Por Roberto García |
O al revés, para ser justos
con la ficción. Tan flamante el proyecto editorial que aún trepa en la lista de
bestsellers.
Lo curioso, sin embargo, es que en la Argentina un número
considerable de observadores podrían servirse de este título para explicar la
presentación de Macri ante el periodismo, hace apenas dos días, cuando lo
retrataron como el arquero francés Lloris o nuestro Caballero, después de sus
patéticos goles. Al revés, claro, de otros opinantes entusiastas que han
descubierto un modelo de inspiración ejecutiva en ese acto del ingeniero, como
si fuera Griezmann o Modric, figuras del Mundial.
Una oferta dual, típica de país encerrado entre la
catarata de fuego de ciertos críticos por lo insulso del mensaje o el
despliegue 6,7,8 de los cercanos creyentes que, por fortuna para ellos, ven lo
que otros no alcanzan a distinguir. Uno debe elegir entre ese par de
continentes, claro, y sin advertirlo nutre las encuestas para las elecciones
del año próximo: se mantiene la bipolaridad. Solo así puede entenderse que
hubiera tanta espuma en ese acting de optimismo deliberado del Gobierno,
intrascendente, a menos que en poco tiempo esta celebración ofrezca un impacto
retardatario, como aquella malhadada experiencia del 28 de diciembre pasado que
contribuyó a volcar la economía del país. También en este caso la economía
puede ser determinante.
Enseñanzas. Mientras, Macri parece no haber aprendido de su antecesora, Cristina,
quien perdía votos a medida que se posaba en el atril y vaticinaba la felicidad
kirchnerista. A pesar de los consejos, ella no cejó en su incontinencia.
Mientras que él, entonces jefe de Gobierno, recurría a esporádicas apariciones
y ganaba con la discreción. Ahora se invirtieron los roles: el Presidente vende
fantasías, renueva con el mismo capricho la promesa de brotes verdes para más
adelante y disminuye su capital político. Sorprende la insistencia de esta
política comunicacional, casi religiosa, de que en el futuro, en otro tiempo,
la vida será mejor. Suena a defraudación por lo que no pudo cumplir.
A su vez, en lo opuesto, la viuda castiga su ego y
guarda obstinado silencio; a través de señas designa candidatos a segundo lugar
(Alberto Rodríguez Saá) o potenciales gobernadores (Felipe Solá):
aprendió que puede sumar votos sin mostrar modelitos nuevos ni sacudir el
micrófono.
Igual, no le durará demasiado esa expiación, los
seres humanos no cambian. Y si lo hacen, como seguramente harán por el tema del
aborto en el Senado, manda más el interés que la convicción. Aunque exprese lo
contrario.
Casi un tema para especialistas la inversión de
funciones dentro y fuera del poder, fenómeno singular que algún antecedente
recoge de experiencias anteriores: nadie explica por qué Yrigoyen arrastró
multitudes por mudo, mientras Perón lo hizo por excesiva labia.
Más allá de comparaciones y dicotomías, lo cierto
es que a ella igual no le alcanza por ahora, y si bien Macri reduce su tamaño,
su envergadura parece suficiente para atravesar 2019. Aunque falta una
traumática eternidad de episodios, según se desprende de lo que el nervioso
mandatario no dijo en su conferencia de prensa.
Por ejemplo, en su discurso y sus respuestas
soslayó las batallas en marcha. Personales, de fondo o semifondo, ciertas o
inventadas, quizá demasiados frentes para un competidor disminuido:
l. Con la Iglesia, por el aborto (vienen marchas sobre la residencia de Olivos).
2. Con la CGT y los grupos sociales, por la caída del poder adquisitivo y hasta por la llegada de Christine Lagarde.
3. Con la familia Moyano, debido a cuantiosas multas que impone la legislación laboral por burlas del sindicato camionero (habrá paros a la brasileña, con vehículos detenidos en cualquier parte del país).
4. Con las Fuerzas Armadas, por liquidar sus instalaciones y la baja del exangüe presupuesto.
5. Con los empresarios en general, considerados un siniestro círculo rojo por la suba de la inflación, entre otras culpabilidades
6. Con más de un periodista que avance en intimidades domésticas o institucionales, tipo la SIDE de Stiuso.
7. Y, seguramente, también con la Justicia: en ese terreno habrán de dirimirse o incrementarse muchos de los conflictos en pugna.
Semejanzas. Entre tanto, con Cristina enfrente se
ecualiza el cañoneo de episodios sórdidos: a) la desprolijidad supina de
aportes y afiliaciones, evasiones y lavado en la campaña de María Eugenia Vidal no parece diferente a la
que hubo en tiempos K, con dádivas de asesinados en el cuádruple crimen, o b)
las derivaciones por el millonario juicio contra YPF del grupo Burford, a las
que, en apariencia, el gobierno anterior no prestó atención y hasta propició,
mientras el actual, en casi tres años, no pudo eludir ni achicar a pesar del
cambio de abogados y otras menudencias controversiales. Ni Macri se preocupó
por la responsabilidad de los Eskenazi y los Kirchner en este
proceso, hoy inesperadamente sospechados por algunas usinas, al menos cuando
desayunaba en la casa de su padre –antes y después de las elecciones a
presidente– con el máximo representante de la familia. Seguramente hablaban de
fútbol.
Ese alud de contingencias ignorado en la
conferencia de prensa apenas si altera la vigilia de Macri: es parte de la
tarea cotidiana. A él lo inquieta otro fantasma: el cambiario. Igual a
cualquier mandatario anterior, revisa hora a hora la cotización del dólar,
pendiente de los centavos que sube o baja. No ignora que hasta un colegial
prefiere endeudarse en pesos en lugar de hacerlo en moneda extranjera, recurso
indeseado y peligroso que encontró Luis Caputo para bajarle presión a la corrida (además
de la licuación devaluatoria). Vive atemorizado con esa sombra, por más que
jure que la tormenta pasó y que los argentinos deben pensar en pesos y tasas,
no en dólares.
Repite lo mismo que el apartado Sturzenegger. Sabe
que las religiones duales se extinguieron ante las monoteístas, judías,
católicas o musulmanas. Pero saber no siempre es poder.
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Perfil.com
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