Cierto es que el kirchnerismo optimizó y generalizó
los métodos para hacerse de multimillonarios fondos de los negocios
públicos-privados. En esa tarea involucró a otros poderes del Estado, como la
Justicia y el Congreso, y de diferentes partes del país (anotemos
gobernaciones, intendencias, universidades…).
Como funcionarios o ex
funcionarios, del partido que sean, debe caerles todo el peso de la
ley, obviamente. Pero sin la pata empresarial poco de esto hubiera sido posible.
Cabe recordar en este momento esa máxima porque, en
los últimos días, ciertos movimientos intentan direccionar la atención de los
cuadernos de las coimas sobre todo hacia la responsabilidad de Cristina Fernández de Kirchner y la megaunidad de
emprendedores armada desde el Ministerio de Planificación. La culpa no
es solo del chancho, también de los que le dieron de comer.
Al principio, los primeros empresarios caídos por
los cuadernos del ex chofer Centeno describieron sus aportes para obtener obras
como extorsiones K para el financiamiento de campañas electorales. El
constructor Wagner desmintió esa estrategia común y empezó a hablar de coimas. Los siguientes ya no pudieron usar
esa excusa. El también constructor Chediack amplió el
horizonte y aún más el transportista Romero, que confesó haber pagado por un decreto presidencial.
A la bola de nieve contribuyeron el financista K
Clarens (que empezó a consolidar pistas firmes sobre la ruta del dinero de las
coimas) y los ex funcionarios Larraburu, Uberti y López. Las derivaciones
de sus testimonios impactarán en horas, días, semanas.
Uberti, protagonista de la unidad de negocios con
Venezuela, puso luz sobre un caso curioso: Techint. Pese a estar mencionada en
los cuadernos, la compañía de los Rocca tuvo el privilegio de no estar en la
mira pública hasta que un colega de Infobae accedió a los apuntes de Centeno.
Luego cayó su ex jefe administrativo, Zabaleta, a quien Emilia Delfino, de PERFIL,
venía apuntando en varias investigaciones por irregularidades del grupo en
Brasil e Italia. Betnaza, la cara más conocida de Techint, se presentó
en Comodoro Py y respaldó al arrepentido Zabaleta. Paolo
Rocca, en una cumbre de AEA donde fue respaldado por varios de los
empresarios claves del país y algún periodista parcialmente incisivo, admitió contribucionespero como parte de una decisión
humanitaria para salvar a los empleados de Techint de la expropiación en
Venezuela.
Salvo ayer Perfil,
ningún medio se hizo eco de que Uberti desmintió en su arrepentimiento ese
relato: sostuvo que las coimas las retiraba de Techint dos años antes de que Chávez expropiara Sidor. La
Justicia, que aún no citó a Rocca como sí hizo con otros dueños de
compañías, deberá clarificar quién miente.
En ese caso y en todos los demás, Bonadio y
Stornelli deberán abrir otra caja de Pandora en torno a la ruta del dinero:
salidas de fondos no documentadas, uso de plata negra, empleo de offshores,
estados contables poco rigurosos, evasión impositiva, rol de contadores y
auditores y una cantidad de etcéteras que posibilitarían detectar cómo se
organiza una red gigantesca de pagos truchos. Demasiados eslabones para que
alguien no deje huellas. ¿Irán por ellas?
De hacerlo, habrá alguna chance de desmontar la
impunidad del chancho y de toda una industria alimentaria paralela para darle
de comer. Si no, apenas cambiaremos de chanchos.
©
Perfil.com
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