Por Fernando Laborda
Pese a que dirigentes justicialistas que buscan
diferenciarse del kirchnerismo se entusiasman con la posibilidad de que el
escándalo de los cuadernos deje a Cristina Kirchner fuera de la carrera presidencial,
hay motivos para pensar que se trata de un pronóstico apresurado.
No porque la
causa judicial sobre las supuestas coimas por obras públicas no la amenace,
sino porque ante otros episodios oscuros su núcleo duro de votantes ni siquiera
se inmutó.
En julio de 2016, la Justicia comprobó que, en una caja de
seguridad, Florencia Kirchner guardaba más de 4.600.000 dólares. Hay pocos
hechos tan gráficos como una montaña de billetes de procedencia sospechosa. En
la misma época, nos sorprendimos con las grotescas imágenes de José López
buscando refugio para unos nueve millones de dólares en un convento de General
Rodríguez. Pese a eso, un año después, Cristina Kirchner llegó al Senado de la
Nación y a los fueros que hoy impiden su detención con el 37% de los votos del
electorado bonaerense.
Analistas de opinión pública coinciden en que, más allá de
la gravedad de las investigaciones que involucran a la expresidenta de la
Nación, su base electoral, cercana al 25% en el orden nacional, no debería
verse alterada. Buena parte de esos electores tiende a comprar el relato
cristinista, según el cual ella es víctima de una persecución política. Es
probable también que algunos de esos votantes admitan que pudo haber hechos de
corrupción, pero que antes se aferren a la idea de que todos los dirigentes
políticos roban en mayor o menor medida y a la lamentable doctrina según la
cual no es importante cuánto roben, sino cuánto hagan.
Sin embargo, los hechos conocidos a partir de los cuadernos
sobre el itinerario de las coimas y la actuación judicial, sumado el inminente
nuevo pedido del juez Claudio Bonadio para el desafuero de Cristina Kirchner,
sí acrecientan las dificultades de la exmandataria para crecer electoralmente
más allá de su núcleo duro. El impacto del escándalo también pone en duda la
simple visión de dirigentes kirchneristas para quienes el adverso contexto
socioeconómico actual regeneraría las condiciones para el regreso de Cristina
al poder.
Claro que el hecho de que no pueda imponerse en un
hipotético ballottage de ningún modo le resta a la actual senadora chances de
competir electoralmente y contribuir a la atomización opositora. Si esto fuese
la preocupación de representantes del autodenominado "peronismo
racional", como los Pichetto o los Urtubey, estos tendrían a mano una
alternativa como el desafuero, que terminaría con la carrera electoral de Cristina
y podría llevarla a la prisión. Pero, al menos por ahora, no se animan a dar
ese paso.
© La Nación
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