La ley llegó al
Senado con impulso ganador, pero faltó sensibilidad política para anticipar la
reacción.
Por Mauricio Cantando
A los pocos días de aprobarse la ley del aborto en
Diputados, los referentes de la Campaña que lo promueven hace una década se reunieron
con Miguel Pichetto y el panorama era alentador. Partían de un piso de 30
votos, a sólo 7 de triunfar y en un clima social favorable.
Los celestes corrían de atrás, una experiencia nueva que los
potenció: en 40 días, arzobispos y pastores evangélicos cayeron encima de los
senadores y empujaron una multitudinaria militancia con epicentro en el norte
del país.
Allí pesan fuerte los cultos pero, además, estaban los votos
que definían la historia. Los verdes nunca entendieron que las leyes no se
pelean solo en la plaza del Congreso y esta madrugada los sorprendió un baño de
realismo.
Venían teniendo señales. El chaqueño Ángel Rozas, que se
declaró indeciso desde el primer día, tembló con una misa evangélica que juntó
25 mil personas en Resistencia y la semana pasada acompañó una caravana
católica y se definió por votar en contra.
Historias similares se repitieron entre los indecisos o
conversos que no fueron. El pampeano Juan Carlos Marino había prometido su
apoyo, pero vio encuestas y optó por contentar a sus coterráneos indignados por
el apoyo que habían dado los diputados del gobernador Carlos Verna.
José Alperovich iba a acompañar, persuadido por su círculo
familiar y pese a que los celestes habían reunido 100 mil personas en Tucumán
con el gobernador Juan Manzur en primera fila. Con la batalla pérdida no lo
consideró un negocio redituable.
El radical Julio Martínez era un "cooptable" pero
no le dieron las cuentas. Supo que el 70% de La Rioja está en contra y quiere
ser gobernador. La reacción verde fue precaria o nula en esos territorios, que
eran los de las batallas reales.
Alperovich iba a acompañar persuadido por su círculo
familiar, pese a que los celestes habían reunido 100 mil personas en Tucumán
con el gobernador Manzur a la cabeza. Cuando vio que la votación estaba perdida
no consideró redituable sacrificarse.
Se quedaron a esperar cómo los votos le venían al pie,
confiados en chispazos mediáticos de exestrellas del prime time y festivales en
el microcentro porteño cubiertos de adolescentes y en esa zona de confort hasta
perdieron la hegemonía de la calle en la Capital del país, que habían impuesto
durante el debate en Diputados. El fin de semana los evangelistas los
sorprendieron con una impresionante movilización al Obelisco y este miércoles
fue impactante la ajustada organización del grupo celeste, en la mitad de la
plaza que le tocó.
Con tres representantes por provincia, el Senado expresa un
territorio extenso y diverso y negociar una ley, de mínima, requiere abordar
sus particularidades con precisión. Es una buena ocasión para conocer el país
y, por qué no, transformarlo.
En contra de los manuales parlamentarios, la iglesia jugó a
todo o nada, a riesgo de nada, pero acorde a un axioma que Jorge Bergoglio
impuso en 2012, cuando la Corte Suprema obligó a regular los casos de abortos
que ya eran legales.
"La vida no se negocia con leyes", inculcó aquella
vez el hoy Papa Francisco y lo reiteró en una reciente reunión con María
Eugenia Vidal, que pasó estos 40 días con reuniones periódicas con arzobispos.
Ellos piensan así. En aquel famoso encuentro en el Vaticano que reveló LPO, el jefe de la Iglesia Católica fue
a fondo y le regaló a la gobernadora una frase letal: "Macri planteó lo
del aborto para tapar la situación económica".
Tras la derrota en Diputados, la Iglesia estuvo por ceder y
negociar un texto alternativo en el Senado, pero pronto vieron que había
terreno para crecer y ganar la batalla. La inacción de sus rivales los motivó.
La estrategia parlamentaria verde, coordinada por Miguel
Pichetto y Humberto Schiavoni, no terminó de tomar vuelo. Presionaron sin éxito
para sesionar rápido, aceptaron debatirlo en receso invernal y esperaron
aliados que no llegaron. El jefe peronista imaginó que sobre el final Macri
acercaría los votos que faltaban entre miembros de Cambiemos. No pasó y por eso
se lo reprochó en su discurso de la madrugada.
Contrarreloj, Pichetto y Schiavoni aceptaron cambios
propuestos por los senadores cordobeses, que tenían la convicción de no
bloquear la ley pero no veían por qué negociar a libro cerrado. Y cuando se
sentaron a tomar apuntes ya estaban en minoría y ni siquiera pudieron firmar un
dictamen.
La ola verde estaba en declive porque no se hacía sentir por
donde caminan los senadores que eran decisivos. Tan simple como eso. Ambos
bandos movieron recursos, pero no los usaron con la misma eficacia.
Llevar una adolescente salteña a la audiencia para relatar
los excesos de la educación religiosa no conmovió al senador Juan Carlos
Romero, porque el mensaje, en ese escenario, no llegó a sus votantes.
Las leyes que voltearon dogmas católicos no son nuevas. La
educación laica existe desde el siglo 19, el divorcio cerró el 20 y el
matrimonio igualitario abrió el 21, siempre con legisladores que pulsearon con
los obispos de turno pero no necesitaron humillar a sus fieles.
Los verdes perdieron el rumbo en aquella mañana del 14 de
Junio, cuando el aborto legal fue aprobado en Diputados en un último suspiro.
Llegaron a mezclar una ley de salud pública con una batalla contra los salarios
de los obispos que paga el Estado, un tema polémico, pero que no iba al caso.
Sí abrían los ojos no hubieran subestimado el poder de
movilización de la iglesia evangelista, capaz de crear comunidades de a miles y
obtener legisladores con el voto de sus feligreses o fiscalizar elecciones.
Pasan muchas cosas lejos de los reflectores y si no se identifican, menos se
pueden contrarrestar.
El desafío de la Campaña por el aborto legal, cuando vuelvan
a tener su oportunidad, será no confrontar a ciegas con la sociedad, sino
conocerla de punta a punta para alcanzar su objetivo: sumar un derecho para
beneficiar a una población que tal vez no esté dividida entre sabiondos y
carcamanes.
© LPO
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