Por Jorge Fernández Díaz |
Un policía detectó esa trampa mortífera y avisó a la Brigada
de Explosivos, que tiene últimamente una rutina muy ajetreada en el conurbano:
todos los días hay amenazas en escuelas y hospitales. La mayoría de ellas,
afortunadamente, no pasan de ser intimidaciones. En los cines de un shopping de
Pilar donde daban la película Soledad, que filmó la hija del jefe del Estado,
hallaron dentro del baño de mujeres un artefacto que tenía todo el aspecto de
una bomba casera de relojería, pero que no pasaba de ser un simulacro, una
macabra advertencia. En el caso de la FMK2 la cosa fue bien distinta. Los
expertos se la llevaron y la hicieron estallar con éxito; no era retórica ni
chapucería, sino una instalación verdadera y sofisticada. Las esquirlas habrían
matado y herido a mucha gente. Las cámaras de la guardia estaban dobladas,
creando un sospechoso punto ciego que hizo imposible distinguir al ejecutor del
atentado. Una represalia o un mensaje: la gobernadora en persona investiga este
hecho inusual que fue cobrando relevancia a medida que avanzaron las pesquisas.
Buscar una conexión directa es bastante difícil, porque los
sospechosos son multitud. Es que la administración de Vidal se ha caracterizado
por poner en marcha una dinámica inédita contra el hampa estructural y, en
consecuencia, sus enemigos son cada día más grandes y cada vez más peligrosos.
Nadie puede descartar que esto no sea una devolución de gentilezas por el
desmantelamiento de la terrorífica banda de jueces, comisarios, convictos y
matones de tablón que funcionaba en la ciudad de La Plata desde hacía años. O
por el descubrimiento de chalecos antibalas llenos de cocaína en la propia
Brigada Antidrogas de La Matanza, el reino del justicialismo eterno, donde hace
dos días arrestaron además a quince barrabravas de Laferrère que importaban
droga para su distribución, directamente desde Medellín.
Ensimismada en corridas cambiarias y acuerdos macroeconómicos,
la opinión pública solo mira de soslayo este fenómeno inquietante que está
ocurriendo en la provincia de Buenos Aires. Y, sin embargo, se trata de un
combate decisivo, aunque de imprevisibles consecuencias, entre la democracia y
la mafia.
Vidal anunció, antes de que se desataran las últimas
represalias, la segunda parte de su reforma policial; previno que acortaría los
plazos de exoneración y que brindaría una lista pública y completa de los
expulsados de la fuerza, y que tomaría el control interno de los ascensos y el
manejo de los recursos de cada comisaría. Introdujo cambios tecnológicos que
permiten denuncias judiciales anónimas e impiden que las causas sean
cajoneadas: los expedientes se incrementaron de manera exponencial y el yeite
de las zonas liberadas sufrió un duro impacto. Ya se sabe: no hay delincuentes
organizados sin connivencia uniformada. Y la ofensiva general incluyó, muy
especialmente, a los clanes narco y se concentró también en cortar negocios de
bandas marginales dedicadas a dominio territorial, trabajo esclavo, producción
en negro, venta ilegal y toda clase de irregularidades. Avanzar contra estas
vastas economías luctuosas sin poder ofrecer, a cambio, economías específicas
de sustitución puede producir situaciones paradojales, en las que miles de
"empleados" de estas industrias siniestras se quedan bruscamente sin
conchabos, mutan de modalidad, amasan resentimientos y fraguan revanchas. A
este estado de nerviosismo se agrega la recesión puntual: quienes antes se
negaban a acopiar droga en sus casas o a trabajar de narcovigías en las calles,
ahora aceptan las faenas para hacer frente a la mishiadura. Y esto se combina
con los incendios en serie de las escuelas, que habían comenzado antes de la
llegada de Vidal al poder, pero que esta semana alcanzaron el número 24 en lo
que va del año, con la reducción a cenizas de la secundaria 36 de Moreno, donde
el no-gobierno camporista ha desatado un pandemónium y fuertes disputas entre
facciones violentas de diversa índole. Las investigaciones de esos incendios
por lo general no conducen a militantes, sino a alumnos pirómanos o a
trafiadictos vandálicos, pero el kirchnerismo aprovecha todas esas desgracias
para instalar en los barrios la idea de que Vidal es inoperante. El problema de
Vidal, más allá de sus eventuales errores, parece exactamente el contrario:
resulta demasiado operativa, cierra todos los grifos, y en consecuencia a lo
que estamos asistiendo es al desmoronamiento y a la rebelión de un régimen
gansteril y clientelista, profundamente retrógrado y cristalizador de la
miseria y sus infinitos abusos, que ha sido gerenciado y consentido por el
justicialismo bonaerense durante sus 27 años ininterrumpidos de hegemonía. El
conurbano es el "paraíso terrenal" que el peronismo construyó a sus anchas
para mostrarle al mundo; el resultado es una afrenta a la lógica, a la ética,
al progreso, a la justicia social y a los derechos humanos.
No es extraño que en ese territorio moldeado por la
corrupción, las acusaciones contra la Pasionaria del Calafate resulten
insignificantes. Tampoco les importa que Cristina Kirchner sea multimillonaria,
aunque le recriminan fuertemente a Mauricio Macri que lo sea. También ciertos
barones del conurbano se han vuelto obscenamente ricos a la vista de su
población más pauperizada, pero eso en lugar de indignar a los votantes, los
tranquiliza porque les parece un signo de estatus, control y fortaleza. Y aquí
solo importa el asistencialismo, la lluvia de empleos públicos y las distintas
prebendas, y se descuenta que la inseguridad no tiene arreglo. Vidal cosecha en
esos lares la misma imagen positiva que Cristina, puesto que sus adherentes más
pobres viven en la misma cuadra, pero tienen valores contrapuestos: le
reconocen su sensibilidad, elogian su lucha contra el narco, ponderan el ahorro
y la cultura del trabajo, y tienen la peor opinión de los "avivados"
que cobran planes y se dejan utilizar por pandillas políticas de muy diversos
propósitos. A unos y a otros, sin embargo, los une el espanto de la estanflación,
que corroe al oficialismo. Refiere el historiador Jorge Ossona, quien realiza
valiosas investigaciones de campo, que punteros del cristinismo machacan por
Facebook y promueven en las villas y en otros barrios carenciados una rebelión
en masa contra el Gobierno, pero que la arenga por el momento no prende en las
bases, donde hay bronca y hasta tristeza, aunque también recuerdos muy vívidos
y traumáticos del año 2001, cuando el remedio fue muchísimo peor que la
enfermedad. Sin embargo, existe una amenazante crispación en distintos sectores
civiles y policiales a los que por acción gubernamental se les estranguló el
circuito de recaudación espuria.
Si "el aparato" quiere retomar el poder no puede
sino derrotar a Vidal, y tal vez no le alcance con la economía, puesto que en
esos distritos muchos culpan al Presidente y salvan a la gobernadora. Faltan
pocos meses, y a ella hay que limarla como sea. La historia demuestra que no
trepidarán en utilizar a las "víctimas" de sus purgas y a la mano de
obra desocupada de las mafias que desarticuló: todos ellos están al servicio
del mejor postor y anhelan el urgente regreso del sistema más vil. Por eso
mismo, esta batalla no es partidaria ni ideológica. Es, lisa y llanamente, a
favor o en contra de la "colombianización" de la Argentina. El mínimo
intento de dignidad contra la más abyecta y venenosa de las resignaciones.
© La Nación
0 comments :
Publicar un comentario