Por Sergio Suppo
Si pudiera, Mauricio Macri adelantaría el reloj para
atravesar en un segundo los meses más difíciles de su gobierno. Pero como no
puede, al menos trata de anticipar el tiempo electoral y capear lo que minimiza
como una "tormenta" con la idea de que hay que mantener su política
económica.
En ese plan, el Presidente ya eligió enemigos. No es muy
original. Son los mismos de siempre: Cristina Kirchner, para la pelea de fondo,
y Hugo Moyano, para la confrontación de estas horas complicadas de conflictos
múltiples. Predeterminar los adversarios es una regla tan añeja como efectiva
que ni Jaime Durán Barba se atreve a discutir.
El discurso que empieza a decir el oficialismo retrata a
Cristina como responsable de un pasado catastrófico, pero también muestra a la
expresidenta como la responsable de la desconfianza que detonó la crisis
cambiaria, a fines de abril. Le descarga las culpas por el duro momento de
inflación y recesión, y al mismo tiempo el oficialismo licúa su responsabilidad
por el manejo de la economía. "El miedo a que regrese es una de las causas
de la crisis", dice Cambiemos.
Macri ya agita el cuco del regreso del populismo, en la
reiteración de un juego de dos turnos electorales sucesivos que lo hicieron
presidente y luego lo consolidaron en el poder.
Cristina guarda silencio, tal como les prometió el año
pasado a los intendentes peronistas del conurbano que ahora vuelven a rodearla.
Ese mutismo, combinado con la crisis, la hizo crecer en las encuestas, pero su
potencial electoral sigue igualmente bajo. Macri espera que su adversaria siga
siendo tan fuerte como para animarse a enfrentarlo, pero no tan atractiva para
el resto del peronismo como para volver a liderarlo. Nadie ve hoy posible un
peronismo reunificado para las elecciones presidenciales del año que viene, en
abierto desafío a una larga historia de pragmatismo de más de siete décadas.
Macri espera un escenario fragmentado, que al cabo de las
distintas etapas electorales decante en una opción que le renueve el mandato y
le permita mantener el rumbo. Siempre será más fácil competir contra alguien
que ya fue derrotado que enfrentar algo nuevo, con la potencialidad de ser
superador. El peronismo no parece tener, hoy por hoy, una sorpresa semejante.
El otro enemigo al que apunta el Presidente tiene que ver
más con estos meses intensos, en los que el país deberá absorber el freno de la
actividad económica. Enfrentar a Hugo Moyano apunta a desarticular un eje que
une al kirchnerismo con la protesta callejera de los gremios que representan a
los trabajadores en blanco y los movimientos piqueteros avalados por el papa
Francisco.
Contra Cristina y frente a frente con Moyano, Macri sabe,
sin embargo, que en el fondo depende de sí mismo y de su eficacia para superar
lo que se resiste a llamar "crisis". Como nunca antes en sus días en
el poder, es ahora cuando debe pulsear solo contra la adversidad, sin mirar a
los costados y sin pensar en la orilla a la que ya no podrá volver.
© La Nación
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