de nuestra economía después de endeudar al país de un modo
impune, por ahora.
Solo se habla de especulación financiera. No se trata de que no hay
modelos de crecimiento ni planes quinquenales. Simplemente porque no existen,
son una entelequia de charlatanes de oficio.
Nuestro problema es político. Pero de lo que sí se trata es de que no se percibe
lo que dijimos al principio. Me refiero a la situación de emergencia social.
Allí sí se ve que no hay planes, ni siquiera podemos decir planes, parece no
haber conciencia de la profundidad del problema.
Si la hay, esa conciencia no se manifiesta como tampoco se ve una
movilización desde el Gobierno que llegue con comida, medicamentos y ayuda de
todo tipo a la población más carenciada.
Los medios hablan del dólar, del déficit cero, de Lebacs, de la nueva
mesa chica con la que se reúne el Presidente y de la aprobación del
Presupuesto.
Lejos estoy de despreciar la realidad de los números en lugar de tomar
en cuenta la vida de la gente. No quiero ser un demagogo disfrazado de humanista.
Pero: o tienen razón quienes sostienen que este gobierno carece de la
mínima sensibilidad social, o hacen cosas por los que más sufren y nadie se
entera, o partieron al limbo en el que duermen los irresponsables.
(*) Profesor
emérito de la Universidad de Buenos Aires. Blog Pan Rayado
© Perfil.com
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