Por Ignacio Fidanza |
La corrida que se llevó puesto todo y los dejó temblando,
agitó el reflejo de apelar a alguna clase de remix de las recetas
kirchneristas.
Barril criollo como tope al crudo para que no se disparen las
naftas, freno a la baja de retenciones, obligación a exportadores a liquidar en
el país, freno al ajuste de tarifas, suspensión de la reforma fiscal que trazó
un sendero de baja de ingresos brutos y otros impuestos. Ese es parte del
recetario de kirchnerismo de urgencia que Macri resiste.
Hace bien. Si pierde el relato del libre mercado se queda
sin nada. Como le pasó con el aborto. Enajenó el voto duro de la Iglesia que lo
tenía mayoritariamente adentro y no conquistó los sectores progresistas que si
tenían alguna duda, Lilita Carrió se encargó de despejárselas cuando anunció
que Macri empujó esa iniciativa como un artilugio cínico para desviar la
atención de la agenda económica.
"Macri trazó tres líneas rojas: Pidió no tocar la
reforma tributaria, la reforma fiscal y el plan de obra pública", comentó
a LPO un integrante del gabinete
nacional.
Las líneas no están trazada porque sí. Hay presiones. Los
gobernadores peronistas quieren suspender ya el pacto fiscal y desactivar la
baja de ingresos brutos, preocupados por el impacto en la recaudación de la
caída del crecimiento, que hasta los pronósticos más entusiastas reducen para
este año a un máximo del 1 por ciento del PBI. Nada.
"El presidente no quiere caer en la salida clásica de
este tipo de crisis que consiste en subir los impuestos, quiere que hagamos el
esfuerzo de bajar el gasto público al máximo y si en el límite no alcanzó,
recién ahí abrir la discusión a otras opciones", agregó a LPO un funcionario que participa de los
intensos debates internos.
El último pacto fiscal se firmó en 1993 durante el menemismo
y poco más de un año después se dejó sin efecto por el impacto del efecto
Tequila. Macri pretende superar al menos esa marca.
El ministro de Hacienda bonaerense, Hernán Lacunza, fue
transparente al afirmar en una entrevista con LPO: "Sería una mala salida
cubrir el bache fiscal con suba de impuestos".
Macri le prometió a la Mesa de Enlace que se mantendrá la
baja de retenciones. Es lo que quiere. Pero si la crisis se agrava la discusión
volverá a abrirse. Así hay que entenderlo.
Este lunes, el ministro Nicolás Dujovne tuvo una video
conferencia con importantes jugadores de Wall Street. Se buscó tranquilizar a
un mercado para el que Argentina "se cayó del mapa". Es feroz el
castigo. La orden fue desmontar todas las posiciones. Algo de esto sabe Darío
Lizzano, hasta hace poco uno de los ejecutivos favoritos del macrismo, que se
acaba de perder un bono de 30 millones de dólares porque no pudo garantizar a
sus patrones del fondo Point State una rentabilidad del 8 por ciento.
Hay muchas explicaciones para el fastidio de los mercados
con Macri, pero todas confluyen en un punto: El gradualismo mutó en
inmovilismo. La promesa del Gobierno fue que si ganaba las elecciones de medio
término iba a encarar la etapa de reformas. Ganó y en lugar de cumplirla sumó
al simulacro del ajuste el simulacro reformista: La laboral naufragó en la
intrascendencia y la fiscal, que ahora Macri defiende, pecó de modestia. El
impuesto al cheque sigue, por ejemplo.
También le critican a Macri el gabinete de veinte ministros
y el trípode de la Jefatura de Gabinete. "Eso es puro círculo rojo
local", rechaza un hombre de los que mas consulta el presidente. Es posible
que desarmar la Jefatura de Gabinete y bajar los ministerios a la mitad no
solucione nada de fondo, pero la señal iría en el camino esperado por los
mercados, que se mueven en gran medida en base a señales.
En la conversación que Dujovne tuvo con los operadores de
Wall Street, tres fueron las inquietudes y en este orden: "¿Van a romper
los contratos de energía?"; "¿Necesitan un acuerdo con el peronismo
para hacer el ajuste?" y "¿Qué tan viable sigue siendo la reelección
del presidente Macri?".
Los interrogantes son fascinantes porque grafican el dilema
que perfora al Gobierno: hay dudas sobre la real convicción para mantener el
rumbo de tránsito hacia un sistema de libre mercado y hay dudas sobre la
fortaleza política de Cambiemos.
Durán Barba podría argumentar que acelerar el ajuste
debilita la base política del Gobierno, de manera que los interrogantes del
mercado conforman un silogismo dañino que se auto anula. "A Macri se le
terminó el cuento de hacer populismo adentro y vender libre mercado
afuera", sintetiza brutal Sergio Massa, en la intimidad.
Estamos entonces en el mundo del ajuste. Dujovne ya congeló
hasta el final del mandato el ingreso de personal al Estado nacional, lo que
arroja por las jubilaciones, un estimado de 3 por ciento menos de empleados por
año.
Se le puso además el freno al gasto en servicios y
contrataciones, que si se cumplen las previsiones de Hacienda, concluirán al
final del año con una ejecución del 80% de lo previsto.
Se suman restricciones fuertes a las transferencias no
automáticas a las provincias. Ahí es donde entra el peronismo. "No esperen
una foto de una gran acuerdo, lo que hay es mucho whatsapp todos los
días", describió uno de los funcionarios de Macri que negocia con los
peronistas. Es decir, los van llevando como pueden, mientras avanzan en los
recortes. Micromanagment de un ajuste que deberá ubicarse en una franja de
ahorro del gasto que va de los 200 mil a los 270 mil millones.
¿Y el programa financiero? Juran en el Gobierno que con el
acuerdo del FMI el grueso está cubierto. "Sólo vamos a tener que tomar el
año que viene 8.000 millones de dólares en el mercado local", afirman.
Entonces, pasando en limpio las tres preguntas de Wall
Street: Por ahora no hay ruptura de contratos en el área de energía, se
apostará a la autorregulación del mercado en el traslado al surtidor del
aumento del barril, usando a YPF como referencia. No es necesario el acuerdo
con peronismo para bajar el gasto, pero es deseable para no enrarecer aún más
el clima político; y la reelección de Macri es una moneda en el aire que en
este momento no tiene sentido predecir.
Si la urgencia es el dólar, la política es el sustrato. La
pelea de Carrió con los radicales puede ser folklórica y hasta funcionar como
entretenimiento pasajero, pero una parte de la corrida está anclada en las
dudas que transmite Macri como conductor del proceso político argentino.
Reconstruir su autoridad es prioritario.
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