Legisladores peronistas de todas las vertientes, tienen en sus manos las llaves parlamentarias que necesita el Gobierno nacional. |
Desde hace cuatro meses el Gobierno viene
afrontando una sucesión frenética de mesas examinadoras en materia política y
económica. Con más aplazados y recuperatorios que aprobados con buena nota,
sigue intentando sacar adelante un año inimaginable, acompañado por una
oposición que tropieza parejo.
Esta semana, oficialistas y opositores volverán a
medirse y a ser examinados. Serán cuatro días que permitirán ir delineando el
horizonte con el que terminarán 2018.
El Gobierno necesita dar señales de que podrá
contar con algunas herramientas imprescindibles, como el presupuesto,
para el cual venía tejiendo apoyos laboriosamente y con cierto éxito. Las
medidas tomadas de urgencia el lunes pasado le hicieron saltar varios puntos a
ese tejido por el impacto que estas tendrán en cuentas y obras subnacionales
antes de lo que los gobernadores e intendentes opositores esperaban. Si hasta
acá la fragmentación peronista dificultaba llegar a un acuerdo general tanto
como beneficiaba por impedir una oposición unificada, es probable que nuevas
cariocinesis compliquen más el panorama.
El efecto positivo para el Gobierno de la causa de los cuadernos de la corrupción acaba de
entrar en una fase más incierta, al menos en lo inmediato. Las revelaciones y
trascendidos de las declaraciones con las que cerró la semana José
López , el primer bolsero in franganti, amenazan con poner
los focos sobre provincias y municipios que durante el kirchnerismo recibieron
obras y beneficios llave en mano, nacidos de la misma matriz oscura que ahora
se expone impúdicamente. Algunos de esos mandatarios siguen en su cargo, otros
han sido reemplazados por delfines que fueron parte de esas gestiones bajo
sospecha y otros, con menos pasado, dependen para su reelección del poder
residual que siguen manteniendo viejos caudillos aliados con el kirchnerismo.
Por ahora, no ven negocio en pagar un costo probable a cambio de un beneficio
improbable.
La reacción peronista en contra de aquellas
medidas, en especial el fin de la coparticipación del fondo sojero, no tiene,
entonces, solo una raíz económica. Si bien el primer llamado a la resistencia,
que se concretó el viernes pasado, tuvo un acatamiento parcial e ilusionó al
Gobierno, el rechazo amenaza con ampliarse esta semana. También podría
reforzarse la posición ambigua o menos hostil hacia Cristina Kirchner de varios peronistas a los que ya se
contaba entre los emancipados de su influjo.
El Senado se dará la tercera oportunidad este miércoles
para definir si aprueba los allanamientos a los domicilios y oficinas de la
expresidenta que, a esta altura, difícilmente puedan ser algo más
que un tour inocuo y sin sorpresas. Si el oficialismo no vuelve a equivocarse y
logra poner coto a la pasión turística para congregar a todos sus senadores en
el recinto, es casi seguro que contará, gracias a los peronistas que ya bajaron
al recinto la semana pasada, con el número para que los funcionarios del Poder
Judicial entren en algunos de los aposentos privados del viejo régimen.
Para el Gobierno, es probable que no necesariamente
sea una buena noticia si, como se prevé, los senadores de origen justicialista
vuelven a exponer y a refirmar que al único liderazgo al que responden sin
dudar es el de sus gobernadores. Solo después, cuando no entran en conflicto
con sus jefes, se pliegan a la racionalidad de Miguel Pichetto , un anticristinista sin fisuras, que
ha sido más eficiente para sacar proyectos del Ejecutivo que las propias
autoridades oficialistas de la Cámara alta. El oficialismo no debería esperar
de un opositor lo que sus políticas y sus funcionarios son incapaces de hacer o
de darle.
Pichetto vio con sorpresa la semana pasada cómo
algunos senadores que hasta ese día venían alejándose consistentemente del
cristinismo se negaron a votar los allanamientos pedidos por el juez Bonadio
. Es el caso de los dos legisladores que responden al pampeano
Carlos Verna, un viejo enemigo de Cristina, o el de los de la provincia de
Entre Rios, que gobierna Gustavo Bordet, a quien Macri tiene en alta estima.
Ni los cuadernos ni mucho menos los resultados
económicos de la gestión macrista han dado jaque mate a Cristina Kirchner. Las
encuestas que circulan por los despachos oficiales, de empresarios locales y de
inversores extranjeros lo confirman. Mientras la moneda esté en el aire, todo
seguirá siendo incierto.
Hasta esta semana, el peronismo no kirchnerista,
incluido Sergio Massa (el desconfiable de siempre, según Macri),
se mostraba favorable a facilitar la aprobación del presupuesto que en dos
semanas debería enviar el Poder Ejecutivo, aunque todavía los números están en
evaluación y hay varios menús sobre la mesa. Las urgencias de los últimos días
vuelven a hacerlos dudar.
En el Gobierno confían en que al final lo
conseguirán, pero saben que poco los ayudan sobresaltos financieros y
cambiarios como los de la semana anterior. Durante el fin de semana y el lunes
pasados, los funcionarios económicos y políticos debieron trabajar a destajo
para dar señales a los mercados y, sobre todo, al Fondo Monetario Internacional de que el recorte de
gastos no solo va en serio, sino que se acelera. Las medidas adoptadas
desmintieron en los hechos la afirmación realizada hace no más de un mes de que
el ajuste requerido para este año ya estaba sobrecumplido. Si así fuera, no se
habría suspendido la baja de las retenciones a los derivados de la soja ni se
habría aplicado el recorte a las provincias del fondo sojero, que complicó más
las relaciones con la oposición.
"El problema es que en este contexto no nos
queda mucho crédito", se sinceró un importante ministro para graficar las
dificultades de estos días. Hacía referencia no solo a la escasez de
financistas para un Estado bulímico, sino también a la limitada confianza que
despiertan las promesas de resultados y los anuncios de medidas. Crédito y
creencia tienen la misma raíz.
La crisis financiero-económica no encuentra su piso
y corroe la base social. Por eso, Macri y María Eugenia Vidal rompieron la inercia
"nopasanadista" y casi al unísono salieron a decir que son
conscientes de las dificultades por las que atraviesa buena parte de la
población en busca de empatía y de una cuota extra de paciencia, que también
empieza a escasear. Por las dudas, refuerzan la ayuda en las zonas más
vulnerables del conurbano.
Mientras tanto, el sismo provocado por la mayor
causa de corrupción llevada adelante en el país no encuentra su techo. Por eso,
y también por razones de eficiencia procesal, abundan ya en el Poder Judicial,
en el oficialismo y en el mundo de los negocios los que propician cierres
parciales del proceso con dictados de prisiones preventivas y, luego,
elevaciones a juicio de lo que se haya probado, antes que seguir explorando
ramificaciones de destino brumoso y conclusiones lejanas. Sería una forma de
encontrar algunas de las certezas que se reclaman en medio de la bruma. Pero no
hay doctrina pacífica ni consensos firmes para eso.
La corta semana que empieza mañana volverá a tomar
examen al Gobierno y a la oposición. Necesitan algunos aprobados para que cada
semana no parezca más breve que la anterior. El tiempo apremia.
© La Nación
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