Por Claudio Jacquelin
Nada ya es como era y nada será como se imaginaban hasta
ayer que sería en la política y en el mundo empresario argentinos.
Un nuevo escenario de consecuencias aún imprevisibles, tanto
judiciales, como político-electorales y económicas, acaba de abrirse tras la
aparición de los cuadernos de la corrupción K.
Nunca como ahora la Argentina estuvo tan cerca de emular el
proceso conocido como Lava Jato, que cambió la historia reciente de Brasil. La
decena de detenciones de exfuncionarios kirchneristas y de empresarios o
ejecutivos de grandes compañías contratistas del Estado más los llamados a
indagatoria de varios de los más relevantes miembros de aquel gobierno y
exfuncionarios judiciales remiten como ningún caso anterior a lo que pasa en el
país vecino.
La gran diferencia que había hasta ayer con el proceso
brasileño empieza a diluirse: ya no son solo exfuncionarios de gobiernos que
perdieron el poder y algunos empresarios aislados y menores los que deben
rendir cuentas ante la Justicia. Ahora también la prisión es una experiencia
personal para dueños o altos ejecutivos de importantes empresas. Si la
corrupción es una danza que nunca se baila en solitario, ahora empiezan a
quedar expuestas las parejas.
El hecho importa no solo por la posibilidad que abre para
avanzar de manera firme sobre ambos lados del mostrador de las coimas, sino
también porque permite atenuar las suspicacias respecto de motivaciones
políticas o cuestiones ideológicas que suelen esgrimirse para descalificar este
tipo de investigaciones.
En un año en el cual ya sobraban hechos imprevistos, que
hacían pensar que las cisnes negros eran bandada, lo ocurrido ayer obliga a
todos los actores del sistema político a revisar sus pronósticos, sus
estrategias y sus humores.
El gobierno de Mauricio Macri vivió la noticia como la
aparición de un rayo de sol en medio de las nubes, después de casi cuatro meses
de malas noticias económico-financieras y de un severo golpe a su integridad
con las fundadas denuncias sobre aportes irregulares a la campaña electoral
bonaerense de 2017. Fue la primera reacción, casi instintiva, pero no la última
y definitiva. Es probable que deba seguir recalculando.
Peronistas aturdidos
En la extensa y heterogénea oposición peronista la escena se
pareció demasiado a la de una multitud aturdida por el estallido de una bomba.
El kirchnerismo, por obvias razones, es el gran damnificado
de lo que revelan los cuaderno de Oscar Centeno, quien fue el chofer del
exnúmero dos del Ministerio de Planificación, Roberto Baratta , hombre de
estrecho vínculo y extrema confianza del exministro Julio De Vido , hoy en
prisión.
El minucioso registro da más que verosimilitud a muchas de
las denuncias que se habían hecho hasta ahora y que llevaban directamente hacia
el matrimonio presidencial compuesto por Néstor y Cristina Kirchner. Por
ejemplo, las acusaciones que en su momento hizo la exempleada de Presidencia y
amiga del expresidente Miriam Quiroga sobre el trasiego de bolsos llenos de
dinero en las mismísimas entrañas del Poder Ejecutivo.
Pero no se trata solo de los increíbles detalles que pueden
leerse en los cuadernos a los que accedió y puso en manos de la Justicia el
periodista de LA NACION Diego Cabot, tras una rigurosa, paciente y exhaustiva
investigación periodística. Las pesquisas llevadas a cabo luego por el fiscal
Carlos Stornelli y el juez federal Claudio Bonadio , gracias a ese aporte
considerado inédito por ellos mismos, abonan y sostienen buena parte de lo allí
revelado. Por eso, se decidieron las medidas tomadas ayer, que sacudieron al
país y seguramente seguirán conmocionándolo por un buen tiempo más.
Después de recordar la larga enemistad que Cristina Kirchner
tiene con Bonadio y de recitar la larga lista de acusaciones y
descalificaciones que acumula contra él, fuentes cercanas a la expresidenta
admitieron que se trata de un durísimo golpe para ella y no descartan que pueda
llegar a ser uno de los peores.
Las comparaciones con Lula da Silva fueron inmediatas, tanto
para victimizarse como para asumir la posibilidad de quedar fuera de la carrera
electoral del año próximo, justo cuando las encuestas dejaban de serle un poco
menos adversas.
En el resto del justicialismo todavía están evaluando los
efectos posibles con sentimientos ambiguos.
Por un lado, advierten que el extenso registro de más de una
década que llevó el chofer Centeno sobre la circulación de coimas puede
salpicar a más de uno de los que después de haber sido parte de su gobierno se
alejaron de Cristina para integrar el peronismo no kirchnerista. El caso del ex
jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina podría ampliarse.
Por otro lado, se ilusionan con que el caso remueva del
camino la gran barrera que impide la unificación del peronismo y que se llama
Cristina. Dejarían de ser la hasta ahora poco transitada avenida del medio.
Ese es el escenario que obliga al Gobierno a moderar las
alegrías matinales, como lo admitían anoche destacados integrantes del
macrismo. La ulterior preocupación excede largamente el hecho de que aparezca
involucrado y haya sido detenido Javier Sánchez Caballero, el más alto
ejecutivo de la empresa que la familia del presidente Macri le cedió a su primo
Ángelo Calcaterra.
Si Cristina quedara por este caso fuera de la carrera
presidencial de 2019, la estrategia de mantener dividido al peronismo y tener
como principal contrincante a la figura estelar del demonizado pasado quedaría
superada. Un peronismo unido detrás de la candidatura de alguna figura nueva,
sin portar los estigmas del kirchnerismo, podría ser un desafío mayúsculo para
un gobierno que debe lidiar con una economía maltrecha y cuyo núcleo duro de
adherentes supera por poco el 30 por ciento de los electores.
Esto recién empieza.
© La Nación
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