Por Fernando Savater |
Porque lo que mejor les cuadra son unos versos de Karmelo C. Iribarren: “Hay que mirar el futuro con optimismo, decían, / como si tras conocerles tal cosa fuese posible”. Con la mayoría de los amigos lejos y alguno ya inalcanzable, como mi querido Vicente Verdú, que hubiera sido de mí este verano sin la compañía de varios poetas. Son ellos los que aciertan a transmitir la entraña dudosa e inmanejable de la vida, que es lo único que merece la pena vislumbrar de ella. También en agosto...
Además de La frontera (Renacimiento), de Iribarren, con
viñetas ricas en intuición y mínimas en retórica que además se pasean como yo
por Donosti, he leído estos días Y, de Andrés
Trapiello (Pre-Textos), una auténtica cura de cordialidad lírica y salud
literaria. Sobre todo, he convivido con Difícil es el alba (Renacimiento),
la antología poética de Mario Míguez, aquel joven amigo desaparecido demasiado
pronto al que tanto quise y del que tanto aprendí. Su voz me parece merecer el
mismo homenaje que alguien dedicó a la de un gran actor inglés: un clarín envuelto
en terciopelo. Capaz de condensar todo lo pendiente en siete palabras:
“Traicionado el amor, ya todo es nada”. ¡Qué grande sería nuestro abandono sin
la compañía de los poetas! ¡Y qué pocos poetas hay, aunque tantos hagan versos!
© El País (España)
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