Por Guillermo Piro |
Gianni Crea conoce ese placer más que nadie: trabaja en los Museos Vaticanos y su oficio es ser clavero, es decir, tener bajo su responsabilidad las llaves. En su caso se trata de un manojo bastante grande: 2.797 llaves. Todas las mañanas, desde hace diecinueve años, a las 5.30, Crea se despierta y junto con otros claveros que trabajan a sus órdenes toma las llaves que abren las puertas de los museos del Papa. Para abrir todas las puertas camina un promedio de tres kilómetros diarios durante alrededor de una hora y media.
Crea tiene 45 años. Nació en Roma, pero creció en Melito di
Porto Salvo, en Reggio Calabria. Volvió a Roma para estudiar Derecho y cuando
estaba terminando ganó el concurso para volverse clavero. “Se requiere
precisión, puntualidad y amor por este trabajo”, dice, y agrega:
“Simbólicamente, tengo las llaves del paraíso”.
Según explicó Crea al diario milanés Il Giornale en 2016,
las llaves se encuentran en un búnker que “prevé un sistema de
acondicionamiento especial para impedir que se oxiden”. Siempre hablando con Il
Giornale, Crea asegura que de las casi tres mil llaves hay casi un centenar que
usa diariamente, y que esas las conoce de memoria. El y sus asistentes deben
abrir casi trescientas puertas destinadas al público y otras casi trescientas
de oficinas y salas de personal.
Existen tres llaves más importantes que todas las demás: la
que abre el monumental portón por el que se sale de los Museos Vaticanos; otra,
que pesa alrededor de medio kilo, que abre el portón de entrada al Museo Pío
Clementino; y la más grande y más importante de todas, la que abre el portón de
la Capilla Sixtina. Esta última todos los días se guarda en un sobre blanco en
una caja fuerte, y cada vez que alguien la toma debe tener la respectiva
autorización y firmar un registro.
A la caminata con la que se abren las puertas se sucede
otra, análoga, en sentido contrario, cerrándolas. Eso ocurre diariamente a las
19, y el recorrido requiere media hora más que el de la mañana por un motivo
simple: hay que controlar que no hayan quedado ventanas abiertas ni luces
prendidas; y naturalmente que ninguno de los 28 mil visitantes diarios a los
Museos Vaticanos haya quedado adentro, algo que, asegura Crea, hasta ahora
nunca ha ocurrido –cosa que por supuesto no le creemos.
Una persona no religiosa nunca podría acceder al puesto de
Gianni Crea, porque debe firmar una carta en la que se compromete a respetar
los sacramentos y la moralidad de la Iglesia. Ingenuos: una persona no
religiosa podría comprometerse a cualquier cosa y no cumplir ninguna, de donde
se deduce que, como en casi todo lo relacionado con la Iglesia Católica, lo que
está en juego en realidad es una cuestión de fe, confianza y lealtad (hablo de
cristianismo, no de peronismo), cosas que debemos reconocer que son esenciales
hasta para cruzar la calle o comer una golosina. Pero Gianni Crea lo único que
hace es abrir y cerrar puertas. El lo llama paraíso. Y sí, el paraíso es un
lugar donde se labura como en cualquier otro.
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