Por Gustavo González |
Qué es Macri significa qué es en sentido político y económico. Saberlo ayudaría a entender mejor hacia dónde nos puede llevar.
Ser para los demás. Si Menem pasó
el estatismo de Perón por el filtro liberal de Alsogaray. Si Néstor
Kirchner fue la síntesis entre ese Menem y la recuperación de
un nacionalismo discursivo. Si Cristina era una mezcla de lo anterior con
relato setentista. ¿Qué es Macri? ¿Un mix entre el liberalismo peronista de
Menem y el frondizismo de la racionalidad económica y el impulso desarrollista?
¿O simplemente un empresario que aplica la lógica privada a la administración
pública con la esperanza de que un nuevo CFO (chief financial officer) logre
rentabilizar al país?
En cierto
establishment y entre los economistas más ortodoxos lo empezaron a
llamar un “kirchnerista con buenos modales”. Esperaban que fuera Menem
más Alsogaray y ahora dicen que ni siquiera es Menem. Son los que pedían un
ajuste duro y se encontraron con un gradualismo tibio.
Los kirchneristas
creen que Macri es el típico liberal salvaje cuya política
económica es la misma que llevaban adelante las dictaduras del pasado.
Tarifazos, represión e insensibilidad. “Un gobierno de ricos y para ricos”.
Los peronistas no K
confiesan que Macri lleva adelante políticas que ellos asumirían, como bajar la
inflación y el déficit fiscal, pero cuestionan sus herramientas monetaristas y
su incomprensión de una matriz productiva de país tan vinculada al consumo.
Los herederos de
Frondizi y Frigerio, con quienes a veces Macri se compara, afirman que si los
fundadores del desarrollismo resucitaran se deprimirían: “Retrasar el tipo de
cambio durante dos años, subir las tasas de interés y estrangular la economía
para bajar la inflación no genera desarrollo, al contrario”.
Ser para Macri. Así como las
definiciones de los demás están llenas de prejuicios u oportunismo, las del
macrismo están contaminadas de marketing y conveniencia electoralista.Todos
tienen una forma de definir a Macri. Macri no.
En el manual del
buen macrista no se acepta responder a la pregunta de cuál es su magma
ideológico. Que el PRO se defina como “el partido de la gente” indica
de por sí su ruptura con las categorías clásicas de la política. El
verdadero Macri es un poco de todo lo que le achacan ser, pero no se ajusta a
ninguna calificación cerrada. Es inasible tanto para los demás como para él
mismo. Porque es un presidente líquido como su tiempo y los sectores que
representa. Definirlo es un esfuerzo de los analistas, no un imperativo de
Macri.
Reconstruyendo
diálogos en off the record, declaraciones oficiales y hechos de gestión, se
podría poner en su boca lo siguiente: “Una buena gestión también puede ser una
ideología, si se entiende ideología como las ideas para mejorar la calidad de
vida de la mayoría. Los argentinos perdimos mucha energía y dinero en armar
relatos que servían para alimentar grandes debates, pero no para resolver los
problemas concretos de la gente”.
Solo habría que
agregarle un par de conceptos: lo que ingresa debe ser mayor que el dinero que
se gasta y la Argentina tiene que abrirse al mundo para que lleguen
inversiones. Lo que para la política tradicional suena simplista, para Macri es “gestionar
y dejar de vender humo”.
La licuadora
ideológica. El Presidente es ese minimalismo discursivo, con el pragmatismo de
época necesario para comprar recetas de distintas fuentes económicas. Su vacío
ideológico es cubierto por la creencia de que para manejar un país se necesitan
buenos administradores privados. Y lo primero que un buen administrador intenta
es cerrar el déficit.
Luego vendrán
inversores que premien cuentas en orden, bajará la inflación y sobrevendrá el
crecimiento.
Macri no tiene deudas con ancestros políticos, religiosos ni con los símbolos partidarios, por eso en su licuadora ideológica suma práctica política peronista, perfil desarrollista con la obra pública y cierta institucionalidad radical. Además del liberalismo económico que viene en su ADN empresarial y el liberalismo cultural de la posmodernidad que lo aleja tanto del Papa como de los sectores más conservadores de la sociedad.
Los Macri detrás de
Macri.Entender qué es Macri es, también, entender a quién y a cuántos Macri
representa.Es el primer presidente no peronista que logró gobernabilidad. Pero
sin ejecutividad, poco más le será posible. Gobernar no solo es mostrar un plan
de gestión. Es tener el poder para ejecutarlo. No hay plan económico exitoso
sin el respaldo y la confianza de una mayoría relativamente estable.
Tanto en las PASO
2015 como 2017, el votante macrista representó alrededor de un tercio del
electorado. Alcanzó para ganar. Para ejecutar políticas de gobierno es poco.
El macrismo es una
alianza política inédita que atraviesa a todas las clases sociales. Pero ese
policlasismo que lo vuelve único puede ser una complicación a la hora
de gobernar porque en su interior conviven sectores que tienen intereses en
común, pero muchos otros en contra.
Para alcanzar la
gobernabilidad con ejecutividad, el macrismo aún tiene pendiente la
misión de crecer más allá de aquel tercio de adherentes. Crecer hacia todos los
sectores de la pirámide, pero especialmente hacia la base de esa pirámide,
históricamente inclinada al peronismo. Sin captar la confianza mayoritaria de
ese sector, la gobernabilidad pierde capacidad ejecutiva. Los sectores del
trabajo en su alianza con diferentes núcleos de la alta burguesía fueron los
que blindaron de gobernabilidad y ejecutividad al peronismo (más allá de lo
bueno o lo malo que haya hecho luego el peronismo con esa base de
sustentación).
Es lógico que sea esa alianza la que genere un respaldo más sólido: son los directamente vinculados a los medios de producción y conforman los mayores grupos de interés y de presión (cámaras empresariales, sindicatos, Iglesia).
Es cierto que la posmodernidad debilitó la representatividad de las estructuras tradicionales de la política y que las redes sociales hicieron lo propio con la forma en que esos sectores se comunican y relacionan.
Pero negar toda
influencia de esas estructuras implicaría la ceguera de no aceptar lo que no
conviene ver.
Además, más allá de las estructuras están las personas que integran ese mundo del trabajo al que el macrismo no termina de convencer.
En manos de un CFO. En la
intimidad de estos años de gestión, los máximos dirigentes del oficialismo (en
especial los formados en el peronismo) se reconocen conscientes de esa
necesidad. La obra pública fue una forma eficiente de llegar a ellos, pero no
es suficiente. El desafío es complejo. El Gobierno debe ampliar su base
de sustentación, pero para hacerlo necesita derramar más beneficios
concretos hacia esos sectores a seducir.
Un verdadero dilema: sin mayor
respaldo social le será más difícil conseguir el poder suficiente para lograr
mejores resultados. Y sin mejores resultados le será difícil conseguir más
respaldos. Dujovne acaba de proyectar un crecimiento del PBI del 1% para este
año y del 2% para el que viene, con una inflación que en 2018 rondaría el 30% y
que para el próximo espera no supere el 17%.
Si el CFO de Macri
cumple la promesa, en cuatro años de gestión habría una reducción en términos
reales del PBI per cápita, con una inflación y un nivel de pobreza promedio
similar a los del kirchnerismo. Y más de US$ 100 mil millones de nueva deuda
pública.
Así va a ser
difícil ampliar su base social. Pero Macri quizá está a tiempo de que su falta
de prejuicios ideológicos lo lleve a descubrir un camino mejor.
© Perfil.com
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